Paleontología Pokémon: El curioso caso de Galar

Corría el año 1853. Tras el apabullante éxito de la Gran Exposición de Londres en 1851, el Palacio de Cristal fue trasladado desde Hyde Park hasta el distrito de Bromley. Para conmemorar la ocasión, se encargó al entonces prestigioso artista biológico Benjamin Waterhouse Hawkins que crease unas esculturas capaces de quitar el hipo a los visitantes. Bajo la supervisión de Sir Richard Owen —quien, una década atrás, había acuñado el término «dinosaurio» para referirse a los lagartos terribles que una vez poblaron nuestro planeta—, así como provisto de una prodigiosa imaginación, logró convertir los escasos fósiles de los que se disponía en criaturas verdaderamente alucinantes. Tres especies recibieron este tratamiento: Iguanodon, Megalosaurus y Hylaeosaurus. Lo que en su momento se concibió como un avance revolucionario hoy son un cocodrilo, una iguana y un lagarto de Komodo cómicamente gigantescos. Estas representaciones han sido desmentidas con el paso de los años y el parque temático —al que todavía se puede acudir— se ha convertido en un cómico recuerdo para la comunidad científica.

Por aquel entonces, se creía que Megalosaurus era cuadrúpedo. Esta noción fue desmentida cuando se descubrió que los terópodos, los grandes depredadores del Mesozoico, eran bípedos. / © Museo de Historia Natural de Londres, ©Elenarts vía Shutterstock

Si esta anécdota os suena, es probable que sea gracias a Pokémon Espada y Escudo. A menudo criticadas por carecer de voz propia y repasar ideas muy trilladas —un problema que se hace notar sobre todo durante la segunda mitad, que se quedó a medio cocer—, estas entregas destacan indiscutiblemente en una categoría: su bestiario. El ecosistema de Galar es fascinante, tanto por la calidad artística de los diseños como por las referencias a la cultura británica de las que cada uno está cargado. Rebosaban el color, la variedad y el carisma que se echaban de menos en el resto de la experiencia. En concreto, los pokémon fósiles de la región son tal vez una de las ideas más inspiradas que Gamefreak ha puesto sobre la mesa desde que lograron cautivarnos hace más de dos décadas. Hoy vamos a explicar a fondo sus orígenes, así como imaginarnos una interpretación alternativa de estas criaturas.

Paleontología Pokémon es una sección dedicada a analizar las representaciones que la conocida saga ha realizado de especies prehistóricas a lo largo de las generaciones. A menudo aportaremos, además, nuestras propias especulaciones sobre monstruos de bolsillo que podrían crearse a partir de esta premisa. Con todo ello, no se pretende en absoluto aportar estudios científicos totalmente fidedignos, a pesar de que la información vertida en cada artículo esté debidamente contrastada.

Un poco de contexto para los rezagados. En la ruta 6, puedes combinar las piezas de fósil que hayas coleccionado para restaurarlas si hablas con el NPC adecuado. La gracia es que nunca obtendrás un resultado perfecto, sino una de cuatro abominaciones: Dracozolt, Arctozolt, Dracovish y Arctovish. Como es a todas luces evidente, estos seres son una mezcla hecha a mala gana entre las mitades incompletas de especies que, en realidad, no están emparentadas entre sí. Lo que queda son deformidades condenadas a una vida de sufrimiento.

En orden: Arctozolt, Dracovish, Dracozolt y Arctovish. / ©The Pokémon Company

Los Dracovish tienen una mandíbula muy fuerte y pueden alcanzar los 60 km/h en tierra, pero son incapaces de respirar fuera del agua, de modo que se están ahogando constantemente. Arctovish emite un gas gélido capaz de congelar a sus presas y, además, cuenta con una piel endurecida que le permite repeler casi cualquier ataque. Sin embargo, le es prácticamente imposible alimentarse dada la ubicación de su boca encima de la cabeza. La parte superior de un Arctozolt no para de tiritar por el frío que emiten sus aletas inferiores, lo que incrementa el poder de sus descargas eléctricas. No obstante, al no disponer de branquias ni de extremidades ágiles, los estilos de vida tanto terrestre como acuático resultan inviables. Finalmente, los Dracozolt tienen una masa corporal desequilibrada entre su parte posterior y sus patas, lo que los hace corredores torpes pero veloces. Estos desajustes radican en una dieta de plantas excesiva, al punto de que agotan todos sus recursos mucho más rápido de lo que tardan en recomponerse.

Las referencias a la disparatada obra de Hawkins son claras. Pero, todo sea dicho, lo cierto es que este homenaje se ejecutó de una forma un tanto extraña. Los fallos arqueológicos del Palacio de Cristal no tardaron en corregirse hasta dar con la mejor aproximación posible al aspecto que estos seres una vez tuvieron. Sin embargo, su contraparte pokémon se toma por especies que sí existieron pero que se extinguieron debido a las inclemencias de la evolución sobre sus cuerpos. Es decir, nunca llegamos a ver una versión «completa» de cada criatura, con las mitades de cada fósil correctamente recreadas. A continuación, daremos forma a lo que podría haber sido.

Arctozolt + Arctovish = Plesiosaurio pokémon

La olvidada mecánica del gigamax nos trajo algunos diseños impresionantes al más puro estilo kaiju, como ocurrió con Lapras. Lo inédito es que esta fue la única ocasión en que Pokémon Espada y Escudo referenciaron, a través de su Pokédex, la leyenda urbana del monstruo del lago Ness. Nessie ha sido normalmente atribuido al orden plesiosauria, de modo que partiremos de ahí para adaptar la mitad inferior de Arctozolt y Arctovish al mundo pokémon. Estos lagartos acuáticos —que, por cierto, no son dinosaurios stricto sensu, así como los reptiles voladores del orden ptesorauria— surcaron los mares jurásicos hace 165 millones de años, en el área que hoy es el Reino Unido. Curiosamente, se han registrado alrededor de una docena de hallazgos entre Gran Bretaña, África del Norte y China en regiones que se cree que eran de agua dulce. Los dientes en particular demuestran que estos animales cuellilargos se habían alimentado en tales aguas, por tanto, es posible especular que se adaptaron al ecosistema.

El elasmosaurio pokémon tendrá la tipología hielo/planta, a modo de rendir tributo a la creencia de que las ‘apariciones’ de Nessie eran, en realidad, troncos desgastados. Era el viejo rey del mar gélido de las Nieves de la Corona, si bien hay evidencia que indica que algunas especies migraron misteriosamente al Lago Bolaguna. Se trataba de un pokémon muy juguetón que atormentaba con alientos helados a su presa hasta acercarse a la orilla donde, además de aprovechar para coger aliento —nos consta que los plesiosauria no podían vivir todo el tiempo bajo el agua—, remataban con el movimiento Mazazo. También se especula que era capaz de un método de caza sofisticado por el que atraía a sus presas meneando su Látigo cepa sobre la superficie del agua mientras guardaba la respiración y preparaba una ascendida letal. Tomaría la habilidad Gélido del erróneamente concebido Arctovish, pero contaría por su propia cuenta con Nado rápido. La comunidad científica sostiene que solo los que portaban esta dote fueron capaces de alcanzar ecosistemas de agua dulce, por el esfuerzo que supondría navegar a contracorriente.

Esqueleto de un elasmosaurio. / ©University of British Columbia

Arctozolt + Dracozolt = Dromeosáurido pokémon

Es bien sabido que los Velociraptor no eran tan grandes como nos hizo creer Jurassic Park. Sin embargo, este dato no está reñido con el tamaño que algunos de su misma familia llegaron a alcanzar. El Vectiraptor greeni es un dromeosáurido de unos tres metros de longitud que fue identificado hace poco como su propia especie, hallado originalmente hace unos 20 años en la isla de Wight. Debe su nombre al paleontólogo Mick Green, no así a su coloración, la cual no puede conocerse con la tecnología actual. Se cree que, para competir con otros depredadores del Cretácico inferior como Baryonyx, recurría al sigilo a la hora de atacar a su presa —de su misma envergadura o incluso superiores—.

Provisto de la combinación eléctrico/siniestro, encontramos en este pokémon rapaz una gran muestra de las inclemencias del mundo prehistórico. Si bien la criatura restaurada es de color amarillo, su exótica forma variocolor goza de una pigmentación verdosa. La fricción provocada por el roce de sus plumas con ciertas superficies —en situaciones críticas, puede acelerar el proceso arrancándoselas de cuajo a mordiscos— le permite realizar descargas voltaicas imprecisas, pero poderosas. Mientras que los ejemplares más inexpertos contaban con la habilidad Entusiasmo, otros hacían alarde de su talento al portar Garra dura. Golpe bajo era la técnica más especializada de su arsenal, capaz de anular de inmediato cualquier respuesta defensiva. Alcanzaba velocidades comparables a las del actual Boltund, de modo que podía huir fácilmente de los enormes piscívoros que moraban los humedales. A modo de última baza, no obstante, Electropico —movimiento exclusivo de Arctozolt y Dracozolt— los mantenía a raya.

Tamaño aproximado de Vectiraptor greeni, basado en los restos de la columna y el sacro. / ©Nick Longrich

Dracovish + Dracozolt = Estegosáurido pokémon

Cuando dos especies de una misma familia guardan semejanzas en su físico, así como su comportamiento, es sencillo confundirlas. Este es un error común a la hora de abordar los stegosauridae, herbívoros colosales del Jurásico caracterizados por las variopintas protuberancias que cubren su lomo. En el pasado ya os hemos hablado del stegosaurus ungulatus, en relación con las posibilidades mesozoicas de la Península Ibérica. Para referirnos a su pariente originario del Reino Unido, en relación con la lógica del mundo pokémon, vamos a confeccionar una variante regional de la criatura que imaginamos por aquel entonces. Dacentrurus armatus es uno de los descubrimientos más antiguos en el campo de la paleontología, descrito por el mismo Sir Richard Owen. La diferencia clave yace en la forma de sus ornamentaciones, las cuales, manteniendo el contorno de una placa, consisten en unas púas más afiladas y alargadas. Al igual que con los demás miembros de su familia, el por qué de estas particulares decoraciones todavía se encuentra sujeto a debate. Como dato curioso, su denominación original era Omosaurus pero ésta se cambió en 1902 al descubrir que el nombre ya se había utilizado para referirse a un cocodrilo.

El tipo dragón le vendrá que ni pintado a la correcta restauración de lo que, hasta ahora, es solo la parte inferior de Dracovish y Dracozolt —lo que nos parece apropiado, al fin y al cabo, Dacentrurus significa «cola puntiaguda»—. De una conducta similar a su contraparte de Paldea, se cree que su antepasado común vivía en lo que hoy sería Ciudad Leudal, pero que emigró a Galar por razones desconocidas —a modo de guiño a los numerosos hallazgos de esta especie de estegosáurido en Valencia y Teruel—. Se rumorea que el cambio de dieta propició la pérdida de sus propiedades ígneas, sin embargo, ello radicó en un intenso refinamiento de su armadura. Conservó vagamente la técnica de expulsar sus placas defensivamente, ahora bajo la guisa del tan socorrido movimiento Púas. Por lo demás, destacaba en la utilización de técnicas especiales, aunque rara vez entrase en conflicto; prefería paralizar a sus atacantes con Dragoaliento y aprovechar la tesitura para huir. Estamos a falta de descubrir fósiles más detallados, no obstante, el holotipo más completo hasta la fecha recuerda a la estructura ósea del actual Krookodile, de modo que podrían estar emparentados. Esto explicaría que tanto esta muestra como las incorrectamente recuperadas dispusieran de la habilidad oculta Ímpetu arena.

¿Permitirían estas espinas que los espinosáuridos se refrescasen en entornos áridos? / ©Jose Arnau Cortés

Arctovish + Dracovish = Dunkleosteus pokémon

¿Sabéis lo que es un superdepredador? Se trata de aquellas criaturas que, por sus exageradas capacidades, no tienen parangón en su territorio o época. Mucho antes de que los dinosaurios reinasen la Tierra, en el período devónico —hace unos 380 millones de años—, Dunkleosteus era un depredador prácticamente imparable. Podía llegar hasta a los diez metros y pesaba alrededor de una tonelada, métricas que le han labrado el apodo de «tanque» dentro de los extintos placodermi —peces cuyo rasgo identitario son las armaduras óseas que revestían la parte anterior de su cuerpo, particularmente el cráneo—. Los fondos marinos de por aquel entonces eran tóxicos, así que tuvo que conformarse con navegar la superficie en busca de alimento. Y por «alimento» aquí debemos entender todo lo que tuviese por delante, incluso otros Dunkleosteus más pequeños. Así es, la única competencia real de este monstruo era sí mismo. La clave de su dominio se encontraba en sus gigantescas fauces, las cuales asestaban algunas de las mordidas más poderosas de la historia. De unos 5000 newtons de fuerza, apenas un puñado de dinosaurios y reptiles han superado esta impresionante cifra.

Las encarnaciones oficiales de esta terrible criatura, que completa portaría la dupla agua/acero, no fallan por mucho el disparo en cuanto a mecánicas, pues Mandíbula fuerte como habilidad insignia es una elección evidente. Asimismo, las ridículas estadísticas de Branquibocado le sientan como anillo al dedo. Si a todo esto adicionamos las defensas del espécimen originario, nos queda una bestia que sería prácticamente inviable en el panorama competitivo. Se cree que es familia de Relicanth, el cual se tuvo por extinto hasta que un pescador lo descubrió por coincidencia. A pesar de las resistencias que aporta su coraza férrea, una población reducida dispone de una dote inédita que lo hace susceptible al envenenamiento, no en vano su agresividad se incrementa considerablemente al estar afligido. Solo Lord Helix sabe la carnicería de la que sería capaz el Dunkleosteus pokémon si se le obsequiara una toxiesfera.

Solo el mismísimo Kyogre sería capaz de hacerle frente. / ©Museo de Historia Natural de Cleveland

Si algo nos fascina de la comunidad de Pokémon, es su imaginación. Un inagotable número de artistas vierten en sus redes sociales ideas que aquellos con el ojo poco entrenado podrían tomar como oficiales, sobre todo cuando se emplea el legendario estilo de Ken Sugimori. Es cierto que algunas piezas no han envejecido muy bien, véase el aluvión de ilustraciones dedicadas a megaevoluciones que seguramente nunca ocurrirán. Lo mismo ocurre con el paleoarte, particularmente casos como el de las esculturas de dinosaurios del Crystal Palace. Lo que apriorísticamente puede parecernos un chiste no es sino un curioso reflejo de lo que, por aquel entonces, se consideraba pionero. Es con este razonamiento que la fundación Friends of Crystal Palace Dinosaurs defiende la conservación de estas históricas atracciones. Por rematadamente incorrecto que pueda volverse un dibujo de dinosaurio en cuanto a factores como su coloración o la falta de plumaje, no podemos desatender la noción de que, gracias a este género artístico-científico, acercamos la Prehistoria a quienes no viven de analizar huesos y pisadas. Hasta que no descubramos la máquina del tiempo, se trata de la más poderosa herramienta de la que disponemos en la encruzijada para desentrañar el pasado de nuestro planeta.

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