Opinión: Cazadores de Itos, protagonistas de terror como vehículo del espectador

En internet, allá por el año 2006 y con referencias hasta hoy en día, surgieron en foros, blogs y demás los llamados creepypastas, historias de terror cortas, pensadas para su difusión online en masa mediante el copia y pega. Accesibles para ver, editar y crear por todo usuario de la red, obviamente había muchas variaciones de la misma historia y nuevos relatos originales saliendo constantemente. A esto se le sumaba un tipo de historia muy específica, las de narrador protagonista.

Cuando el narrador de una historia de terror es el protagonista, perdemos parte del contexto que rodea la historia respecto al que aportaría un narrador omnisciente. Como lectores, descubrimos trozos de lo que ocurre al mismo ritmo que el personaje principal. Bien es cierto que nuestra velocidad de deducción y el contexto de que ya sabemos que es una obra de terror crean una diferencia con él, haciéndonos críticos con sus acciones y pensamientos porque «yo no haría eso», pero es esa voluntad de los protagonistas en un ambiente de miedo, todo lo que van a hacer para salir del asunto, lo que ayuda a formarlos como personajes.

Volviendo al tema creepypasta y la creatividad del terror en la red, hoy en día muchas de las historias en primera persona son sujetas a burla por como se comporta el narrador ante fenómenos paranormales, desentendiéndose de algo que claramente huele mal —no prestándole atención a aplicaciones de dudosa procedencia que aparecen en su escritorio, por ejemplo— y sí, desde un punto de vista como lector, quizás parezca ridículo, pero a su vez esto genera curiosidad por saber como alguien tan despreocupado va a acabar al final del relato. Puede estar peor o mejor escrito pero los personajes principales de lo macabro comparten este espíritu de final incierto. En cierta manera, este protagonista de una obra pensada para ser difundida por internet y el mismísimo Kirie Goshima, de Uzumaki, son similares, aunque no lleguen nunca a ser iguales.

La graciosa y el del eyeliner / ©Shogakukan

Sin entrar en terreno de spoilers, Uzumaki, de Junji Itō, trata de la pareja formada por Kirie Goshima y Shuichi Saito, habitantes del pequeño pueblo de Kurouzu-cho, en el que cosas extrañas relacionadas con espirales empiezan a suceder. El elemento que nos interesa aquí es el incremento en lo extraño y lo fuera de lo común según va avanzando la obra. A cada capítulo pasa algo de mayor magnitud en el pueblo y obviamente nuestros protagonistas reaccionan horrorizados, pero suelen hacerlo de manera muy tardía o incluso desechan lo terrible que ha sucedido un día en pos de lo que pase en el siguiente, con lo que volvemos a la idea del protagonista de terror atado a la historia hasta alcanzar el destino de la misma, pero apoyada esta vez en un formato más antológico: En cada capítulo lo que sucede es distinto, pero Kirie y Shuichi nos acompañan y nosotros a ellos. El empatizar con un protagonista es común al leer, ver o jugar a algo, pero en este caso tenemos el conocimiento de la naturaleza de las obras de terror, y esa empatía se convierte en preocupación.

No todos los protagonistas tienen que vivir aterrados de los que les rodea en el medio. Si bien es más prominente en los videojuegos la idea de darle al jugador una oportunidad de luchar contra lo desconocido, hay protagonistas del género, en todos los medios, capaz de devolver los golpes también. Ash Williams creó escuela con esto en Evil Dead 2 y los juegos de terror y supervivencia llevan años repitiendo esta capacidad del personaje principal con nosotros durante años —aún más con las recientes noticias de Silent Hill y Resident Evil—. Pongamos por ejemplo a Sebastián Castellanos, de la duología de The Evil Within. El juego nos pone en su piel en un entorno hostil y lleno de amenazas, pero vemos de primera mano como evolucionamos con él y aprendemos a sobrevivir y a enfrentarnos a lo que no conocemos. Como el mismo Sebastián, los protagonistas se vuelven nuestro vehículo y compañero de fatigas, ellos dependen de nosotros para sobrevivir y nosotros de ellos para resolver el misterio de lo que sucede.

En realidad James no mira al jugador porque bastante tiene con lo suyo. / ©Konami

Una gran parte de lo que hace al terror sacar brillo a sus personajes es el permitirnos ver su proceso de pensamiento. Según avanzamos vamos apreciando su psicología. ¿Qué hace tras salir de una situación de vida o muerte? Algunos se quedan callados, otros sueltan un suspiro de alivio y otros mascullan un chascarrillo. No hay dos protagonistas iguales, y es lo que da pie a estas obras a servir como un estudio de su mentalidad ante este peligro constante.

Un vehículo narrativo tiene ser entretenido de ver: Ya sea por los misterios que rodean sus orígenes y que como jugador tenemos que aclarar o por elementos que en los que sabemos lo mismo que a quién estamos siguiendo. Una parte importante del componente del terror es que cuando funciona mejor es cuando está asentado en un miedo real. Esto añade una interesante química a los fragmentos de juegos en los que el protagonista no habla, ya que el jugador se siente más solo, lo cuál no solo ayuda a recordar ese lazo de dependencia que creamos con los protagonistas de terror, sino que nos convierte a nosotros en la voz del mismo en el momento. Tampoco hay dos jugadores iguales, lo que inquieta a una persona puede no hacerlo con otra y viceversa, y esto crea la incertidumbre de qué es lo que nos vamos a encontrar a continuación y la propia paranoia dentro de la mente.

Buen chascarrillo, desafortunadamente, falta ortográfica. / ©Capcom

Al final del día, cuando te preocupas por un personaje quieres que llegue a una conclusión. Quizás deseas que tenga un buen destino porque está ahí contra su voluntad, sin comerlo ni beberlo, o quizás quieres que se expíe porque se encuentra en esa situación por sus propias acciones o errores, pero eso significa que al final del día conectamos con ellos de manera simbiótica. No es poco común en otros géneros de la ficción generar esa conexión con sus personajes, obviamente, pero es en un contexto de constante amenaza en el que estos muestran sus verdaderos colores y nos dejan conocerlos de verdad. Sabemos más de ellos y de nosotros al poder ver nuestras inquietudes reflejadas en quienes estamos manejando y siguiendo en sus andadas, y es este el principal motivante para pasar la página, presionar un botón, o clicar en reproducir el siguiente capítulo.

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