Netflix y el continuo maltrato hacia el anime

Hace unos años, era ciertamente impensable que llegaran de forma oficial tantísimos animes como hoy. Por suerte, la tendencia ha cambiado positivamente y las webs de streaming empezaron a apostar por licencias de animación japonesa que podemos disfrutar con subtítulos y dobladas en español. Aparte de Crunchyroll, una web dedicada exclusivamente al anime —como bien sabrán nuestros lectores—, una de las plataformas que más apuestan de forma continua por las series de anime es Netflix, que cada vez cuenta con un catálogo más amplio y variado.

No obstante, todas las luces llevan sombras aparejadas, y si bien es cierto que actualmente es muy fácil disfrutar de anime legal desde nuestro ordenador, móvil, tablet u otros dispositivos inteligentes, estas series no reciben todo el cariño que se esperaría de una empresa millonaria con recursos de sobra para invertir en ellas y que el público pueda acceder a un producto digno. Muchas quejas han sido elevadas de forma reiterada contra Netflix específicamente, y en el artículo de hoy queremos analizar cuáles son los problemas que subyacen en las licencias de anime de la popular plataforma de streaming, pues no son precisamente pocos ni pequeños.

Uno de los contratiempos a los que se han enfrentado los usuarios de Netflix es la ausencia aleatoria de traducciones de calidad para los subtítulos; si bien es cierto que muchas de las obras de animación japonesas disponibles en su catálogo cuentan con buenas traducciones realizadas por profesionales, no es el caso de otras tantas. Esto ocurrió, por ejemplo, con Blue Period, y recientemente con Ouran High School Host Club, que la plataforma ha decidido rescatar para ofrecerla de forma legal para sus suscriptores. Esto, por supuesto, no es exclusivo del anime; ya el año pasado hubo revuelo por ocurrir algo muy similar con El juego del calamar, el exitazo coreano que arrasó en redes en 2021. Cabe preguntarse por qué una empresa con dinero de sobra para invertir en traducciones profesionales recurre a máquinas para efectuar traducciones automáticas que, como todos sabemos, dejan que desear; la respuesta es sencilla y evidente para la mayoría de la gente: quieren invertir lo mínimo en el producto para a cambio ganar visualizaciones que les reportan beneficios.

La primera tanda de episodios de Stone Ocean todavía tuvo algo de promoción, pero ¿la segunda? Ni está ni se le espera. © David Production

Por otro lado, está el problema del casi nulo marketing que recibe el anime en Netflix. Generalmente anuncian la adquisición de una serie o que ellos se encargan de producirla, pero pocas veces tienen relevancia en los eventos que organiza la plataforma para hablar de próximas novedades, y no digamos ya promocionarlos en redes sociales, pues dicha promoción es prácticamente inexistente. La que firma estas líneas se enteró del estreno de la segunda parte de Jojo Stone Ocean justo el día antes de que apareciera en Netflix, y muchas veces la única forma de descubrir cuándo llega un anime a la plataforma es a través de páginas de noticias específicamente otakus que dan el chivatazo o bien porque decides entrar en Netflix a echar un vistazo y el propio algoritmo te suelta el tráiler en primera plana si sabe que has visto más anime. No se pide que el marketing sea equiparable tampoco al de los grandes éxitos de Netflix, pero sí un mínimo, porque para eso, insistimos, tienen dinero de sobra.

Hablando de Stone Ocean, ha sido este anime el que ha suscitado la polémica sobre si el modelo de capítulos de golpe —en batchs— es lo mejor para el anime. Estábamos acostumbrados a disfrutar Jojo con el modelo de capítulo por semana —qué lejanos parecen esos días en los que Selecta Visión emitía el simulcast de Diamond is Unbreakable en su canal de YouTube— y, desde luego, sacar tandas de doce capítulos una vez al año lleva a que el espectador no recuerde qué estaba viendo y se pierda el interés porque tampoco hay comentarios cada semana en redes sociales que mantienen viva la serie.

Sí es cierto que Netflix ofrece otras series animadas en simulcast, pero es que estos simulcast realmente no son tal, pues nos llegan los capítulos con un par de semanas como mínimo de retraso con respecto a Japón, mientras que otros servicios, como Crunchyroll, los ofrecen el mismo día del estreno en el país nipón. Esto nuevamente perjudica al espectador que decide tirar por la vía legal, pues el que ve la serie pirata siempre irá adelantado —con el consiguiente riesgo de spoilers— con respecto al que decide seguir el anime en Netflix. Nuevamente, creemos que la compañía tiene poder de sobra como para ofrecer simulcast que realmente sean lo que se promete.

Record of Ragnarok, una de las víctimas de la mala animación en Netflix © Graphinica

No obstante, ojalá los problemas con Netflix y el anime se quedaran solo en los aspectos mencionados hasta el momento, porque hay que decir que las series producidas por el gigante del streaming suelen contar con una calidad de animación que roza lo nefasto. Esto es comprensible en casos en los que se hace de forma deliberada, como en De yakuza a amo de casa, pero no así en animes que se beneficiarían de una mejor calidad de animación, como Record of Ragnarok, que siendo una serie de peleas pierde muchísimo por tener una animación de tan baja calidad.

Cabe destacar el caso específico de Mi tío es de otro mundo, una serie que ha contado con numerosos problemas de producción, tanto es así que estaba planeada para la temporada de verano de 2022 y a día de hoy, casi a las puertas de octubre, aún no ha terminado de emitirse.

Apreciarán nuestros lectores que este artículo no trata de atacar porque sí a Netflix. Hay sobradas y fundamentadas razones para acometer contra una empresa que no cuida sus productos, que solo pretender ganar visualizaciones haciendo lo mínimo posible. No se trata tampoco de ser exigentes, pues creemos que pedimos lo mínimo, y además estamos respaldando las quejas que hemos leído a otros usuarios de redes sociales. Es esperable que, si deciden licenciar algo, al menos lo hagan bien, no buscando el ahorro y las máximas ganancias.

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