Tatsuki Fujimoto es de esos autores que no precisan introducción. A la jovencísima edad de 24 años, ya nos traía su primera serie de larga duración, la demoledora Fire Punch —la cual, a su vez, seguía a un puñado de oneshots que se venían publicando desde tan pronto como 2011— y, aunque se trate de una obra comparativamente inexperta si se mide con lo que vendría después, sigue siendo de esas historias que no deja a nadie indiferente. Pero todo cambió con Chainsaw Man, un fenómeno mundial con todas las letras que se sirvió de su rollito cañero, su profundo simbolismo y su forma tan curiosa —y, a día de hoy, todavía sujeta a un interminable debate— de retratar la sexualidad y el deseo para hacerse con el corazón con forma de perrito del público. Actualmente, el galardonado manga continúa con una mucho más reflexiva segunda parte y, como no podría haber sido de otra manera, acabó por recibir una adaptación animada en 2022.
De la mano del, cuanto menos, conocido estudio MAPPA, el anime de Chainsaw Man parecía ser de esas producciones que estaban destinadas al estrellato, pero, ¿fue esto así realmente? A priori, con una nota media de 8’4 en Anilist, no hay motivo para sospechar que se hubiese tratado de un fracaso. Sin embargo, basta con echar un vistazo a cualquier foro temático de la obra y veremos rápidamente que la cuestión no es tan sencilla; dos años después —y con una película de camino, que adaptará uno de los arcos más populares del manga—, todavía existe cierta división dentro de la comunidad sobre si esta fue una adaptación a la altura del original de Fujimoto.

Vamos a comenzar desmintiendo un par de mitos, tanto de un lado como de otro. Quizás hayáis leído por ahí alguna vez que al anime «no le fue muy bien» debido a ventas bajas de Blu-rays. Es curioso que, pese a la consolidada y todavía creciente importancia de los servicios de streaming, todavía se crea que esta métrica es tan importante en Japón. Para esta producción, MAPPA asumió el 100% de los costes —lo normal es que los cubra una cadena de televisión o que, aunque sea, estén compartidos— y eso significa que casi todos los beneficios derivados de colocarla en Crunchyroll también fueron propios, por lo que fue un éxito igualmente. Asimismo, como pronto veremos en profundidad, una gran parte de la retórica seguida por quienes critican esta serie se basa en el estilo adoptado y cómo este difiere del manga. Por el momento, solo vamos a dar un par de pinceladas sobre esta cuestión, más específicamente que cierta parte de la comunidad justifica que este enfoque más cinematográfico —a nivel de planos, iluminación, unos trazos mucho más limpios y, cómo no, la infinidad de referencias del opening— afirmando firmmente que es «un homenaje a los gustos de Fujimoto». No es ningún misterio que el autor es un cinéfilo y, en efecto, muchas de sus historias han tenido alguna que otra escena importante ambientada en un cine —Fire Punch y el oneshot Goodbye Eri son los más destacados—. Ahora bien, no solo no tenemos prueba alguna de que éste se involucrase en el anime de manera directa o que diese instrucciones para que lo llevaran en esta dirección, sino que el propio estudio tampoco ha llegado a confirmar que tal decisión se deba a este rumoreado motivo. De todas formas, evidentemente y en relación con los dos ejemplos presentados, las valoraciones de los creadores siguen siendo independientes de las que pueda realizar la audiencia.
Entrando en materia de la dirección artística del anime en sí, como muchos han apuntado, es un tanto sospechoso que la aproximación realizada por MAPPA se asemeje tanto a la de una de sus series más populares, Jujutsu Kaisen. Cualquiera podría pensar que esta decisión es esencialmente corporativa, en busca del éxodo de audiencias de una producción a otra. Sea cual fuere el motivo, lo innegable es que se pierde parte del dinamismo desbocado del manga, apoyado en el estilo intencionadamente caótico de Fujimoto y su muy inteligente uso de los esbozos para expresar el movimiento. En su lugar, se opta por una animación generalmente fluida y pulcra, que apenas aplica elementos dramáticos a sus secuencias más alocadas y, tal vez lo más importante, no se arriesga demasiado en lo que respecta a la paleta de colores. La calidad técnica de la que la obra hace alarde es, en ocasiones, pasmosa —ya sea a través de escenas pausadas como de peleas dinámicas, cada episodio tiene un nivel de pulido inmenso—. No obstante, muchos lectores esperábamos que un anime de Chainsaw Man tomase de punto de referencia las portadas a color del manga, chillonas y contrastadas a más no poder. Lo que nos llegó, en cambio, era mucho más gris y realista, con un nivel relativamente detallado de renderizado para cada plano.

También son notorias las diferencias a nivel narrativo. Tanto el argumento como el guion están intactos, pero sí es cierto que las escenas tienen un ritmo generalmente mucho más pausado que permite que los personajes puedan respirar entre peleas y que, sobre todo, algunos de los momentos tan repentinos —véase, la trama de Himeno y Aki— sorprendan más todavía. A cambio, tomas como aquellas en las que Makima está a solas con Denji comunican la emoción pretendida de manera más efectiva y crean, en este caso, una incomodidad mayor. Es probable que hayáis visto alguna vez la broma de que algo que va muy rápido tiene «Chainsaw Man pacing» y esto no se dice por ningún motivo, la primera parte puede leerse en un visto y no visto y, si se considera lo suelta que el autor que tiene la mano a la hora de presionar el gatillo con sus personajes, esta sensación se acrecienta con las caras nuevas que se nos presentan constantemente. El anime, por su parte, tiene un punto dramático que intenta dar peso a estos eventos y que, quizás, se suma a la lista de motivos por los que esta versión no tiene esa sensación de caer vertiginosamente en el abismo a medida que pasamos de página.
Ahora bien, nada de lo señalado hasta ahora es necesariamente malo. En el curso de los últimos años y desde que Chainsaw Man se estrenó, hemos asistido a la emisión de algunos animes que siguen a pie puntillas las nociones de sus originales y que, por ello, son consideradas «adaptaciones ejemplares». Son sonados los ejemplos de Sousou no Frieren, Dandadan y la película Look Back, que también se basa en un oneshot de Fujimoto —y que, por lo general, imita mucho mejor el estilo del autor y la expresividad de sus personajes—. Pero es que ser totalmente fiel no es condición indispensable para que una adaptación sea mejor o peor. Esto salta a la vista si se consideran casos como el de Trigun Stampede, pues Orange reestructuró muchísimo la historia de Yasuhiro Nightow y sin embargo, nos trajo una excelente serie que tiene sorpresas tanto para amantes del manga como para aquellos que no conocían a Vash la Estampida de antemano. Ya os hablábamos de este ejemplo y de otros de similar índole en este artículo del compañero PyroBTyping, pero es interesante volver a sacarlo a colación en relación con el caso que hoy nos ocupa.

Siendo totalmente sinceros y pensando en lo que decíamos antes sobre que Chainsaw Man es un manga que se puede leer muy rápidamente —y que tiene mucho valor incluso de cara a una relectura, pues nos daremos cuenta de detallitos adicionales—, tenemos que plantearnos la siguiente pregunta: ¿realmente hacía falta que el anime de MAPPA recobrase la magia del original de Fujimoto? A veces, tratamos estos temas con una objetividad que lejos de aportar cuestiones valiosas al debate de que se trate, contaminan cualquier conversación que se pueda tener y eliminan la posibilidad de hablar con matices y llegar a conclusiones enriquecedoras para todos. Es obvio que a cada cual puede haberle gustado más o menos esta forma de aproximar la obra, de hecho, hemos mencionado algunos de los motivos por los que la gente puede llegar a preferir una u otra versión. Pero también hay cierto valor intrínseco en el hecho de que tengamos dos formas distintas de acercarnos a una misma historia y no solo que una se lea y la otra se vea. Ni siquiera se trata de la primera vez que esto ocurre con una producción de este estudio, pues la adaptación de Dorohedoro lanzada en 2020 también fue muy criticada en su momento por ni siquiera intentar emular el estilo de Q Hayashida. No obstante, una buena parte de la negatividad en torno a aquella emisión realmente radicaba, en realidad, en la eterna animadversión que la comunidad de anime siente hacia el 3D como recurso y no se basaba en motivos que fueran más allá —al juicio de quien suscribe estas líneas, aquella serie captaba lo mejor posible la esencia de esa historia, pues haberse atrevido a imitar el dibujo de la autora habría sido una tarea absolutamente hercúlea—.
Por tanto, a modo de concluir y responder a la cuestión que da nombre a este artículo, decidir si un anime como el de Chainsaw Man es una buena adaptación no es exactamente un sota, caballo y rey. Cada uno de nosotros puede hacer su propia valoración y, muy probablemente, es cierto que la serie podría haberse abordado de una manera un poquito más salomónica en su vertiente artística —no le habría venido mal que alguno de los brotes de locura de Denji viniese acompañado de un montaje especializado, mucho más atrevido en términos de color coding—. Dando cuenta de todo ello, es innegable que hay un esfuerzo genuino detrás de lo que nos acabó llegando. Muchos todavía recordaremos, por ejemplo, lo emocionante que era esperar al ending de cada semana y cuál sería el artista invitado de cada uno —el favorito actual de vuestro redactor es el de Queen Bee—. Lo más importante es recordar que no existe un modelo perfecto para trasladar una historia de un medio, con sus vicisitudes y sus fortalezas únicas, a otro totalmente distinto y que, en el peor de los casos, el original que tanto amamos siempre va a estar ahí para que regresemos a él cuando así lo deseemos. Solo nos queda esperar que la película de Reze traiga una continuación explosiva y que haga justicia a la que, para muchos, es la trama más icónica de la primera parte de este genial manga.

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