¿Es Fate Stay Night: Heaven’s Feel una buena adaptación?

La historia de Fate y el anime ha sido larga y fructífera, aunque las semillas no siempre han arraigado igual de bien. La primera adaptación de Fate, vía Studio Deen, fue sumamente mediocre, y no fue hasta la llegada de Ufotable con Fate Zero y luego Unlimited Blade Works que la saga terminaría de despuntar. Entonces, se anunció la trilogía de películas, comandadas por el mismo estudio, que adaptarían la tercera ruta de la novela visual, Heaven’s Feel. Pero, ¿han estado a la altura?

Vaya por delante que no he jugado entera la visual novel en cuestión, por lo que mi crítica, mis opiniones y mi análisis van a partir únicamente de la puesta en celuloide de una historia. Al final, una adaptación fílmica va de muchas más cosas que el respeto de la historia y sus personajes, como es la adecuación al montaje propio del medio, la faceta técnica y la confección de un guion, si bien no original, sí adecuado al nuevo contexto. Bajo estas reglas, Heaven’s Feel te da una de cal y dos de arena.

Amor, deseo, traición, justicia, corrupción y odio. Los ingredientes de Heaven’s Feel / ©Type-MOON

Heaven’s Feel está dividida en tres cintas: Presage Flower, Lost Butterfly y Spring Song, cada ella con dos horas de duración, lo cual hace un total de 360 minutos de material. En comparación al Zero o Unlimited Blade Works, animes de 25 y 26 episodios — con algún episodio doble que ronda los tres cuartos de hora—, un minutaje bastante escaso para afrontar la ruta final y definitoria de Stay Night, algo que, a la larga, tensa las costuras y termina por mostrarlas. Que no se me malinterprete, son películas que me gustan bastante. No es una mala trilogía y, en aislado, sus valores de producción, el carisma de sus personajes y varias de las escenas más impactantes salen adelante por el savoir faire de Ufotable, que de sacar rendimiento a los colores saben un rato. Las dos primeras me parecen cintas muy notables de cualquier género de fantasía / acción, animado o no. Pero entonces llegó la tercera y las imperfecciones, que ya estaban ahí, se hicieron más palpables.

Spring Song es el clímax, la culminación y el final de la saga clásica de Fate Stay Night. Salvo que deseen adaptar de forma más óptima la primera ruta, es el final. No solo eso: allí deberían desmenuzarse no solo el trasfondo de su mundo, sino también las motivaciones últimas de sus personajes. Desde los actores principales (Shirou Emiya, Sakura Matou y Kirei Kotomine) hasta todo el elenco de secundarios de lujo. El gran problema es que se omite muchísima información vital para el devenir de esos acontecimientos y, como consecuencia, la lógica interna sufre y el guion se resiente, recurriendo así a trucos bastante burdos para justificar decisiones tomadas durante el devenir de los acontecimientos.

No es la única cinta en la que ocurre. Empezar por Fate a través de la primera película es un error. Con el objetivo de ahorrar en tiempo y recursos, toda la presentación de Shirou, Saber y el desarrollo inicial de esa partida de ajedrez a siete bandas que es Fate se narra en escasos segundos. De la misma forma que no hace falta matar al Tío Ben por enésima vez en cada nueva adaptación de Spider-Man, el público que va a ver algo de Fate sabe quiénes son Shirou, Saber y los entresijos de su relación. A pesar de ser más modesta y menos espectacular, Presage Flower me parece la cinta más redonda. Muestra bien ese tono frío e inmisericorde que distingue a Heaven’s Feel del resto de rutas, la caída en gracia de los héroes y no tan héroes y el maquiavelismo impío de Zouken Matou, uno de los personajes más reivindicables de la saga. Precisamente por su intención constructiva y su dosificación de la acción, es la película más convencional en su guion y la que mejor funciona, cumpliendo el papel de cinta introductoria.

Lost Butterfly fue la segunda entrega y cumplió sobradamente con lo que se le pide a una secuela: es más íntima, pero también más violenta y cruel, convirtiendo a Shirou en un protagonista con más capas que en el resto de adaptaciones, donde peca de arquetípico. Pero allí donde había brillantez acechaba la sombra: la acción y los momentos pausados se alternaban de forma menos natural, el oxígeno fluía peor y el ritmo se resentía. Además, varios avances «tras las cámaras» en relación al global del universo diegético en cuestión, y de todo el lore de Fate en general, se sentían impostados. A pesar de eso, tiene algunas de las mejores escenas de toda la franquicia. Porque la historia de FSN está marcada por los excesos, pero también por la vibrante emoción que transmiten sus personajes.

Pareja adolescente descubre embarazo no deseado. El sacerdote local hará todo lo posible para evitar el aborto / ©Type-MOON

Luego llegó Spring Song y, tan larga y esperada como fue — sobre todo si prácticamente no veo anime y el poco que me interesa espero disfrutarlo al máximo—, no cumplió mis expectativas. Recalco que en ningún momento la considero una adaptación del todo fallida ni equiparable a tropiezos como el primer Fate, una serie plomiza pero raquítica y con poco que rascar, o el quiero y no puedo de Fate Apocrypha, víctima de la falta de minutaje y de la ausencia de un mejor estudio a los mandos. Spring Song tropieza porque varios golpes de efecto te los tienes que creer y ya, lo que la gente denomina erróneamente Deus ex machina. El clímax final, el enfrentamiento de ideales que magníficamente ha representado siempre Fate, encarnado en el idealismo agrietado de Shirou y el nihilismo existencialista de Kotomine, se siente a medio gas. En los golpes hay violencia seca, pero falta espíritu y, aquí voy a ser un poco engañoso y comparar con el material original, la profundidad de los diálogos de la VN. No se puede comparar con la pelea anterior entre Rider y Saber Alter, no tan significativa a nivel narrativo, pero mucho más imaginativa en todo lo demás. Sin mácula en ese aspecto.

¿Qué ocurre con el final? Aparece Ilya con el Vestido Celestial, algo que no terminas de entender si no has jugado a la VN o leído por tu cuenta qué ocurre, Zouken tiene una breve redención espiritual y fallece definitivamente sin que quede muy claro qué motiva sus pasos y, finalmente, Shirou muere y vuelve a la vida. ¿Porque sí? No, tiene una explicación. Una tan sutil, vaga y poco oportuna que exige un conocimiento más extenso del Nasuverso y, en concreto, de la saga Kara no Kyoukai. Aparece, de fondo y sin hacer ruido, Touko Aozaki. Desconozco si la motivación fue un cameo o solo obra de guionistas perezosos, pero el grado de sutilidad es tal que si no conoces KnK y no sabes que Touko se especializa en resucitar a gente vía marionetas, no llegas a comprender algo tan poco trivial como es el regreso a la vida del protagonista. En el Nasuverso existe una disciplina de la hechicería llamada Tercera Magia que explicaría la restauración del cuerpo de Shirou, algo que he deducido… leyendo en Internet, porque la trilogía ni la explica ni la desarrolla.

Touko Aozaki de espaldas, porque puestos a hacer un cameo clave en el final, que nadie se entere / ©Type-MOON

Se suele decir que bien está lo que bien acaba, y aunque Spring Song se esfuerza en dar un cierre épico a unos personajes muy queridos por el público, los detalles terminan por hacer efecto bola de nieve y arrastrar problemas de coherencia interna y relato diegético que salpican de incongruencias la trama principal. Duele ver tropiezos tan gordos en estudios de tanto talento y con conocimiento del material con el que trabajan. Incluso a pesar de estos desajustes del guion y su ritmo extraño y más propio de una serie fragmentada en capítulos, Spring Song nunca deja de ser una cinta entretenida y un festín para los sentidos.

Para terminar, responderé al interrogante que planteo en el título: ¿Es Fate Stay Night: Heaven’s Feel una buena adaptación? Sí… bueno, más o menos. Porque lo que empieza bien termina mostrando debilidades que, como termitas, roen el esqueleto interno y abren las vigas de lo que podría haber sido más contundente y mejor explicado. Jugando a las posibilidades, tal vez en un anime, fragmentado en capítulos, se hubiesen pulido estas asperezas que concatenan en un final apresurado y agujereado. La sensación de ir de más a menos ha empañado algunos recuerdos que, de haber seguido una línea inversa ascendente, me habrían dejado mejor sabor de boca. Porque esto sigue siendo Fate.

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