Opinión: Resident Evil necesita caras nuevas, no viejas glorias

Capcom es una de las desarrolladoras de videojuegos de las que más tendemos a hablar en la web y yo mismo he divagado largo y tendido sobre las luces y sombras de sus títulos. Ya se trate del recientemente lanzado —y que, pese a todo, ya podríamos calificar de infravalorado— Kunitsu-Gami: Path of the Goddess, de las idiosincrasias de Ryu, protagonista atemporal de los Street Fighter o, por su parte, de la triste forma en que Ace Attorney ya no nos llega en la lengua de Cervantes, la compañía siempre aporta obras que nos atraen inmensamente a los de la redacción. Al fin y al cabo, dispone de un catálogo muy amplio de franquicias las cuales son, además, algunos de los mejores exponentes que existen de sus respectivos géneros. Quizás el mejor ejemplo de esto sería la saga Resident Evil, de fama mundial y sobre la que también hemos escrito en numerosas ocasiones. Sin ir más lejos, uno de los primeros proyectos con los que se dio pistoletazo de salida a esta página fue una retrospectiva de los juegos realizada por Jack Norman. Lo que quiero decir con todo este preámbulo es que me considero muy fan de Capcom. Sin embargo, siento una gran intertidumbre por el futuro de Resident Evil, más concetamente por la forma en que su próxima entrega pueda llegar a romper la reciente racha del estudio.

Hace poco más de un mes, se filtró el presunto argumento del hipotético «Resident Evil 9«. Cualquier información de este tipo siempre debe cogerse con pinzas y puede ser que se trate de una falsedad o de contenido que hoy ya está descartado. Asimismo, no vamos a ahondar en los detalles que se han volcado en redes, pero sí vamos a hablar de quiénes se supone que van a ser los personajes protagonistas, por lo que no leáis este artículo si no queréis arriesgaros el spoiler.

©Capcom

De acuerdo a las filtraciones, Leon Kennedy y Jill Valentine serán las caras visibles del próximo juego. Asimismo, se supone que Chris Redfield —quien ya había aparecido en Village, tras su cameo al final de RE7— y Barry Burton harán acto de aparición y apoyarán a nuestros héroes en su misión para detener la propagación del moho, la sustancia con la que se creó a Eveline. Dejando a un lado que estaríamos ante otra continuación de las tramas presentadas en la séptima entrega, tres de los cuatro personajes mencionados ni siquiera tienen vinculación previa a estos hechos, por lo que todavía no tengo claro cuál es exactamente su motivación para reaparecer de esta forma. Aunque en realidad, ni siquiera importaría que Capcom introdujese explicaciones perfectamente lógicas que justificaran su presencia, porque el claro motivo metanarrativo es que están ahí por fanservice puro y duro. Son personajes muy queridos por la comunidad de Resident Evil y traerlos de vuelta en una entrega principal tras tantos años hará las delicias de propios y extraños. Desde un punto de vista de marketing, es especialmente comprensible si se considera el lanzamiento de los remakes de Resident Evil 2, 3 y 4, respectivamente, pues tales obras han vuelto a dotar de relevancia cultural a Leon y Jill en particular.

Sin embargo, por muy satisfactorio que pueda resultar volver a estar a los mandos de dos protagonistas con los que me he encariñado tanto, leyendo estas informaciones me siento como la pescadilla que se come su propia cola. Una parte muy importante de por qué los juegos de Ethan se sentían tan frescos e interesantes es que nuestro héroe no era un superhumano que había pasado por catástrofes de este estilo una y otra vez, a tal punto que ya ni siquiera le sorprendían. Él era un marido normal y corriente que se ponía nervioso, gritaba y corría por su vida ante la amenaza de la familia Baker. Esto no solo era gracioso, sino que permitía a la audiencia empatizar con él, lo que generaba cierta sensación de inmersión —aumentada, a su vez, si se considera la cámara en primera persona—. A la postre, Village ahondó en su psique y particularmente en el amor que profesaba por su mujer y su hija, un desarrollo que solo es posible respecto de personajes con los que no estamos tan familiarizados y de los que es razonable esperar que todavía no lo sepamos todo. Sumar bloques al rascacielos de datos que conocemos de, por ejemplo, Leon ya no es tan interesante, sino que redunda en una narrativa caótica y poco cohesionada. Su historia merece tener un punto y final, para que otros protagonistas totalmente nuevos ocupen su lugar.

Si de verdad es absolutamente necesario recurrir al fanservice, aunque sea releguémoslo a películas o spinoffs como Resident Evil: Death Island. / ©Capcom ©TMS Entertainment

Nada de esto es nuevo para el padre del survival horror. Entre finales de los 90 y principios de los 2000, su boom de popularidad vino acompañado de un sinfín de spinoffs e historias adicionales las cuales, pese a sus méritos, perdían sustancialmente el norte respecto del punto más minimalista que había hecho a esos primeros juegos brillar. Resident Evil 4 traería consigo un necesario cambio de paradigma, para que acto seguido Capcom volviese a cometer errores similares. No os voy a aburrir con la deriva de la quinta y —sobre todo— la sexta entrega, porque es una historia que se ha contado ya muchas otras veces. Una vez más, Resident Evil 7: biohazard bajó las revoluciones y apostó por una fórmula reinventada, muy empeñada en seguir a pie puntillas las ideas del clásico que lo empezó todo, pero con una sana dosis de originalidad. Era, por decirlo de alguna manera, el El despertar de la fuerza de la saga, la primera mitad de una bilogía que recibió una inmejorable conclusión con la octava entrega. Mi miedo, básicamente, es que RE9 pueda consistir en otra vorágine de conceptos mal casados y que sitúe a la franquicia en la necesidad de un tercer reseteo.

También es importante destacar la cuestión temporal. Si el próximo juego ocurre tras Shadows of Rose, esto significa que nos ambientamos, al menos, en el año 2037. Es decir, que Jill tendría unos 63 años y Leon, otros 60. Uno debe preguntarse hasta qué punto va a resultar interesante colocar a dos personajes que ya podrían haberse jubilado en un entuerto al más puro estilo Resident Evil. Ahora bien, siempre puede tratarse de una historia que ocurra antes, quizás incluso en paralelo con Village —que transcurre en 2021—, lo que bajaría estas cifras a unos mucho más razonables 47 y 44 años, respectivamente. Pero esto también nos conduce a la duda de cuánto vamos a seguir estirando el chicle y empujando a estos y a otros iconos de la saga a situaciones cada vez más alocadas y más allá de las capacidades que es razonable esperar de ellos, sobre todo a medida que van envejeciendo. Debe existir un punto intermedio entre satisfacer los deseos de la comunidad e intentar que las cosas tengan un poquito de lógica. Sobre todo porque, como la experiencia nos ha ido revelando, una narrativa así de derivativa se presta naturalmente a una gameplay más tendente a la acción blockbuster que se supone que queremos evitar. Al fin y al cabo, ya no es exactamente razonable esperar que, por ejemplo, Jill se sienta indefensa ante las amenazas que se ciernan sobre ella.

¿Por qué traer a Leon de vuelta si ya no hay forma física de hacerle más guapo de lo que ya es en el remake de RE4? / ©Capcom

Si bien mis líneas están dedicadas a este futuro título, el pensamiento del que os hablo es algo que lleva rondando mi cabeza desde la octava entrega. En mi opinión, aquella historia —pese a sus muchas bondades, de las cuales ya os escribí una vez— fue ligeramente lastrada por un extraño empeñamiento en conectar la trama de Ethan y su familia con el trasfondo a gran escala de la franquicia. Esto es especialmente insólito si consideramos que el mantra fundamental de RE7 era específicamente distanciarse del caos anterior y optar por, como vengo indicando, un argumento mucho más simple y personal. Sin embargo, basta con pasar de un juego a otro y, de repente, volvemos a leer el nombre de Oswell E. Spencer, la secta de Miranda tiene el logo de Umbrella y, bajo mi punto de vista, se coloca un foco absolutamente innecesario sobre Chris Redfield.

Su presencia y el presunto asesinato de Mia sirven muy efectivamente para enganchar, pero si se piensa un poco en por qué realiza estas acciones, queda patente lo ilógicas que son a gran escala. Opera exclusivamente de la forma que el argumento necesita que lo haga para ocultar las revelaciones finales y no porque sea lo prudente, pues todos estos malentendidos se habrían resuelto si Chris sencillamente hubiese mediado palabra con Ethan. Por añadidura, la parte en la que estamos a los mandos del propio Redfield se sitúa tajantemente en el extremo del blockbuster militar dentro de la matriz temática de Resident Evil, con explosiones y chascarrillos por doquier. Todo esto es ruido blanco que nos distraía de lo verdaderamente importante de la obra, sus mensajes sobre la familia y todo lo que podemos llegar a sacrificar por quienes amamos. Bien es cierto que la distribución de la aldea en áreas temáticas, cada una de ellas representativa de un género de terror diferente, nos permite aducir el carácter celebratorio de la entrega, pero podría haberse quedado solamente en lo mecánico y no así en lo narrativo.

En suma, la trayectoria de la franquicia y el correlativo éxito que sus más destacadas entregas han disfrutado nos revela que, cuanto más autocontenidas e íntimas sean las historias que Capcom nos cuente, más van a resonar éstas con su audiencia. Es preciso que las problemáticas de este nuevo mundo sean resueltas por caras nuevas o, aunque sea, no por las de siempre. Sherry Birkin quizás merezca recibir una merecida reinterpretación tras su última y muy desafortunada aparición. O tal vez incluso Zoe Baker podría volver a las armas e intentar detener aquello que se cobró la vida y la cordura de su pobre familia. Si queremos ver a nuestros protagonistas favoritos de nuevo, la solución ya existe en la forma de los remakes que hemos estado viendo estos últimos años. ¿Que nos gustaría controlar a Claire Redfield nuevamente? Pues volvamos a Code Veronica. Pero, en lo que respecta a entregas principales, Resident Evil necesita mirar hacia adelante con confianza e ímpetu, no aferrarse a un pasado que solo perpetúa los errores de antaño. Siguiendo la comparativa que realizaba antes con Star Wars, os aseguro que no queremos ver qué aspecto tendría el El ascenso de Skywalker de la saga.

«De algún modo, Albert Wesker ha vuelto». Nos reímos mucho, pero… / ©Capcom

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