En la mente de es una serie de artículos dedicados a profundizar individualmente en las características y motivaciones de algunos de los personajes más queridos e interesantes de los videojuegos y el anime
Últimamente pienso mucho en Silent Hill. Igual tiene que ver lo reciente que tengo su cuarta entrega, o si nos ceñimos a Silent Hill 2 como tal, el anuncio de su remake, con el cual he expresado mis reservas antes, durante y después del mismo, o tal vez sea la sobreexposición auditiva de la música de Akira Yamaoka a la que he sometido a mi cuerpo. Son pequeños factores envueltos en un manto de espesa niebla que me inyectan ganas de regresar al lugar maldito para expiar mis pecados. Pero, mientras tanto, no es mala idea buscar un compañero de viaje. Tal vez no visitemos el Lago Toluca o el Hospital Brookhaven hoy, pero sí podemos adentrarnos en la castigada psique de James Sunderland, el protagonista de la segunda entrega de la saga de Konami.
Este artículo contiene destripes cruciales de Silent Hill 2, especialmente en la recta final del mismo (a partir de la imagen de Pyramid Head)
Durante el prólogo, James Sunderland llega a las inmediaciones de Silent Hill, o mejor dicho, regresa a su gris cielo, tras recibir una carta de su mujer, Mary, fallecida por una enfermedad indeterminada tres años antes del comienzo de la historia. James se nos presenta como un hombre de pocas palabras, confuso y desorientado, pero también atento y servicial, como se demuestra al atender a todos aquellos que se cruzan en su camino. Ángela Orosco, la primera alma que nos cruzamos antes de poner los pies en el núcleo urbano de la localidad homónima, le advierte de no ir allá, un lugar contaminado por el mal. Así mismo, Ángela, temerosa y alborotada, huye de algo que desconocemos en pos de buscar a su madre. Por supuesto, James declina amablemente su consejo y le ofrece su ayuda desinteresada. Es en ese retrato afable, de media sonrisa enmarcada y una travesía interior que diverge con la interior, donde se construye uno de los pilares del personaje: su delicada situación mental y la máscara que ha creado, tanto física como a través de la simbología encarnada en las viles criaturas que acechan en la oscuridad.

Entre la niebla encontraremos muchas almas perdidas. Tal vez incluso la nuestra / ©Konami
James Sunderland sufre depresión. A diferencia de otras obras de ficción, y me atrevería a decir que el tráiler del remake peca de esto, se nos presenta de forma sutil, sin que el tormento y la culpa de James afloren en cada escena para incidir en el mensaje. No se nos restriega por la cara, sino que a través de los detalles, descripciones y pensamientos internos, la procesión va por dentro. Entre la serenidad melancólica de sus ruinas internas de James, quien siempre parece más entero de lo que está, y el caos a flor de piel del resto de personajes, el Team Silent da forma a su propio purgatorio. Porque el que mejor aparenta estar resulta estar peor que los demás. La paranoia maníaca de Eddie se deduce al primer minuto de conocerlo, al igual que el ruido interno que asola a Ángela. Sin embargo, y añadiendo otra capa de contraste, existen dos personajes cuya voz no apunta tanto al jugador como al propio James: Laura y María.
Laura es una niña huérfana de 8 años, deslenguada pero inocente, que afirma «ser amiga de Mary» y que James nunca la quiso. Poco a poco, Laura nos va aceptando. Se trata de una niña incapaz de ver a las monstruosas criaturas que merodean por la ciudad, probablemente por esa inocencia que la caracteriza y ese vínculo con el pasado: la vida de la propia Mary, cuya intención en vida era adoptarla. En fin último, aunque es una persona física, representa la propia lucha y redención de James Sunderland, el cual sí quería a Mary. En cuanto a María… ella sola también merecería un artículo propio, al igual que James. María ni siquiera es una persona, como se confirma en el contenido extra Nacida de un deseo, sino una materialización corpórea de los deseos y anhelos de James en Silent Hill. Devastado tras la pérdida de Mary, María es todo lo que James podría desear. De físico sospechosamente similar, pero con una personalidad mucho más atrevida y un carácter más fuerte. Desde su presentación, el juego nos hace creer que ella le ha estado esperando como agua de mayo. De nuestro trato con María dependerá también uno de los finales, así como la confirmación del último escollo a superar —los jefes finales del Silent Hill clásico nunca han sido obstáculos muy complicados a nivel puramente mecánico—. No deja de ser la alusión a una pesadilla que ha cobrado vida propia pero, ¿no va de eso la saga? ¿Y si un clavo sacase otro clavo y pudiésemos rehacer los pedacitos de nuestra vida junto a ella? ¿Seríamos felices así?

Infatigable. Inclasificable. Indestructible./ ©Konami
Silent Hill 2 no una huida plena hacia adelante, pero en ocasiones insinúa que podría serlo. Porque, como cualquiera de nosotros, James es indeciso, no siempre sabe cómo enfrentarse a sus demonios y su fachada se derrumba. Enfrentarse a la verdad puede ser doloroso, y la verdad oculta de James se llama Pyramid Head: el vivo reflejo de su culpa y frustración sexual. La primera vez que nos encontramos con el monstruo más célebre de la saga es violando a otro, un maniquí, antes de perseguirnos para darnos caza. Ni James ni el jugador sabemos qué es Pyramid Head, más allá de una implacable criatura humanoide, y no lo sabremos hasta llegar al Hotel Lakeview y encender el televisor. Esa puñetera pantalla. Mary no murió a causa de su enfermedad, sino que James la mató, a modo de eutanasia. También nos permite ver las consecuencias de su enfermedad: similar a un carcinoma pero mucho más agresiva, Mary aparece desfigurada, con la piel cubierta de manchas, el pelo caído o arrancado, arrebatos de ira a cosa de su delicada situación y completamente inválida, confinada en una cama hasta que la enfermedad terminal se la lleve. Así, James huye de su matrimonio, de sus deseos rotos: sexualidad, posibilidad de tener hijos, vida conyugal, refugiándose en la bebida y en el rechazo… hasta que opta por asfixiarla con una almohada y poner fin a su sufrimiento. ¿A cuál de los dos?
Mary no murió tres años antes del comienzo de la historia, sino escasos días antes, la carta es una alucinación del propio James y Pyramid Head su verdugo y castigador: el juicio justo por haber matado a su mujer y reprimido el recuerdo en su interior. Al final, Sunderland reúne el valor de enfrentarse a dos de ellos con el fin último de quedar en paz consigo mismo. Que lo consiga o no dependerá de nuestras acciones y nuestro comportamiento, seguro o temerario, durante el transcurso de la historia, así como nuestra relación con María, el doppleganger de Mary.
No todos los finales son temáticamente relevantes para James, así que me quiero centrar únicamente en tres de ellos: Dejar, María y En Agua. Ninguno de ellos es canónico y Konami siempre ha sido muy ambigua respecto a ellos, dejando el cierre de SH2 a libre interpretación del jugador. El primero de ellos es el final más feliz de cara al personaje: James empieza a recomponerse de sus heridas internas y, dejando Silent Hill atrás, cumple la última voluntad de Mary al adoptar a Laura y marcharse con ella, en una última muestra de afecto hacia su esposa fallecida. María, como podréis deducir, implica marcharse con ese personaje, culminando la sustitución de Mary en pos de una vida nueva y… ¿feliz? No tanto: una escena post-créditos, con María tosiendo, nos hace pensar que la triste historia de Mary y James se va a repetir en el tiempo. Aquí sí, este final representa una huida hacia adelante que desemboca en un giro de 360 grados: cambiarlo todo… para que nada cambie. Por último, En agua confirma la salida más trágica del arco de James como personaje, así como un tema tabú en nuestras vidas. Hablo, por desgracia, del suicidio. Incapaz de seguir adelante con Mary, James opta por ahogarse en el Lago Toluca junto al cadáver de su mujer —según Masahiro Ito, escondido desde el principio del juego en el asiento trasero del coche, al cual nunca tenemos pleno acceso para escudriñarlo—. Un final duro, no por lo trágico, sino por lo realista del retrato.
No querría terminar el artículo sin decir que James Sunderland, al final, es un personaje de ficción, pero todos conocemos a alguien, o hemos experimentado de primera mano, síntomas de depresión. Cuidemos de las personas: merece la pena seguir adelante. Eso es todo.
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