Eclipsadas por ellos: Cuando los personajes masculinos acaparan el foco narrativo

A lo largo de la historia, las mujeres han sido frecuentemente relegadas a papeles secundarios y utilizadas como meros recursos narrativos en obras de ficción. En lugar de presentarlas como personajes complejos con sus propias motivaciones y sus respectivos arcos, se les ha reducido a estereotipos y roles limitantes que sirven principalmente para impulsar la trama de sus personajes masculinos. A día de hoy, esto ocurre cada vez menos, pero no pocos personajes femeninos siguen atrapados en estos moldes.

Uno de los más significativos para las mujeres es el rol de interés romántico. Estos personajes son representados como objeto de deseo y conquista para el protagonista masculino y su propósito en la historia es, en resumidas cuentas, el de ser el premio del héroe. Este tropo reduce a la mujer a un ser unidimensional cuya existencia gira en torno a su relación con el hombre. La Odisea de Homero define sus personajes femeninos por su relación con el protagonista masculino, Odiseo. Penélope es retratada como la esposa fiel que espera pacientemente el regreso de su marido, mientras que Circe es la hechicera seductora que obstaculiza al héroe. Siendo este uno de los ejemplos más significativos en los clásicos literarios, aunque podemos decir que desde entonces ha llovido.

Casca, de Berserk // ©Hakusensha

Las mujeres también han sido ancladas al papel de la damisela en apuros, de modo que se convierten en una figura pasiva que debe ser rescatada por el protagonista masculino. Así pues, se perpetúa la idea de que las mujeres somos indefensas, débiles y dependientes de la fuerza del hombre. Refuerza, por tanto, la noción del hombre como protector y salvador. En ocasiones incluso haciendo caer a la mujer en este rol a lo largo de la historia. Parece que de esta manera, y por mucho que comiencen siendo independientes, caen en unas manías y preconcepciones ya manidas.

Otro arquetipo recurrente más es el de apoyo emocional, como la confidente o la madre abnegada. Estos personajes no existen para otra cosa sino para dar consuelo al protagonista y contribuir en su crecimiento y evolución. Sus necesidades o conflictos propios, comparativamente, quedan relegados a un segundo plano. Además, la representación de las mujeres en la ficción ha estado a menudo sujeta a las miradas masculinas, donde son retratadas como objetos sexuales y valoradas principalmente por su apariencia física. La Divina Comedia de Dante Alighieri nos presenta a Beatrice como la fuerza incorpórea que impulsa y guía a Dante a emprender su viaje por el infierno. Pero en su adaptación al videojuego de 2010, Dante’s Inferno ―título criticado en su día por la agresiva sexualización de sus personajes femeninos―, pasa de ser el tropo del apoyo a ser el de damisela en apuros. A pesar de ser un personaje icónico, Leia, la princesa de La Guerra de las Galaxias es frecuentemente rescatada por Luke Skywalker y su papel principal es el interés romántico de Han Solo. Cierto es que más tarde esto se enmienda y se consigue dar una imagen más detallada y con más importancia de la princesa, pese a que muchas veces su imagen como esclava perdure en la memoria colectiva. Pasando a otro ejemplo, actualmente Zelda es de los que más escuece, porque a pesar de ser tan poderosa, es a menudo relegada al papel de la doncella cautiva que debe ser salvada por Link o incluso recaer en el uso de tropos relacionados con el trauma y el sacrificio, comúnmente relegados también a la feminidad. Asimismo, el más que famoso y persistente tropo de la sanadora ―que si os interesa ya le dedicamos un artículo― hace referencia al papel de apoyo emocional y su relación con los cuidados físicos. Las sanadoras suelen quedar al margen de la acción principal, limitando su participación activa en la trama, presentándolas como personajes pasivos.

En adelante, ligeros spoilers de Final Fantasy XVI y Berserk.

Por otra parte y como hemos mencionado antes, nos encontramos con personajes femeninos que inicialmente muestran gran potencial, pero que lamentablemente acaban cayendo en tropos problemáticos conforme la historia avanza y deben asimilarlas a estos roles más típicamente considerados femeninos. Estos personajes pasan de ser individuos independientes a quedar relegadas a la sombra de sus contrapartes masculinas. Un ejemplo concreto es de Jill Warrick, de Final Fantasy XVI. Nos presentan una princesa fuerte, dominante de Shiva, que ha sido prácticamente comerciada por su país, abordando con delicadeza temas como el abuso sexual y lo que conllevaba ser una mujer de alta cuna en la época medieval. Sin embargo, el problema surge tras ser rescatada por primera vez por Clive. Es entonces cuando Jill pierde el control sobre su propio destino y se deja arrastrar por las decisiones del protagonista. No es raro verla en momentos cruciales de la trama detrás del héroe, pasiva, esperando a que este mueva ficha. Pero se hace especialmente molesto cuando una vez terminado su arco y formalizada su relación más tarde, Jill se queda literalmente esperando con la carita empapada a que Clive llegue con rosas. Y aunque parece mentira, se le escapa la vida imaginando que vuelve a pasarse por la guarida. Si bien la relación amorosa no es lo que mueve a Clive y no cosifica directamente a Jill, una vez el romance se hace oficial, nuestra princesa del hielo cae en el olvido.

Jill, de Final Fantasy XVI // ©Square Enix

En las primeras etapas de la historia de Berserk, Casca se presenta como un personaje femenino fuerte e independiente, pero a medida que avanza la trama, al terminar el arco del eclipse, queda relegada no a uno, sino a varios de estos roles. Así, pierde la capacidad de tomar decisiones y actuar por sí misma, lo que hace que su desarrollo como personaje se estanque y su papel en la trama pase a ser algo meramente secundario y pasivo respecto de las acciones y decisiones de los personajes que la rodean. Queda mentalmente vulnerable y requiere del cuidado y protección constante del protagonista masculino, Guts, lo que la mete de lleno en ser la damisela en apuros. Gran parte de la motivación y desarrollo de Guts gira en torno a su relación con Casca y su deseo de protegerla y curarla del trauma, lo que la convierte en el objeto de deseo y conquista del héroe ―o antihéroe en este caso―. La objetivación sexual a la que Casca es sometida no es moco de pavo, ya que a día de hoy se sigue criticando más de una escena explícita que perpetua la noción de la mujer como objeto de violencia y dominación masculina.

Los ejemplos de Jill y Casca muestran cómo incluso en las obras más modernas, sean literatura o videojuegos, los personajes femeninos pueden ser relegados a estereotipos y servir como un recurso narrativo para impulsar la historia y el desarrollo de los personajes masculinos. Estos tropos no solo han limitado la representación y el desarrollo de personajes femeninos perpetuando nociones sexistas sobre el papel de la mujer en la sociedad, sino que han tenido un impacto real en la forma en la que se percibe y se trata a las mujeres.

Sin embargo, da gusto ver como poco a poco, en los últimos años los creadores tienen consciencia sobre una representación más justa, diversa y empoderadora de los personajes femeninos en todos los medios. Con todo esto no queremos decir que las mujeres no puedan ser rescatadas, sexis ni tener una relación amorosa, pero es fundamental seguir impulsando un cambio y promover la creación de narrativas que presenten a las mujeres como seres humanos multidimensionales, con sus propias fortalezas y deseos más allá del hombre. La ficción tiene el poder de dar forma a nuestra percepción de la realidad e influir en nuestras actitudes y comportamientos en cierta medida, además de mostrar qué actitudes perpetuamos en la vida real. Si exigimos personajes femeninos con un buen desarrollo podemos hacer uso de la ficción como una herramienta para el cambio social y la igualdad de género. Así que va siendo hora de dejar de lado los tropos limitantes y darle a los personajes femeninos la complejidad que merecen.

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