A comienzos de los 80, Japón se replanteaba su imagen de cara al resto de la comunidad global. Esto no fue algo particular de la nación nipona, puesto que no es solo una táctica útil a la hora de buscar aliados internacionales en materia de política, también ayuda al país a fomentar su economía vendiendo a los países y a su gente servicios o bienes que les resultan más atractivos viniendo de fuera que de su propio país. Múltiples son los ejemplos a largo del mundo, desde España vendiéndose como el país del sol y la tranquilidad para promover el turismo de playa a la cadena de tiendas Miniso tomando una estética japonesa para vender una imagen de calidad y utilidad pese a ser una empresa de origen chino. En el caso de Japón, su promoción, comúnmente conocida como Cool Japan, pasa principalmente por estimular el crecimiento en popularidad de aspectos culturales del país como el manga, el anime o los videojuegos, técnica que desde luego ha resultado tan efectiva que esa influencia está afectando las creación cultural propia de otros países.
Mientras que inicialmente podíamos apreciar una influencia más europea y americana en los productos culturales japoneses, con el paso del tiempo y la llegada al mainstream de la cultura otaku, se ha podido ver cómo esa influencia ha resultado ser recíproca. Estamos comenzando a apreciar un cambio cultural conforme las generaciones que consumían media japonesa desde pequeños han ido creciendo y produciendo sus propias historias y obras de arte en infinidad de medios distintos. Por tanto existe un trasvase cultural entre naciones y además podríamos incluso constatar que las tácticas de este Cool Japan han resultado harto efectivas. Pese a que podríamos mencionar innumerables formas que este traspase ha tomado, no vamos a hablar hoy ni de estilos de dibujo anime ni de animaciones estadounidenses con claras influencias, hoy vamos a hablar de libros.

Lo primordial aquí es delimitar de qué tipo de libros y literatura vamos a estar hablando. Cuando hablamos de literatura al uso, tendemos evocar de primeras la idea de que es todo aquello que ha sido publicado por una editorial y por lo tanto es comercializado. Sin embargo, en esta definición estaríamos dejando fuera no solo fanfiction e historias independientes, sino también libros que por una razón u otra han dejado de ser comercializables o han resultado censurados. En cuestión de literatura fan, las influencias del anime y el manga se llevan apreciando años atrás, se han hecho bromas recurrentes al respecto y prácticamente estamos todos al tanto de sus excentricidades. Aún así, las cosas de palacio van despacio y que estas modas lleguen a un panorama más vigilado como es el editorial lleva tiempo, no solo deberían llevar supuestamente más trabajo detrás en cuanto a edición y corrección—pese a que en el panorama comercial actual todo se produce mucho más rápido y sin cuidado por centrarse meramente en los beneficios y no en proporcionar un producto de calidad—, sino que también tiene que considerarse algo que vaya a dar dinero. Hasta hace unas décadas, el anime y el manga generaban ingresos, pero no una cantidad tan considerable como para que la prensa generalista y las compañías hablasen de algo más que un mercado de nicho, lo cual actualmente es casi cosa del pasado. No hace falta más que ver el tirón actual de los salones de manga y cómo algunas series han permeado a la cultura popular.
Esto no solo lo han notado plataformas como Netflix, también lo han comprendido grandes empresas editoriales como Penguin Random House, los cuales no solo ansían tener su propio sello con el que publicar manga—Distrito Manga en este caso concreto—, sino que quieren publicar historias que sigan esa estética anime. Definir una estética y delimitar una corriente artística puede resultar bastante complicado, en ocasiones nos rendimos a delimitarlo en una clasificación geográfica —la cual en la mayoría de ocasiones nos serviría—. Aún así, cuando hablamos de tropos o características comunes a la generalidad de una corriente podemos abstraer una serie de ideas respecto a las cuales realizar no solo obras inspiradas, pero también parodias y subversiones desde la misma corriente. En otras palabras: sin estas abstracciones temáticas, animes como Madoka Magica no podrían haber desarrollado variaciones de su género como comúnmente lo conocemos y otras series del estilo de Pop Team Epic no podrían crear gags cómicos basándose en tropos típicos de obras BL, por poner un par de ejemplos. Por tanto, pese a que estos tropos en ocasiones son compartidos, encontramos una incidencia mayor de los mismos dentro del anime o el manga como para que un público nacional y extranjero pueda evocar una serie de ideas aproximadas a la realidad. Aunque en ocasiones, estas abstracciones no representen una idea real y concreta debido a que se han diluido tanto en la cultura popular que han pasado a representar la idea de la idea.
Hablando de ejemplos más concretos, podemos echar un primer vistazo a la extensa cantidad de libros con temática romántica que hay basados en la cultura del K-Pop. Que, pese a no ser necesariamente cultura otaku, sí podemos afirmar que al menos tiene características parecidas y su desarrollo y expansión cultural han ido bastante de la mano. Una búsqueda rápida en Google nos devuelve cientos de resultados con la misma temática, cosa que hace años hubiese sido poco más que impensable. Lo mismo sucede con autores de algo más de renombre, como podría ser el caso de Brandon Sanderson, el cuál no solo menciona hobbies como el cosplay en su libro La guía del Mago Frugal para sobrevivir en la Inglaterra del medievo, sino que también ha vendido otro de sus proyectos secretos, Yumi y el pintor de pesadillas, como «una nueva novela independiente que hará las delicias de los aficionados a la cultura popular asiática«. A primera vista la portada también nos recuerda a aquella famosa película de Makoto Shinkai en la cual los dos protagonistas sufrirán numerosas desavenencias hasta por fin poder encontrarse, por lo que de esta manera podemos casi aclarar que las aparentes inspiraciones no son meras conjeturas nuestras como lectores.

No solo podemos encontrar proyectos originales con inspiraciones de la media japonesa, también tenemos a nuestra disposición obras que los mismos autores han confirmado que fueron en su origen su propia interpretación de una obra, o lo que es lo mismo, eran un fanfiction que escribieron en su más tierna adolescencia y más tarde lograron comercializar. No sin antes realizar la serie de cambios pertinentes, como es el caso de una de las nuevas obras publicadas en España bajo el sello de Molino —editorial perteneciente a Penguin Random House—, Viuda de Hierro. Le autore, Xiran Jay Zhao, conocide activista en redes sociales, admitió que la obra estaba basada en una reinterpretación y adaptación más feminista del anime Darling in the FranXX. Si hemos visto el anime, o al menos lo conocemos, podemos comprender cómo de titánica puede resultar esta hazaña, puesto que la obra madre cuenta con numerosos tropos que el público ha mirado con desdén y criticado desde su emisión allá por 2018. Independientemente del resultado que nos ofreció este experimento, podemos ver una clara influencia de animes modernos, y no tan modernos, en panoramas literarios actuales y de la cultura popular de otros países.
Pese a que puede verse de primeras como algo hartamente beneficioso, no es oro todo lo que reluce, los autores y más a gran escala, las editoriales, han podido optar por desarrollar estas influencias por la simple razón de que son populares a día de hoy. Ya no solo en términos de explotación creativa a autores nóveles, sino al mismo consumidor, al que muchas veces se le presentan historias de calidad insultante, que en muchas ocasiones no han sido apenas editadas y por personas que no conocen los tropos que se manejan normalmente en el medio, ofreciendo así una idea derivada de la idea que a su vez deriva de la idea inicial nacida de la realidad representada. Obras como Viuda de Hierro posiblemente supongan una novedad en círculos que no estén habituados a las mecánicas intrínsecas por las que se rigen los animes de mechas o ciencia ficción, pero resulten algo sin más para alguien que haya visto Evangelion. Por supuesto y no por denostar las obras derivadas, es mucho más sencillo tocar temas ya manidos pero eficaces cuando introducimos unas historias a mercados que no están acostumbrados a ellas, mas no debemos ignorar las implicaciones que esto tiene. «Mejorar» una obra bajo una visión americanizada, por poner un ejemplo, no la hace automáticamente más válida ni superior a aquellas cosas que podemos encontrar en el país de origen. Es cierto que subjetivamente podremos encontrar relatos que nos resulten superiores a otros por mucha denominación de origen que posean, pero debemos dejar atrás esta visión de que algo alcanza su cenit una vez que alguien en occidente lo aprecia y decide versionarlo, un posible «déjame, que tú no sabes» el cual deberíamos eliminar de nuestras mentes a la hora de acercarnos al proceso creativo.

Esperemos que con el tiempo y el desarrollo de las corrientes y del trasvase intercultural superemos la serie de estereotipos impuestos a nosotros como consumidores por parte de las grandes empresas que dominan los mercados del entretenimiento. Además de poder disfrutar de obras influenciadas por animes y mangas a la vez que valoramos sus puntos débiles y analizamos con ojo crítico aquello que consumimos.
yo solo vengo a chillar por Capri como la portada del artículo aaah 😭💖
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