Opinión: Es hora de hablar del final de Tokyo Revengers

Los viajes en el tiempo en la ficción son siempre un arma de doble filo. Pese a que es un concepto interesante en la mayoría de los casos, llevarlos de mala manera puede tener consecuencias horribles para la narrativa. Para empezar, en muchos casos la sensación de peligro o drama puede desaparecer, ya que si se puede arreglar con un ligero salto a unos días atrás, la preocupación se desvanece, mientras que otro de los contratiempos es que la trama se puede volver difícil de seguir. En el mejor de los casos, estas amenazas son sencillos de evitar con suficiente experiencia, pero por otra parte, si su autor no es lo suficientemente ducho, puede cargarse de un plumazo una historia con un tremendo potencial. Este es el caso de Ken Wakui con el último arco de Tokyo Revengers.

Es importante recalcar, mis queridos pandilleros, que este artículo destripará completamente los eventos de Tokyo Revengers incluyendo su final, por lo que debéis estar preparados. No podréis viajar atrás en el tiempo ésta vez.

El viaje en el tiempo no es, ni de lejos, el único problema que tiene esta ultima parte del manga, pero sí es uno de los principales culpables de las cosas que más de quicio me sacan. Antes de nada, un repaso rápido de los acontecimientos de la obra: Takemichi Hanagaki tiene el poder de viajar mentalmente a su yo doce años en el pasado mediante un apretón de manos con Naoto Tachibana. Con esto, tiene la intención de salvar a su novia de la adolescencia —Hinata, que es también hermana del mentado Naoto—, cambiando poco a poco el pasado, aunque en su camino conoce a todos los miembros de la Tokyo Manji Gang, o Toman, encabezados por Mikey, que funciona como deuteragonista de la trama y Draken, miembro que también dará que hablar en este arco. Con esta premisa llegamos a un lío de combates, alianzas y traiciones que culminan con la caída de tanto Izana, el hermanastro de Mikey —aunque este arco también se llevó por delante a su otra hermanastra, de una forma bastante gratuita, aunque Tokyo Revengers y sus personajes femeninos no es que tengan una buena relación— como del villano principal de la obra, Tetta Kisaki. Si bien es cierto que hay cosas que dejan que desear, el conocido como arco de Tenjiku podría haber sido un buen cierre para la saga.

Con toda esta información de los sucesos creo que ya podemos entrar a fondo. Con el futuro cambiado tras la muerte de Kisaki —aunque nos revela que no es el segundo viajero del tiempo, lo cual nos deja aun con la duda— la mayoría de los cabos están atados: por fin Hinata ha llegado al presente sana y salva junto con casi todo el resto de personajes, además de que todo ha acabado tan bien que se va a casar con el protagonista. Los personajes han cumplido sus sueños después de todas sus andanzas y oye, un final feliz para todos después de tanta mierda no viene mal. Para todos… excepto para Mikey, que no está. Resulta que en estos doce años se distanció del grupo por la energía oscura que supuestamente lleva dentro y le obliga a matar, lo cual le ha ido convirtiendo en una persona amarga y autodestructiva poco a poco. Por supuesto, Takemichi, como buen chico que es, lo busca para conseguir que vuelva con ellos, aunque el propio matón le dijo que no lo intentara cuando volviera del pasado. Si bien casi muere con ello, en una emotiva escena donde Mikey es interrumpido al momento de intentar quitarse la vida, nuestro protagonista jura que le salvará y con ello consigue viajar en el tiempo una última vez.

Esta escena es tremendamente bonita y en su momento estábamos locos por saber que iba a ocurrir ©Kodansha

Takemichi despierta de nuevo en el pasado, esta vez dos años más tarde de lo usual, para arreglar lo que sea que esté impidiendo que Mikey consiga su redención. Pero se encuentra con un mundo cambiante, ya no solo en aspecto sino en el estado de las bandas: con la separación de la Toman dos años atrás —acto que dio cierre al último arco— las calles están separadas por otras tres bandas conocidas como las tres deidades: Rokuhara Tendai, liderada por South Terano; Brahman, liderada por Senju Kawaragi y por ultimo, la Kanto Manji Gang que tenía como jefe al propio Mikey. Evidentemente nuestro héroe se da de bruces con el conflicto y acaba uniéndose al segundo bando, donde también estaba un Draken muy cansado de todos los conflictos. Es aquí donde descubrimos que, pese a que Takemichi no puede volver a viajar en el tiempo por ahora, ha conseguido, sin ninguna explicación, la capacidad de ver imágenes del futuro sin contexto, siendo la primera de ellas la muerte de Senju, la líder —la única líder de toda la serie, de hecho, aunque como decíamos, esta serie no destaca en personajes femeninos y no termina haciendo demasiado— de la organización a la que se acaba de unirse. Afortunadamente ese mismo evento consigue evitarse pero con el precio de la muerte del antiguo vicecomandante de la Toman, Draken.

Y viene aquí es el primer problema que veo en la narrativa del final de Tokyo Revengers y de como trata a sus personajes. Pero para que entendáis lo que quiero decir tenemos que considerar por qué ocurre el arco en el que nos encontramos. Takemichi ha vuelto al pasado porque, y permitidme que enfatice en lo siguiente, pese a que todos sus otros amigos han conseguido su final feliz, quiere rizar el rizo y salvar a un personaje que se ha convertido en un muerto en vida, pese a que este en principio, para evitar problemas, le había pedido que no lo hiciera. De nuevo, nuestro héroe ignora la voluntad de Mikey y va a por él. Con esto considerado, Drakken muere bajo la lluvia por estar en un sitio en el que no debería estar, para salvar a los protagonistas. Y en ningún momento a Takemichi se le ocurre considerar arreglar su situación o, por lo menos, cual tropo de héroe, prometer a su cuerpo moribundo que intentará subsanarlo mediante sus viajes en el tiempo, como lleva haciendo antes. Sinceramente, esto me pareció muy triste, porque dejaba a Mikey como el único personaje importante en la trama actual y todo lo demás como algo de segunda. Si el líder de la Toman está triste, vayamos atrás para arreglarlo pero si muere un personaje que también importaba en la trama y del que habías conseguido un final feliz, que más da. La trama no se molesta ni en un segundo en mencionar las consecuencias de esto, pero, como iréis comprendiendo, éstas últimas no parecen existir en Tokyo Revengers.

A partir de aquí, el resto de la primera mitad del arco se desarrolla de forma normal para los estándares, con personajes pegándose y teniendo flashbacks. Lo normal y esperable. Todo culmina en la llegada de Mikey por fin al arco y su pelea con Takemichi, al que manda al hospital. Entre éste conflicto y la batalla final hay una pausa para mostrar la nueva banda que se hace con los restos de Brahman y de la antigua Toman—siendo el nombre de esta banda «la segunda generación de Tokyo Manji», aunque sigo pensando que no llamarla directamente «Tokyo Revengers» fue una opción desaprovechada— pero no mucho más destacar. Es en el conflicto final donde las revelaciones empiezan a apilarse y con ello, las decisiones extrañas. De la batalla en sí no hay mucho que decir más allá de que las peleas se estiran muchísimo, hasta el punto de que puedes mezclar y saltar capítulos sin perder el hilo, pero ese no es el peor de sus males. Una revelación que cae en saco roto y que conviene mencionar es que Senju y su hermano Sanzu eran amigos de la infancia de Mikey y que la primera se cargó su avión de juguete, lo que provocó el comienzo de los impulsos oscuros del matón y que Sanzu portara sus características heridas en la boca por la paliza que recibió a partir de esto. Sinceramente, me pareció un motivo muy baladí que todo hubiera ocurrido por algo tan insignificante. Y lo peor estaba por llegar tras la segunda revelación de la batalla final.

Resulta que el segundo viajero del tiempo es ni más ni menos que Shinichiro Sano, el hermano mayor de Mikey —que, por si no os acordáis, fue asesinado en el arco del Valhalla— que consiguió sus poderes tras asesinar a un vagabundo y arreglar la línea temporal en la que estaba. ¿Y que ocurría en los eventos originales? Pues que Mikey, jugando con el juguete antes mencionado, se había caído por las escaleras y, por ello, quedado tetrapléjico. Quitando que un avión de juguete ha causado más problemas para la trama que todas las maquinaciones de Kisaki siendo el colmo de la conveniencia, este desarrollo de los acontecimientos me enfurece mucho. Veréis, a lo largo de la serie y especialmente en este último arco, este personaje ha tenido decisiones bastante malas, desde aislarse o hasta responder violentamente a gente que simplemente le quería ayudar, por lo que a los ojos del lector probablemente se tuviera una visión bastante negativa de él. Aunque comprensible —el pobre lo ha pasado bastante mal, pues durante los eventos de Tokyo Revengers se han muerto sus tres hermanos— es normal que haya cierto antagonismo del público hacia él. Es por eso que en una suerte de lavada de cara te muestran en un presente paralelo donde el pobre está mal y triste, intentando generarte pena y que empatices con él. Me parece una estrategia muy tramposa y, al ser la segunda vez que lo veo —no diré que obra es por evitar spoilers, pero es un videojuego— en una obra juvenil, me da miedo que pueda convertirse en un tropo excesivamente común. No puedes hacer a un personaje comportarse como la peor persona posible para usar como carta blanca y absolvente la idea de que en un mundo supuestamente correcto tuviera una discapacidad física grave, ya no solo porque es una bomba de humo perezosa, sino porque la gente discapacitada no es un tropo al que engancharte.

Si me dieran un euro por cada «futuro arreglado» en el que el personaje que se ha comportado de forma horrible acaba tetrapléjico para dar pena al espectador tendría dos euros, que no es mucho pero es raro que haya pasado dos veces. ©Kodansha

Tema escabroso aparte, también se revela que este viaje en el tiempo es el que provoca suficiente karma para crear los impulsos oscuros que Mikey —y también Kazutora, su asesino, como se revela en un flashback— que es otro problema que empaña la narrativa. En esta obra hemos ido siguiendo las desventuras de muchos jóvenes que han tenido pasados trágicos o, directamente, personalidades conflictivas, por lo que la idea de que la más complicada de ellas resultase ser, básicamente, magia sin mucha explicación hace que el desarrollo de este personaje caiga en saco roto. Esto especialmente si consideramos que la salud mental de este hombre y las razones de su deterioro han sido muy importantes para la trama. Sin embargo, el mayor problema de todos ocurre al final de la batalla y lleva a la conclusión de la obra. Después de un combate encarnizado entre los dos protagonistas, Mikey cede a sus impulsos y apuñala a Takemichi con una katana, lo que lo mata y hace que el primero despierte del trance entre lagrimas, pidiendo un milagro.

De repente, y a dos capítulos de terminar la trama, el manga da un vuelco total, porque los dos chicos que hace un momento estaban peleándose han vuelto —sin ninguna justificación, en ningún momento se ha mostrado que puedan viajar al pasado dos personas a la vez— a cuando eran niños, antes de cualquiera de los eventos antes mencionados. Es aquí donde se encuentran, se dan cuenta de que de forma milagrosa han obtenido una segunda oportunidad y deciden arreglar, y no exagero, todos los problemas que les han ocurrido a cada uno de los personajes de la obra de un plumazo en un solo capitulo. Apenas se muestra como lo hacen, ni las implicaciones ni consecuencias. Se hace todo de pasada, offscreen y en aproximadamente cinco o seis páginas. Tanto los villanos como los héroes de esta obra son amigos de repente sin importar las motivaciones individuales de cada uno. Absolutamente todo se ha arreglado sin problemas y nada de lo que ocurrió antes de este capítulo ha importado ni va a tener consecuencias en el futuro. Podrías no haber leído el manga y empezar desde el penúltimo capitulo del manga y te enterarías de lo mismo. Tras eso, un último capitulo resumido en que todos los personajes ahora son personas maravillosas y tienen éxito, pero que no cuenta nada más. Podríamos hablar de los agujeros que genera esto —hay gente cuyo descenso a la violencia es demasiado gordo para solucionarlo de una manera así de simple, por no decir que los impulsos oscuros deberían haberse multiplicado muchísimo al haber tanto cambio o, como mínimo, no desaparecer— pero en esencia queda como un final cobarde que decidió tirar todo por la borda y usar un deus ex machina para que nadie se sintiera triste, a costa de manchar una obra que podría haber sido más atrevida o, por lo menos, que se hubiera tomado en serio. Es relevante destacar que el problema no es que el final sea feliz, sino que se haya llevado toda la historia y su mensaje por delante para hacerlo.

Y así, a trazo gordo se resume el acto final de Tokyo Revengers que tanto me decepcionó. Podría hablar de más problemas de la obra, como de que personajes con muchísimo potencial sean abandonados a su suerte —Hanma, los Hantani o Senju, aunque también se podría extrapolar a cualquier personaje femenino— para introducir cada vez más caras nuevas a medias en el ultimo arco, o decisiones directamente turbias —pregunten a vuestro fan de Tokyo Revengers de confianza que pasa entre la hermana de Inupi y Kokonoi—. También es cierto que antes de que empezara el último arco, este manga me fascinaba, por lo que el golpe fue aun más duro y la prueba de que un final lo suficientemente malo puede arruinar la percepción de una obra. Tras todo esto, sinceramente, si me dieran los poderes de Takemichi, lo primero que haría es impedir que Ken Wakui empezase su guion.

2 comentarios en “Opinión: Es hora de hablar del final de Tokyo Revengers

Deja un comentario