Rhythm Paradise, el olvidado telonero de Nintendo

El crepúsculo se cierne sobre la vida de la Nintendo Switch y, como era de esperar, la especulación sobre su inevitable sucesora está en boca de todos. A pesar del vertiginoso 2023 que la Gran N nos brindó en términos de salidas, la híbrida lleva ya un tiempo aparentemente perdiendo fuelle en lo atinente a proyectos de gran escala. Esto aparece evidenciado por una serie de motivos. Por un lado, el flujo de remakes, remasters y ports se ha visto incrementado —véase: Kirby’s Return to Dreamland, Metroid Prime, Super Mario RPG y muchos más todavía por lanzarse—, quizá por lo económica y creativamente solvente de estas propuestas, que no comprometen el lento desarrollo de los pesos pesados. Por otro —y, tal vez, para complementar lo anterior y evitar la fatiga aparejada con tanto refrito—, asistimos a una fase donde la imaginación endémica de esta compañía se cristaliza en producciones poco ambiciosas, no en vano completamente originales. Son demostrativos de esta tendencia Detective Pikachu: El regreso, Everybody 1-2-Switch! y, en especial, WarioWare: Move It!.

Detengámonos en el caso de WarioWare, por ser uno de los supuestos que con mayor claridad ejemplifica este tipo de producciones de bajo perfil. Conocida por una jugabilidad fugaz, accesible y que exprime al máximo las posibilidades de cada sistema y sus respectivos periféricos, esta saga no se ha saltado una sola consola de Nintendo desde su debut con WarioWare, Inc.: Minigame Mania para la GameBoy Advance —esto es, si contamos entregas de estatus debatible como D.I.Y. o Game & Wario—. Hubo una época en la que el nicho de títulos de esta corte era amplio y prolífero, particularmente durante la era de la Nintendo DS y la Wii. Este período de apogeo «casual» vio el nacimiento de Elite Beat Agents, Big Brain Academy, Wii Sports y la llegada al estrellato de los juegos a los que vamos a dedicarnos hoy: Rhythm Paradise, del mismo equipo que WarioWare.

Fruto de la colaboración entre Nintendo y el productor, compositor y vocalista japonés Tsunku♂, la conocida en América como Rhythm Heaven toma prestado de su franquicia madre el formato segmentado y la estética caricaturesca para llevárselos al terreno de un videojuego de ritmo. La filosofía del «sencillo de entender, pero difícil de dominar» a la que tantos éxitos debe la Gran N queda meridianamente clara cuando analizamos su particular forma de sobrevolar este género: mientras que clásicos como Dance Dance Revolution o Guitar Hero juegan todas sus cartas al frenético e intenso encadenamiento de inputs, Rhythm Paradise se basta y se sobra con, como mucho, dos botones a la vez.

Os presentamos a Kárate Killo, la «mascota» de Rhythm Paradise. No sabemos por qué golpea macetas sin parar ni quién se las lanza, pero se le da muy bien. / ©Nintendo

La menor variedad mecánica es una aparente limitación que, si nos paramos a pensar, se revela como la mayor fortaleza de esta saga. Planteémonos la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto desarrollamos nuestro sentido del ritmo jugando a los títulos mencionados anteriormente? Sí, las flechas o acordes van al compás, pero el grueso del desafío está en coordinar tu cuerpo o tus manos para dar la respuesta esperada a tiempo. Las canciones son un elemento más al servicio de la experiencia, mientras que Rhythm Paradise las lleva de frente como su seña de identidad. Al rebajar la carga motriz —no así la dificultad, como tendremos ocasión de explicar—, es posible centrarse más detenidamente en la melodía y dominarla de una forma que no podríamos en Beat Saber u osu!. También está la ventaja de que como cada escenario cambia radicalmente las reglas del juego respecto del anterior —de nuevo, ahondaremos en ello seguidamente—, el título tiene la ocasión de educar sobre distintos fundamentos de la música en función de los controles que cada fase plantee. Tanto es así, que la mayoría de niveles están pensados para que, con la suficiente práctica, puedan completarse hasta con los ojos cerrados —una afirmación de la que da fe quien suscribe estas líneas—.

Sería poco diligente avanzar sin detenerse en el desbordante carisma de la franquicia. Las varias decenas de minijuegos no suelen durar más que un par de minutos, pero cada uno cuenta su propia historia, cargada de humor visual y diálogos escasos, pero efectivos. Tan pronto aprenderemos a jugar al golf con la ayuda de un simpático mono como tendremos que acompañar a un valiente samurái en su aventura para detener al Rey Demonio. También acudiremos al concierto de nuestra idol de ensueño para dar las palmas al ritmo de su actuación. Quién sabe, quizá hasta se nos aparece un marciano y tenemos que hacer de intérprete en las comunicaciones con la Tierra. A veces, conforme avancemos y nos adentremos en algunos de los escenarios más complicados, observaremos que la información en pantalla está ahí para confundir, distraer o sencillamente incordiar al jugador. Los desarrolladores quieren que te centres en la melodía y serán todo lo canallas que haga falta con tal de que prestes atención. Cada cuatro fases habrá que completar un remix: colofones musicales que mezclan los patrones aprendidos hasta el momento, con una estética unificada. Son una forma muy creativa de adaptar los clásicos jefes finales de un videojuego al género de ritmo, acompañados de algunas de las mejores melodías producidas por la Gran N.

Hagamos una breve trayectoria histórica. La saga debutó en la GBA con Rhythm Tengoku, el cual recibiría un port para las máquinas arcade niponas en 2007. No salió de Japón, de modo que no hay forma oficial de jugarlo en español ni en inglés. Fue, de hecho, anterior a WarioWare, como deja en claro la rudimentaria identidad visual del título. Por todo lo anterior, así como por su intensa dificultad en comparación a lo que veríamos años después, no es la entrega más recomendable para novatos. Ese sería el caso del titulado a secas como Rhythm Paradise y su secuela, Beat the Beat: Rhythm Paradise, para la Nintendo DS y la Wii, respectivamente. La versión portátil emplea la pantalla táctil para emular movimientos reales como el riff de una guitarra eléctrica, cosa que pareció cautivar a celebridades como Beyoncé. Conviene destacar que esta salida no solo estaba traducida a lenguas como el español en sus textos, sino que todas las canciones con letra tenían versiones en castellano. El lanzamiento para Wii, curiosamente, no se sirve de los controles de movimiento endémicos de la consola, sino que regresa a los botones para aportar una de las experiencias más redondas, al grano y rejugables del sistema. Se trata del Rhythm Paradise con un mejor equilibrio entre desafío y diversión constante y, por ese motivo, podéis considerarlo nuestra recomendación particular.

«Entrevista movidita» es uno de los minijuegos más populares de la saga, con una visión muy cañera del periodismo deportivo. / ©Nintendo

Hacen ya casi ocho años desde la última entrega en el momento en que se publica este artículo, Rhythm Paradise Megamix, lanzado para la Nintendo 3DS en 2016. Este es un título celebratorio —muy en la línea de WarioWare Gold, del mismo equipo, o de Monster Hunter Generations por parte de Capcom, se ve que la 3DS vio un curiosamente alto número de obras así en los últimos años de su vida— que, como tal, repasa las mejores ideas de todos los juegos anteriores mientras introduce una sana dosis de originalidad. Además, es el primero y único en contar con un modo historia que aporta contexto al espacio entre minijuegos, con una narrativa tan inofensiva como prescindible, si sois el tipo de persona a la que solo le importa la jugabilidad. Si sumamos florituras varias como un infernalmente adictivo modo desafío, minijuegos secretos que hacen las veces de postgame y muchas otras actividades extra, estamos ante una propuesta muy robusta en lo tocante a contenido. Sin embargo, bien es cierto que el formato más denso sacrifica en parte la hermosa simpleza de sus predecesores. Todo sea dicho, aquí un servidor le ha echado 200 horas a lo largo de los años, de modo que quizá poco podemos quejarnos de la que, en definitiva, es una muestra de todo lo que Rhythm Paradise ha representado a lo largo de las generaciones.

Se conoce que Tsunku♂ perdió su capacidad para cantar como consecuencia del cáncer de laringe que le diagnosticaron en 2014 y, aunque este hecho ha dinamitado las teorías sobre por qué no hemos visto a esta saga desde hace tanto tiempo, nada más lejos de la realidad: el productor de Rhythm Paradise, además de encontrarse en un estado saludable —si bien tuvo que, lamentablemente, extirparse las cuerdas vocales—, ha expresado su deseo de continuar su colaboración con Nintendo. La responsabilidad recae verdaderamente sobre lo que decida la Gran N, que quizás fundamenta su negativa en un empeñamiento de mantener sus franquicias frescas similar al culpable de que F-Zero esté durmiente. No obstante, toda afirmación a tal efecto no deja de ser especulación, y es que pareciera que el equipo de WarioWare se ha olvidado de sus orígenes. Afortunadamente, la comunidad de fans mantiene vivo el espíritu de esta saga con un sinfín de ingeniosas versiones de casi cualquier canción que se os ocurra, adaptadas a la gameplay de estos juegos —los conocidos como «custom remix», podéis buscarlos en YouTube—. Asimismo, el panorama indie nos ha traído sus propios giros de tuerca como Rhythm Doctor, Melatonin y el todavía por lanzarse Bits & Bops.

Téngase por delante que los Rhythm Paradise son títulos con una filosofía de diseño escueta y que, por este motivo, no serán del gusto de todos. Sin embargo, se trata de aventuras cortas e intensas donde se saca a relucir el talento de esta compañía para estirar las posibilidades que una sencilla idea es susceptible de aportar. Tarde o temprano, Nintendo cede y nos reconoce que no se puede vivir solo del gobierno tripartito entre Mario, Zelda y un tercer puesto debatido entre Animal Crossing y Pokémon: salir de la zona de confort es una táctica refrescante tanto para los creadores como los consumidores y, si se acompaña del marketing adecuado o se apuesta por el formato exclusivamente digital en la eShop, Rhythm Paradise podría regresar. Rellenar algún hueco en el calendario de salidas es un nada desdeñable papel a la hora de contribuir a la buena imagen de tu desarrolladora de videojuegos. Y es que al final, no hay mejor forma de apreciar un golpe sobre la mesa que por el contraste con apuestas de bajo perfil, pero arriesgadas. ¿Verdad, Sony?

¿Sabíais que Karasu-sama aparece en la versión japonesa de Beat the Beat: Rhythm Paradise? Pero se ve que está un poco de mala leche. / ©Nintendo

Un comentario en “Rhythm Paradise, el olvidado telonero de Nintendo

  1. Pingback: Bust a Groove: Por qué merece la pena jugar a esta joya | Futoi Karasu

Deja un comentario