Es incuestionable que una adaptación de un manga al anime ayuda a que este se popularice y lleguen nuevos seguidores —lo mismo pasa con cualquier adaptación de una obra escrita en papel al medio audiovisual—. Sin embargo, la naturaleza del contenido, el estilo artístico y la complejidad narrativa del noveno arte son factores cruciales que pueden hacer que un manga se aprecie mejor en su formato original. Por muy popular que se vuelva una obra después de ser adaptada, hay que tener en cuenta que, para bien o para mal, la experiencia no a va ser la misma.
Algunos mangas están tan arraigados a su estilo artístico y narrativo que una adaptación podría no beneficiarles. El medio del cómic permite —aunque de manera limitada, por las fechas de entrega que dicta la industria— al autor desplegar tanto como quiera la riqueza visual de su arte y llenar una página doble con todos los detalles que considere necesarios con tal de proporcionar un mayor impacto. Esto se lo puede permitir porque el lector tiene la libertad de mantenerse en esa página el tiempo que necesite.
En cambio, el dibujo en un anime no puede ser tan detallado porque consta de imágenes en movimiento y, para que una animación sea ágil y fluida, se necesita simplificar dentro de lo posible para que el espectador lo pueda digerir con facilidad. Por supuesto, lo bueno es que como medio que se vale por sí mismo, el anime tiene sus propias herramientas para generar impacto como el color y la banda sonora.

Si nos centramos en algunas otras obras extremadamente conocidas, se puede ver que no todo reside en la complejidad del dibujo. Por un lado, una de las principales razones por las que las adaptaciones de Berserk no funcionan es porque la narrativa oscura y la atmósfera del manga se ven potenciados por el dibujo en blanco y negro y por la fuerza del trazo de Kentaro Miura. Por otro lado, el anime de Vinland Saga adapta muy bien la obra original, pero aún así también se siente que no tiene el mismo peso en la parte artística.
Inio Asano ha demostrado, con su estilo personal, una capacidad de transmitir con una intensidad y sutileza únicas los temas que trata en Oyasumi Punpun. Si este manga ya tiene la fuerza suficiente para hacerte sentir lo que el autor quiere con sus diálogos y dibujos estáticos, ¿realmente necesitamos adaptarlo a otro medio para disfrutarlo?
Hay que tener en cuenta también que una mala adaptación puede perjudicar la visión que tiene el público sobre la obra. Muchos espectadores tienen malos recuerdos de ciertas obras simplemente porque prefirieron quedarse con la versión animada y no le dieron oportunidad al manga. Y esto no tiene porque deberse a los aspectos técnicos. A veces lo que originalmente era una comedia romántica pasa a ser un anime enfocado al fanservice, como pasó con Negima! Magister Negi Magi de Ken Akamatsu. Otras veces, se firma un contrato en el que se establece que el anime solo va a durar un número limitado de capítulos, lo que hace que existan adaptaciones con finales abruptos o inventados y que no resuelven muchos puntos importantes de la trama, como en Baraou no Soretsu o The Promosed Neverland.
Pese a que no se puede negar que el anime ofrece una nueva dimensión y que es indispensable para que una obra escrita gane popularidad, no todos los mangas necesitan una adaptación para ser apreciados y valorados —muchas veces no necesitan alcanzar tales cotas de popularidad, puesto que algunos autores solo quieren escribir y dibujar, no así hacerse famosos—. El manga como medio permite una libertad artística y narrativa en ciertos aspectos que, por ser irremplazables, no siempre se pueden replicar en la animación. Algunas historias y la identidad visual de las mismas están tan ligadas al formato en papel que posiblemente una adaptación no les haría justicia e incluso podría afectar a la fama de la obra original. Es por eso que es importante reconocer y valorar cuando una historia funciona mejor en el formato para el que originalmente se concibió, apreciando la riqueza y la experiencia que nos ofrece este medio.
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