Sousou no Frieren: ¿Era necesario el arco del examen?

Sousou no Frieren es un manga muy querido por la redacción de Futoi Karasu. Así las cosas, nada nos hace más felices que ver el despegue en popularidad que ha experimentado como consecuencia de su sobresaliente adaptación, de la mano del estudio Madhouse. A fecha de publicación de este artículo, la primera temporada del anime ha finalizado su extenso metraje de 28 capítulos. Si tenéis círculos en redes sociales que hayan seguido la serie, os habréis fijado en que el furor por la obra de Tsukasa Abe y Kanehito Yamada se ha apaciguado ligeramente desde, aproximadamente, enero. Si bien podemos achacar la menor presencia de la obra en la psique colectiva a la llegada de otras grandes producciones de fantasía, así como al simple funcionamiento de los algoritmos y sistemas dinámicos de estas páginas, cabe otra posibilidad asociada al propio argumento de Sousou no Frieren.

En caso de que no estéis familiarizados con la premisa de este manga, trata sobre la aventura de la homónima elfa a lo largo de las eras y del impacto que las breves vidas de sus amigos han tenido sobre ella. Casi un siglo tras la derrota del Rey Demonio —en la que la propia Frieren intervino—, nuestra protagonista vaga el continente acompañada de los discípulos de sus viejos compañeros, en aras de comprender mejor las emociones humanas y de reencontrarse con el alma del héroe Himmel. Pero, como en muchas obras de su corte, esta es una meta apriorísticamente muy lejana; la historia verdaderamente trata de las distintas paradas de este viaje y las pequeñas lecciones que podemos aprender de los personajes del lugar. Tan pronto plantaremos cara a la efimeridad de la pérdida como celebraremos la perseverancia humana frente a la adversidad. Estos amagos costumbristas están al servicio de flashbacks constantes y emotivos que nos van desvelando poco a poco el pasado de Frieren y las distintas relaciones que ha entablado desde hace más de mil años.

La narrativa de Sousou no Frieren rezuma, en definitiva, sinceridad y cercanía. Este es uno de los factores más destacados del manga y, posiblemente, el principal responsable de su ascenso al estrellato. Sobre todo, en un género repleto de isekais avocados a los chascarrillos fáciles y el fanservice de un gusto cuestionable. Y quizás por este motivo es que el arco que recientemente se ha emitido en el anime, el examen de magos de primera clase, ha resultado tan divisivo entre los espectadores. Cuando el grupo quiere cruzar la frontera para llegar al sector norte del continente, se da de frente con la necesidad de participar en un torneo para conseguir las certificaciones que precisan. Esto no solo implica que dejamos aparcado el aire contemplativo que venimos comentando, sino que personajes como Stark, que es un guerrero y no emplea la magia al combatir, se quedan totalmente fuera de escena. Frente a la frescura de todo lo anterior, pareciera que vemos a los autores caer en viejas costumbres sobre las que, presumiblemente, no iteran de un modo lo suficientemente interesante como para mantener la atención de todos los que vinieron por el sosiego y la paz de sus primeros compases. Sería poco diligente, sin embargo, sentenciar sobre esta cuestión sin antes ponderar sus pros y contras.

Miradle, si es que hasta las echa de menos. / ©Shōgakukan

De entrada, es preciso tener en cuenta lo siguiente, por evidente que pueda resultar: leer una obra no es lo mismo que verla. El arco argumental del examen abarca los capítulos 38 a 60 del manga, ambos inclusive; mientras que por su parte, la adaptación de Madhouse dedica a este segmento once episodios, del 18 al 28. Cada episodio del anime, de promedio, ha traducido unos dos o tres capítulos en el salto al medio audiovisual. Con independencia de que, obviamente, cada persona vive estas formas de expresión artística de modo distinto —y, de ahí, se incardinará su preferencia por una u otra—, no podemos desatender que la lectura de un tomo puede hacerse más amena que visualizar la parte correlativa en el anime. Cada producto cultural, a la hora de enfrentarse al ritmo en el que se nos cuentan las cosas, manejará unas herramientas distintas para ajustarse a las exigencias de sus respectivos medios. La adaptación de Sousou no Frieren es visualmente preciosa y aprovecha todas las oportunidades que se le presentan para hacer alarde de una pasmosa animación y, sobre todo, dirección. Pero, para lograr esa espectacularidad, elonga alguna que otra escena más allá de lo inicialmente previsto por los creadores. Esto nunca fue un problema cuando Frieren y compañía vagaban entre asentamientos que contaban con su propio microcosmos episódico que contarnos. No obstante, sí es notorio cuando el paso del tiempo se ralentiza, como viene a ser este caso.

Ahora bien, hemos tocado solo una arista de las que componen este prisma y tampoco es exactamente justo escurrir el bulto y achacar todos estos presuntos problemas a la obra dirigida por Keiichiro Saito —a quien, por cierto, nos corresponde dar nuestra enhorabuena por imbuir de vida y dinamismo hasta la más simple viñeta de la historia matriz—. Sobre todo porque, si nos fijamos en el número de capítulos, la extensión del examen de magos de primera clase también es equiparable a la de todo el manga hasta ese momento. Esto nos lleva a la siguiente cuestión: dando cuenta de las ya mencionadas vicisitudes de cada versión, ¿fue el arco sencillamente demasiado largo?

No podemos prorrogar más el análisis de los propios acontecimientos de esta parte de Sousou no Frieren, así que, en adelante, habrá destripes de todo el material adaptado por la primera temporada.

Dada la mayor actividad demoníaca en las frías tierras del norte —se ve que las tropas del Rey Demonio todavía no han hecho un alto al fuego, a pesar de la caída de su líder—, la Asociación Continental de Magia ha reglamentado que solo podrán pasar la frontera los grupos que cuenten con, al menos, un hechicero de primera clase. Cada tres años, candidatos de todos los rincones del mundo se baten en duelo por lograr este título y, para la fortuna de nuestros protagonistas, la prueba está a punto de celebrarse de nuevo. Cuenta con tres fases: en primer lugar, la caza al aire libre de un pajarillo mágico en equipos; en segundo lugar, la conquista de una mazmorra donde los participantes deberán plantar cara a copias de sus propias habilidades y; finalmente, una entrevista con la maga suprema Serie.

Si la magia en el mundo de Frieren se basa en la capacidad de visualización, el equipo responsable de la adaptación ha hecho brujería pura. / ©Shōgakukan ©Madhouse

Con independencia de que, en el pasado, hayamos elogiado la sistemática del clásico uno contra uno, es sencillo comprender por qué las narrativas basadas en pura confrontación no hacen mella en todos. Y es que, a pesar de la aparente variedad de objetivos que nos plantea, seamos honestos: si no sois fans de la acción, una buena parte de este arco no os va a interesar. Lo que verdaderamente merece la pena celebrar es la ubicuidad que la ambientación cobra a partir de este momento. Sousou no Frieren es una obra que va de sus personajes y del desarrollo que experimentan, pero todo esto transcurre en un mundo de fantasía relativamente genérico. Sí, se nos introduce el conflicto racial entre humanos y demonios y se deja caer la perspectiva casi científica que la sociedad tiene del sistema de magia, pero no va mucho más allá. La llegada a la Ciudad de la Magia, sin embargo, supone un cambio de paradigma en este sentido. Conocemos a hechiceros de todos los colores y orígenes: soldados del Imperio, un poder político misteriosamente escindido de la propia Asociación Continental de Magia —cuestión que, mucho más adelante, el manga entrará a analizar—; miembros de la nobleza dedicados a la investigación y a la especialización de sus técnicas en torno a un elemento concreto; brujos guerrilleros que no sirven a ninguna causa en concreto, etcétera. Bajo el pretexto de la asistencia al examen, cada participante nos trae su perspectiva sobre el mundo en el que vive y cómo esto se ve plasmado en sus técnicas.

Otra cosa a tener en cuenta es que estos contrincantes nos sirven como buen punto de referencia para dilucidar cómo de fuertes son Frieren y Fern. Se supone que estos sujetos son los mejores del continente y, sin embargo, palidecen ante la fuerza bruta de nuestras protagonistas. Es cierto que esto ya se dejaba entrever por momentos y que la propia Frieren tuvo un papel decisivo a la hora de poner fin a la tiranía del Rey Demonio. Por supuesto que es una maga extraordinaria, ¿no? Salvo por que este choque refuerza y embellece los mensajes de la obra: específicamente, la lucha de la humanidad por sobrevivir y pasar el testigo a las generaciones futuras. Si nos ceñimos a la perspectiva del grupo principal, pareciera que el mundo no es tan peligroso desde que la guerra acabó hace 80 años. Al fin y al cabo, despachan los obstáculos erigidos en su camino con relativa facilidad. Los acontecimientos en Äuberst nos recuerdan que esto no es así, que la magia no es tan sofisticada ni perfecta como creemos, que no lo puede hacer todo. Y, dando cuenta de ello, personajes como Denken, Wirbel o Übel —los cuales, como tendréis ocasión de comprobar si habéis leído el manga, regresan tarde o temprano con sus propios arcos individuales— no tienen nada que envidiarle a nuestros héroes. A pesar de lo minúsculas que son sus esperanzas de vida en comparación con la de los elfos, los seres humanos están empezando a seguirle el ritmo a las demás especies gracias al trasvase generacional de conocimientos y experiencia.

En muchos sentidos, Serie es la antítesis perfecta de Frieren. / ©Madhouse

Es entonces cuando Serie entra en la ecuación. En calidad de maga suprema, esta elfa —que es presumiblemente más longeva todavía que Frieren— ha adoptado muchos discípulos a lo largo de las eras, pero todos y cada uno de ellos la han decepcionado. Serie tiene una óptica bastante cínica de la humanidad: no comprende sus esfuerzos por aprender la magia si, a fin de cuentas, nunca será capaz de dominarla verdaderamente. No está orgullosa ni siquiera de su estudiante más destacada, Flamme —pionera del sistema de hechicería actual y que, un tiempo tras dejar atrás a su maestra, entrenaría a nuestra protagonista—. O eso pensaría la audiencia cuando aparece por primera vez, pero basta que nos hagamos un par de preguntas para destaparla. ¿Por qué acoge a magos prometedores si no ve el propósito en ello? ¿Por qué tomó el control de las instituciones creadas por Flamme? Lo que Serie no quiere admitir es que se siente muy sola desde la cumbre y busca desesperadamente que alguien se acerque a su nivel. Suspende a Frieren porque, al mencionar el hechizo para hacer un campo de flores, le recuerda su propia debilidad, cosa que le frustra inmensamente. Aprueba a Fern y le propone, en vano, que sea su alumna porque representa un paso agigantado del ser humano hacia la grandeza que ella aspira a compartir con otro, de igual a igual. Es un personaje fascinante cuyas contradicciones se complementan con las de Frieren y nos revela otra faceta de la forma tan particular que tienen los elfos de aproximar las emociones humanas, en cuanto seres que trascienden el tiempo.

Por retomar la pregunta que da nombre a este artículo: ¿era necesario el arco del examen de Sousou no Frieren? Con independencia de que el formato y su correlativa ejecución no gocen de la elegancia que habría cabido esperar de esta obra —quizás lo ideal habría sido optar por una duración inferior, es posible que las dos primeras pruebas funcionaran bien si se condensasen en una sola—, la historia sí necesitaba ampliar su enfoque como lo hace a partir de este momento. Kanehito Yamada y Tsukasa Abe sabían que su mundo pedía a gritos un poco más de desarrollo, lo suficiente para que dejáramos llevar nuestra imaginación y nos preguntásemos qué hay más allá de las pequeñas aventuras que viven nuestros héroes. Para que los capítulos autocontenidos no se quedaran vacíos de contenido —y en aras de tomar una dirección mucho más ambiciosa para la obra—, era preciso que los arcos se ralentizaran y que empezásemos a ver aspectos mucho más concretos de las instituciones y reglas que imperan el continente. Así, con el campo arado, veríamos a futuro una cosecha extraordinaria en la forma del paso de Frieren, Fern y Stark por una misteriosa ciudad cubierta de una capa dorada. O un repentino encontronazo con un ídolo de la Diosa. Pero todo eso es, por el momento, harina de otro costal.

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