Paleontología Pokémon: las oportunidades desaprovechadas de Paldea

Una de las indiscutibles proezas de Pokémon como saga —a pesar de las muchas pegas que uno podría, y de hecho debería, ponerle a su status quoyace en el diseño de personajes y de criaturas. Muchos artistas han participado en este proceso, a la postre unificado bajo el legendario estilo de Ken Sugimori, y ello se hace notar en una heterogeneidad conceptual que aporta encanto y carisma. Pero no se trata de lanzar ideas sin más; la necesaria coherencia viene dada por, entre otros factores, las semejanzas que guarda este fantástico mundo con el nuestro. Sin importar cuán surrealista sea, véase, un primate que suelta fuego por la cabeza, éste cobra sentido en la medida que se inspira en la mitología y folclore humanos. A menudo, sin embargo, estas sutilezas se pierden y los paralelismos son claros: así ocurre con los fósiles pokémon. La vida prehistórica, al fin y al cabo, ofrece una fuente de inspiración prácticamente inagotable.

Podría decirse que Pokémon Escarlata y Púrpura, en particular, han dado mucho de qué hablar. Estas entregas —los cuales pronto recibirán contenido descargable en la forma de El tesoro oculto de Área Zero— se ambientan en la región de Paldea, basada en la Península Ibérica. Una de sus más destacadas novedades son las paradojas, entes que hipotéticamente provienen de un pasado y futuro remotos mostrando la apariencia que algunas especies solían tener o cobrarán con el tiempo. Concretamente, las exclusivas de Escarlata denotan cierto parecido con criaturas prehistóricas: mientras que, por ejemplo, Colmilargo claramente se asemeja a los mastodontes y mamuts que antaño poblaron el planeta, se deja caer que Melenaleteo podría encarnar el espíritu de un ptesorauria fallecido. Ondulagua y Electrofuria, asimismo, han estado en boca de todo el mundo: contradicen de todo punto la historia del trío de perros legendarios, en favor de retratarlos como un dromeosáurido y un diplodócido, respectivamente.

Estando así las cosas, es fácil entender por qué Paldea carece de fósiles pokémon como tales. El «cupo» está lleno con las paradojas, las cuales ni siquiera referencian especies endémicas de la Península Ibérica. Al César lo que es del César: la línea evolutiva dragón/hielo acabada por Baxcalibur, guiños al género kaiju aparte, es un gran homenaje al Concavenator corcovatus. Hallado originalmente en el yacimiento de Las Hoyas, en Cuenca, se cree que la espina dorsal que portaba —cosa que no lo emparenta con los espinosáuridos— se usaba para algún tipo de regulación térmica. En eso consiste precisamente Termoconversión, habilidad insignia de Baxcalibur, que lo hace invulnerable a las quemaduras e incrementa su ataque cuando entra en contacto con golpes del elemento fuego.

Mi amigo Pepito y yo 🙂 / ©The Pokémon Company

Para mayor inri, su ubicación en el norte de la región coincide aproximadamente con la sierra de Atapuerca, donde yace la Sima de los Huesos: una excavación arqueológica donde se han encontrado restos humanos con una antigüedad de más de 400.000 años. Lo particular es que cuenta con una sola muestra de industria lítica en la forma de un hacha de mano, apodado «el bifaz Excalibur«; anécdota en la que, del mismo modo, Gamefreak probablemente se basó. Como podéis ver, en esta saga las inspiraciones van mucho más allá del simple parecido. El equipo artístico invierte una cantidad admirable de investigación y mimo en retratar apropiadamente a cada miembro del creciente elenco de criaturas. Por este motivo, fastidia especialmente que no se aprovechara la oportunidad que ofrece nuestro ecosistema prehistórico, una posibilidad que exploraremos a continuación.

Conviene advertir que lo que con este artículo se pretende no es aportar un estudio paleontológico de todo punto fidedigno, pese a que naturalmente la información en éste vertida está debidamente contrastada. Las siguientes líneas emanan puramente de la pasión que un servidor siente por el Mesozoico y los animales que vivieron en aquella época, la cual espera compartir con nuestres lectores.

Pelecanimimus polyodon

Solamente se conoce un ejemplar —encontrado, asimismo, en Las Hoyas— extraordinariamente bien conservado de este dinosaurio no aviano, perteneciente a la familia de los ornitomimosaurios. El «imitador de los pelícanos» debe su nombre al saco bajo su mandíbula, reminiscente del ave moderna. Se cree que podría haber servido para, similarmente, el almacenaje de peces durante sus labores de caza en los humedales que habitaba. Era de pequeño tamaño: medía alrededor de 2 metros. A diferencia de otros de sus parientes, un tanto más asimilables con las avestruces, contaba con nada menos que 220 dientes. Recreado en la Paldea antigua, poseería los tipos roca/eléctrico, para aportarle una ventaja frente a la naturaleza acuática de los Wishiwashi que constituyen su dieta. Como es lógico, sería bastante veloz pero con estadísticas defensivas más bien pobres. Varios de sus movimientos consistirían en mordiscos y golpes con sus afiladas garras, como por ejemplo Colmillo rayo. Asimismo, de un modo similar a Pelipper, tendría acceso a Reserva, Tragar y Escupir. En cuanto a su habilidad, tomaría Tragamisil prestada de Cramorant; esto le permitiría asestar ataques sorpresa con nada menos que su propia presa.

Recreación del Pelecanimimus en el Museo de Paleontología de Castilla-La Mancha / ©MUPA

Stegosaurus ungulatus

Hubo un tiempo en el que se creía que los estegosaurios no vivieron en Europa; tal noción quedó desmentida en 2006, cuando en el yacimiento de Casal Novo (Serra da Lousã, Portugal) se encontraron restos de Stegosaurus ungulatus, posteriormente confirmados en la excavación de Vale Pombas. Este gigante del Jurásico superior, de unos nueve metros de longitud, es archiconocido por la peculiar hilera de placas y púas que recorren su lomo. Son más pequeñas y afiladas que las de su pariente, Stegosaurus stenops. Asimismo, pareciera gozar de una cadera más poderosa como resultado de diferencias en el fémur. La utilidad de este arsenal ha sido el centro de incontables debates: exhibición como parte del apareamiento, termorregulación, defensa frente a depredadores… Para traducirlo al mundo pokémon optaremos por una mezcla de todas ellas.

Dispondrá de la combinación roca/fuego, que le permite tostar las hojas de las que se alimenta y poner sus huevos en zonas de alta actividad volcánica para que la incubación sea exitosa. De unas defensas impecables, dispara las protuberancias de su espina dorsal para provocar devastadoras explosiones —imaginaos algo como el método de ataque del Bazelgeuse, de Monster Hunter—. Al hacer uso de esta técnica expulsa, además, una capa densa de humo que le permite pasar desapercibido. El aroma de los materiales sirve, asimismo, para atraer a otros del sexo opuesto. Entre sus ataques más comunes destacaría Coraza trampa, compartido con especies como Turtonator. Normalmente provisto de Combustible, su habilidad oculta sería una contraparte de Termoconversión que aumenta la ofensiva especial al entrar en contacto con agua o hielo.

Esqueleto de Stegosaurus ungulatus en el Museo Carnegie de Historia Natural (Pensilvania, Estados Unidos) / ©Carnegie Museum of Natural History

Iberomesornis romerali

Hoy día, está universalmente aceptado que un grupo de dinosaurios, lejos de extinguirse, permanece junto a nosotros bajo la guisa del ave moderna. Iberomesornis es otro descubrimiento más de Las Hoyas —excavación que contiene sobre todo hallazgos de especies que vivieron a principios del Cretácico— y constituye una suerte de paso intermedio entre el celebérrimo Archaeopteryx y los Neornithes de la actualidad. A diferencia de su pariente de finales del Jurásico, contaba con un pigóstilo, estructura típica de un ave; así como con un todavía arcaico coracoides, hueso del que los mamíferos no disponemos y que resulta clave para reunir fuerzas a la hora de batir las alas. Así pues, este pajarillo del tamaño de un gorrión —así como otros yacimientos coetáneos en China— permitió resolver varios enigmas sobre el origen del vuelo moderno. Tenía una sola garra en cada ala y sus patas desarrolladas le permitían posarse en las ramas de los árboles. Lamentablemente, no hay registros fósiles de su plumaje ni de su cráneo, de modo que no conocemos nada sobre su dieta.

Claramente emparentado con Archen y Archeops, la combinación roca/volador le viene que ni pintada a nuestra reimaginación de Iberomesornis. Capaz de un vuelo hábil, tendrá herramientas un tanto más equilibradas, favoreciendo la ofensiva física; además, no estará lastrado por la habilidad Flaqueza. En cambio, a modo de guiño a la carencia de registros craneales, poseerá Cabeza roca. Lógicamente, tendrá acceso a movimientos como Testarazo, Pájaro osado, Doble filo e incluso Voltio cruel. La estrategia típica consistirá en usar Afilagarras cuando convenga para aumentar el daño infligido y, a la postre, asestar golpes devastadores sin temer al daño de retroceso. Para rendir tributo a su —relevantísima, dentro del campo de la paleontología— capacidad de posarse en las ramas de los árboles, su técnica exclusiva consistirá en una versión modificada de Respiro. La recuperación de salud será menor, sin embargo, le permitirá anular cualquier disminución de sus estadísticas así como contrarrestar los efectos de Púas, Púas tóxicas y Trampa rocas.

Restos originales de Iberomesornis romerali / ©MUPA

Allosaurus europeaus

El «lagarto extraño» —paradójicamente, es de los dinosaurios carnívoros con mayor número de hallazgos— data de una época anterior a su pariente lejano, Tyrannosaurus rex; pertenece al Jurásico tardío, hace unos 150 millones de años. Igual que Stegosaurus ungulatus, fue descubierto en Porto Novo en 2006, lo que confirmó la existencia de esta especie en Europa. Era el depredador por excelencia de su época, popularmente apodado «el león del Jurásico». De hasta siete metros de longitud, pesaba alrededor de una tonelada. Se cree que era rápido, a juzgar por el volumen de sus patas traseras y la posibilidad de que usara su cola como contrapeso. Ciertos hallazgos demuestran que eran capaces de vivir en manada. «Big Al» es el mote que recibió el ejemplar más completo del terópodo hasta la fecha, de la variedad jimmadseni —encontrado en Wyoming—; tanto es así, que podemos identificar rastros de patologías e infecciones en su esqueleto. Portaba unas distintivas crestas sobre los ojos, así como ornamentaciones nasales, que se sospecha que podrían haber hecho las veces de visera o parasol, protegiendo los ojos de Allosaurus.

Las crestas-visera harían de nuestro fósil de Paldea un antepasado no aviano de Flygon, apropiadamente acompañado del tipo roca/dragón. Esto lo emparenta además con Tyrunt y Tyrantrum, procedentes de Kalos —erróneamente, todo sea dicho, dado que T-rex nunca vivió en Europa—. Sus ojos estarían cubiertos por unas similares membranas con forma de burbuja, lo que le aportaría una ventaja nocturna en las junglas donde caza; las cuales, millones de años después, se tornarían desiertos a rebosar de Trapinch. De capacidades similares a su sucesor, utensilios como Cola veneno o Puya nociva recordarían a la anécdota de «Big Al» mientras amplían las posibilidades de combate contra hadas. Paliza no es un movimiento particularmente poderoso, pero tendría sentido como parte de su arsenal dado que está acostumbrado a trabajar en equipo. Equipado con Impulso, Ojo compuesto y Velo arena, abriría la puerta a estrategias de todo tipo.

¿Sería un carnívoro altamente competitivo como Allosaurus capaz de una vida gregaria? / ©Daniel Eskridge

Tamarro inesperatus

Solamente disponemos de un hueso perteneciente a Tamarro inesperatus por el momento; y es que, a pesar de que éste se halló en el Pirineo catalán en 2003, no se ha identificado como especie hasta principios de 2021. Sin embargo, la paleontología moderna nos permite deducir mucho a partir de una simple muestra. Pertenecía a los troodóntidos, un grupo de terópodos de tamaño pequeño a mediano emparentados con los dromeosáuridos —cosa que se intuye a partir de las protuberancias curvadas que pesentan en los pies— como Deinonychus o Velociraptor. Una nota distintiva de esta familia de dinosaurios yace en el gran tamaño de su cerebro; gozaban, asimismo, de cuencas oculares y auditivas especialmente poderosas. Tanto es así, que el posicionamiento de sus oídos era asimétrico, como ocurre con algunas especies de búho hoy día, para registrar sonidos de baja frecuencia.

Volviendo a Tamarro, se cree que estaba recubierto de plumaje y sería un buen planeador. Posiblemente tenía una dieta o bien carroñera o bien consistente en pequeños reptiles, insectos y mamíferos. Como curiosidad, el nombre de la criatura proviene del tamarro, una criatura esquiva y gamberra del folclore de los Pirineos que viene a ser el correspondiente de esa zona del gamusino. La naturaleza escurridiza y juguetona del críptido en que se inspira tiene todas las papeletas de un pokémon roca/hada. Experto en ataque especiales como Joya de luz o Fuerza lunar, sería muy complicado de avistar y sobre todo capturar. Los rumores parecen indicar su parentesco con Noctowl, provisto de una estrategia similar a la hora de afrontar sus presas consistente en utilizar Hipnosis y Comesueños en sintonía. Aquellos con pericia a la hora de usar sus alas contarían con Levitación para cubrir la debilidad frente a Terremoto; la habilidad oculta Espejo mágico, por otra parte, complicaría las oportunidades de infligirle estados alterados.

A la izquierda, una recreación del aspecto de Tamarro inesperatus hecha por el paleoilustrador Óscar Sanisidro. A la derecha, vistas varias del único hueso conservado de la especie. / ©Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont.

Parte de la magia de Pokémon, como os decíamos al principio del artículo, es el abanico casi infinito de posibilidades que ofrece en cuanto a las particularidades jugables y de diseño que cada criatura ofrece. Enternece pensar que cada uno es al menos el favorito de una persona, y quién sabe, tal vez el futuro nos depare apuestas de inspiración paleontológica que hagan las delicias de un servidor. O a lo mejor al Entei paradoja le brota un par de alas y se pone a volar. En cualquier caso, ¡disfrutad de las aventuras en Noroteo y la Academia Arándano! Y recordad: ¡salve Lord Helix!

2 comentarios en “Paleontología Pokémon: las oportunidades desaprovechadas de Paldea

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