Al pan pan, y al kino kino: revisitando Amasando Ja-pan!

A finales de la primera década del siglo XXI llegó a España, tras haber sido previamente un pequeño recoveco de otra emisora, el canal de Animax. Si tenías la suerte de tener televisión por cable, podías, además de ver muchas de las obras que ya se emitían en las cadenas autonómicas, ver también nuevos capítulos doblados de las series del momento —como la por entonces joya de la corona, la perenne Naruto, que iba por el arco final de su primera mitad— o, incluso, explorar nuevo títulos con diferentes y frescos registros. Nuestros ojos descubrían de esta forma obras ahora míticas como Chobits, Black Lagoon o Tsubasa: Reservoir Chronicle. Sin embargo, en este artículo queremos reivindicar una de las obras más atípicas de la parrilla, que convertía los estereotípicos torneos de poder en un festival de sabores. Es el caso de la obra del que toca hablar hoy, la ya casi olvidada Amasando Ja-Pan!

Amasando Ja-Pan! —que hace un juego de palabras con el país de origen y el producto central de la trama— es un manga creado por Takashi Hashiguchi a principios del milenio. Kazuma Azuma, un muchacho encandilado en su infancia por un panadero misterioso, quiere conseguir que el pan gane el aclamo que se merece creando uno que tenga denominación de origen —porque como se enuncia cada principio de episodio, existe el pan francés y hasta el alemán, pero no el japonés— Para ello, empezará a trabajar en una de las sucursales de Pantasia, donde se irá formando para cumplir su objetivo mientras se ve envuelto en diferentes embrollos con la rival de esta, St. Pierre, que hará la vida imposible a la pequeña panadería de los protagonistas.

Para un gag hasta tuvieron que recordar a la mitad la serie que era, ese es el nivel / ©Sunrise

El elenco principal funciona muy bien, aunque la mayoría de personajes suelen ir rotando a nivel de importancia. El antes mencionado Azuma, aunque tiene un talento y una predisposición física para la panadería gracias a sus llamadas «manos del sol» —que la serie rápidamente comenta que es que la sangre se le concentra en las manos y las lleva a ser algo más cálidas, no hay muchos elementos sobrenaturales en este manga— no tiene nociones profesional sobre cómo funciona la elaboración de este alimento más allá del puro instinto, por lo que en muchos casos tiene que reformular sus experimentos antiguos de posible pan japonés para salir del lío. A este le acompañan Kawachi, un astuto pero patético panadero de Kansai que actúa como victima de toda la comedia y el dúo de Tsukino —nieta del dueño de Pantasia— y Ken —el jefe en funciones y mentor— que actúa gestionando la tienda, que se irá a su vez reforzando con algunos integrantes extra, normalmente antiguos rivales convertidos en aliados.

La parte más interesante de Ja-Pan son sus duelos entre panaderos. Si bien no es ni la primera ni la última serie fuera de la acción que recurre a esto —aunque sí es bastante anterior al boom que trajo Shokugeki no Shouma— los combates entre los distintos participantes varían del estándar del nekketsu medio en que suelen estar más orientados a la comedia, terminando por ser algo más similar a Bobobo, sobre todo gracias a las denominadas reacciones. Pese a que hemos dicho antes que este manga no tiene apenas elementos mágicos, esto no es del todo cierto, porque hay un punto donde se concentran y es a la hora de degustar los diferentes alimentos que presentan los participantes. Es aquí donde los jueces —normalmente el sobrio Kuroyanagi o el alocado Pierrot, de los que hablaremos luego— destruyen toda la lógica interna del manga de forma descacharrante para explicar y justificar los diferentes ingredientes del plato que acaban de probar. Convertirse en Gamera, en Luffy o incluso viajar al cielo son algunos de los ejemplos más simples que muestran en pantalla, normalmente acompañado de un juego de palabras para justificar la relación entre transformación y plato. Esto no quita que la obra no tenga también bastante drama entre bastidores para contrastar con el derroche de tonterías que suelta cada vez que los protagonistas cogen el mandil, pero ésto último suele ser lo que toma la batuta la mayoría del tiempo.

Tanto el manga como el anime se estructuran en tres arcos principales —aunque hay divergencias entre ambos, ahora llegaremos a ello— el primero se centra en la vida del equipo protagonista en Pantasia y culmina con el torneo entre sucursales para llegar a ir a trabajar a la central. Aquí nos presentan al gruñón Kuroyanagi, uno de los dos jueces más importantes de la serie, que actúa tanto como catador como mentor de alguno de los miembros del equipo. Después de éste comienza el arco de la copa de Mónaco, que los protagonistas tienen que ganar para conseguir suficiente dinero para salvar la panadería y para la que recurren a un estrambótico ardid para ganarse una oportunidad de oro. Es aquí donde se reúnen los mejores panaderos del mundo —algunos retornan del arco anterior e incluso tenemos adiciones tan pintorescas como Shachihoko, un estadounidense fan del béisbol japonés— y se nos presenta esta vez como juez al payaso de fama mundial Pierrot Bolneze. Pierrot es el invento de este concurso: todas las reacciones actúan bien como desarrollo o bien como explicación de las motivaciones de este extravagante bufón, que también es objetivo de parte del drama de este mismo arco, especialmente en su clímax. Probablemente el personaje más carismático de todo Amasando Ja-Pan, aunque es posible que para algunos pueda resultar cargante.

Pierrot Bolneze es fácilmente el mejor personaje de la serie / ©Sunrise

El problema con esta serie ocurre, sin embargo, al terminar este arco y empezar la tercera y última parte, que transforma los duelos panaderos de la obra en un programa de la televisión por acción de un desafío de Yuuichi Kirisaki, el nefario dueño de St. Pierre. Si bien esto no es necesariamente malo, el problema es la ejecución: esta parte, conocida como Amasando las 25, debía su nombre al cuarto de centena de desafíos de panadería —juzgados por Kuroyanagi de nuevo— que, aunque empezaban muy interesantes, acabaron cayendo en una formula muy repetitiva en la que podías predecir hasta el orden de los gags. En el manga este arco acabó cortándose de raíz con un brusco giro argumental mientras que el anime directamente lo redujo de 25 a nueve, haciéndolo algo más interesante, pero con un final que a lo mejor se siente apresurado.

Aun con todo, que los problemas del arco final os echen para atrás. Amasando Ja-Pan es una comedia descacharrante que no para quieta y que vale la pena probar. Ya sea por la comedia, las referencias o la pasión de este tipo de series que hacen que te hierva la sangre —especialmente si toleras la comedia absurda y te has quedado con hambre tras terminar obras como Food Wars— deberías echarle un ojo al menos a los primeros arcos, aunque probablemente acabes comiéndote el menú completo. Por cierto, también existe un manga secuela que supuestamente trata de un fan del propio manga que desdibuja la linea entre realidad y ficción, pero lamentablemente no nos consta que esté traducido y, además, las críticas que nos llegan desde Japón nos dicen que es un poco pan sin sal.

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