En la mente de: Hitagi Senjōgahara (Bakemonogatari)

En la mente de es una serie de artículos dedicados a profundizar individualmente en las características y motivaciones de algunos de los personajes más queridos e interesantes de los videojuegos y el anime

Monogatari Series es un anime que siempre esconde mucho más de lo que aparenta. Bajo una premisa de comedia conversacional con toques ecchi y un vanguardismo visual que echa a más de uno atrás, se encuentran una gran cantidad de capas consecutivas de profundidad temática, centradas siempre en unos personajes poliédricos y carismáticos, que soportan todo el peso de la serie. Koyomi Araragi, Tsubasa Hanekawa, Sengoku Nadeko… cada temporada de Monogatari dedica tiempo suficiente a macerar las intenciones y sentimientos de cada uno de sus protagonistas y secundarios. Todos tienen tiempo de brillar en algún momento y Hitagi Senjōgahara, a quien conocemos desde el mismo inicio, es quizá uno de los más interesantes de primeras.

 Spoilers evidentes de Monogatari Series

Senjōgahara es la pareja de Koyomi desde los primeros arcos de la serie. Como cualquiera que haya visto este anime recordará, nuestro protagonista la salva de una caída por las escaleras del instituto, descubre al agarrarla que la joven no tiene masa corporal y, entendiendo el carácter sobrenatural del asunto y su propia involucración con sucesos de esta índole en el pasado reciente, decide ayudarle a recuperar ese peso perdido.

Desde el primer momento se nos presenta a Hitagi como un caso aparente de tsundere, uno de los arquetipos más socorridos en el anime, en el que un personaje, generalmente mujer, se muestra excesivamente antipático e incluso hostil hacia el mundo en general, guardando sentimientos de afecto en su interior y reservándolos sólo para los momentos más emocionales con su persona más querida, que tiende a ser el protagonista de la historia. Rin Tohsaka, Chitoge Kisagiri, Asuka Langley en cierta medida, Vegeta… el tropo se repite hasta la saciedad en obras de todos los tipos y épocas. Pero al igual que la mencionada Asuka, Senjōgahara no es una tsundere al uso. Al menos, no en el sentido más tradicional de la palabra. Lo que primero nos llama la atención en esto es que es una tsundere aparentemente voluntaria y decididamente autoproclamada. De forma recurrente justifica verbalmente su comportamiento áspero con Koyomi escudándose en que ese es su tipo de personaje, en cariñosa palmada a la cuarta pared, pero, como todo en Monogatari, esto va más allá de ser un nicho sin más.

Senjōgahara cae por las escaleras del instituto, el inicio de su aventura / ©Shaft

Cuando en el primer arco del anime Koyomi ayuda a Hitagi a recuperar su masa, se nos explican también las razones del suceso. El causante era el Cangrejo del Peso, una deidad que había absorbido casi la totalidad de los 45 kilogramos de su cuerpo. El giro argumental aquí radicaba en que el peso que el cangrejo sustrae es el emocional, la carga mental y sentimental que atormenta a la persona que se cruza con él, y sólo termina llevándose también su masa física como efecto colateral y secundario. Senjōgahara soportaba un lastre sobre sus hombros demasiado grande. Cuando, tras sufrir una enfermedad muy grave estando aún en escuela primaria, la madre de Hitagi se sumergía una secta, buscando desesperada algo de esperanza, la joven quedaba abandonada. Una niña en un hogar solitario, desestructurado, con unos padres divorciados. Él siempre ausente, demasiado absorbido por su importante trabajo y ella siempre distante, conquistada por la falsa fe de un culto pernicioso. Ya daba igual cuánto pudiese destacar Hitagi en los estudios o en los campeonatos deportivos, pues las prioridades de su madre siempre estaban dirigidas a su nueva religión, nunca hacia ella. Y entonces, llegaba el momento que marcaría a Senjōgahara durante su adolescencia. Su madre abría las puertas de su casa al líder del culto, un individuo infame que intentaría abusar física y sexualmente de la joven. Ella se defendería violentamente y la culpa de todo el asunto caería sobre la progenitora, que renegaría entonces de su propia hija. Hitagi terminaba, de forma irremediable, culpándose de todo. Y ese peso es el que el cangrejo recoge cuando se cruza con ella.

(El abuso sexual es un asunto muy serio, que destruye miles de vidas a diario en todo el mundo y quien esto suscribe entiende que no es tema baladí y que, por no haberlo sufrido en sus carnes, quizás no pueda transmitir correctamente lo que ello supone, así que se ruegan disculpas si eso ocurre)

Es muy habitual recurrir en ficción al tropo de la mujer rota. Muchísimos personajes femeninos sufren abusos como parte de la trama, para darles un trasfondo más dramático o, en el peor de los casos, eliminar directamente su agencia narrativa y reducirlas a una simple motivación más para el avance del héroe de la historia, que las salvará y vengará como paladín valeroso. La habitual misoginia cliché, no es nada nuevo. Ni un minuto de reflexión sobre lo que estos hechos conllevan para las personas que los sufren. Pero al igual que subvertía el tropo de la tsundere al posicionarse voluntariamente como una y utilizarlo de excusa conscuiente para sus improperios y malas respuestas, Senjōgahara también altera aquello a lo que estamos acostumbrados en el medio audiovisual cuando un personaje mujer ha sido víctima de este tipo de agresiones. Y es que en Monogatari los sucesos tienen repercusiones, los personajes se elaboran alrededor de más de una capa y su construcción psicológica nunca está supeditada a ninguna excusa barata ni se trata de forma superficial. Koyomi arregla el entuerto con el cangrejo y Senjōgahara recupera su peso. Si estuviésemos hablando de otro anime, aquí habría un punto de inflexión general en el que la joven superaría sus traumas, dejaría atrás la antipatía propia de las tsunderes y empezaría a ser más honesta con sus sentimientos. Gracias a ser salvada por nuestro héroe. Porque es a lo que estamos acostumbrados en la ficción. Pero es que la vida no es así. O al menos, no suele serlo. Y Monogatari es, entre otras cosas, una historia muy fiel sobre cómo gente con problemas afronta lo dura que es la vida, psicológica y emocionalmente. La fatiga, la respiración entrecortada, los episodios de hiperventilación, la falta de fuerza en las extremidades y el sudor frío. Todo ello acompaña a Hitagi cuando recupera su peso, cuando decide por fin enfrentarse a su dolor, a su miedo, a su infancia devastada. Por ella. Por sí misma.

Senjōgahara es un gran ejemplo de cómo las heridas del interior siempre van a tardar mucho más en cerrarse que las físicas. Cómo la confianza rota y el miedo a las personas que nos rodean duelen más que cualquier fractura ósea. El cangrejo, al igual que casi todos los entes sobrenaturales de la franquicia, no es más que una excusa en la que apoyarse para presentar cómo cada personaje se enfrenta a sus traumas y sufrimientos, pues los problemas internos del ser humano los causa siempre el ser humano. Hitagi es agresiva con otros personajes aunque en el fondo quiera aceptación, no permite apenas el menor contacto físico masculino hacia sí y las marcas que le atormentan son más que evidentes. Utiliza la violencia, sea con grapadoras o con cualquier otro elemento de material escolar, de forma recurrente para alejar a aquellas personas que puedan acercarse demasiado y percibir su vulnerabilidad. No es una tsundere por capricho del guion, es una tsundere porque le han arrancado a las malas la forma correcta de socializar, de interpretar y transmitir emociones y conflictos con las personas cercanas y es incapaz de gestionarlo correctamente. No hay por tanto una varita mágica que Koyomi pueda tocar para salvarla de forma milagrosa y ya, a otra cosa mariposa, como en las historias clásicas. Sólo puede aportarle apoyo, amor y comprensión. Y tiempo, el tiempo que una persona necesita para curarse de algo así, si algún día llega a hacerlo. La trama avanza, los personajes y arcos se suceden, pero el  viaje de Senjōgahara a través de su dolor siempre está ahí, aunque sea de fondo.

Con el paso de los episodios y temporadas, Hitagi gana confianza en su relación Koyomi / ©Shaft

Por supuesto, su desarrollo de personaje no se basa exclusivamente en ello. Habría sido una solución excesivamente torpe de haber sido así. Otro de los principales puntos clave de su evolución es la mencionada confianza. La perdida primeramente en su madre, la ganada en Koyomi y la recuperada en Deishuu Kaiki. Lo de la madre se ha comentado unas líneas más arriba y la confianza ganada en Koyomi es progresiva. Siente su apoyo desde el primer momento e intenta corresponderle, aunque no siempre sea de la manera más adecuada. Cuando a comienzos de Nisemonogatari secuestra al propio Koyomi y lo deja atado en el edificio abandonado, Hitagi nos muestra un caso claro de sobreprotección tóxica. Ella ha sufrido tanto que no va a permitir que su pareja ponga en peligro su integridad para ayudar a otras personas, como lo hace siempre. Porque no se fía de que la vida pueda tratarlo bien cuando a ella la ha tratado tan mal. Poco a poco, y superando estos baches, la relación entre ambos se convierte en exactamente lo que necesitan, una en la que cada uno aporta lo que al otro le hace falta —también tendremos tiempo de hablar de Koyomi Araragi en esta sección, pues es el personaje de la serie del que hay más tela que cortar— hasta un culmen en Zoku Owarimonogatari en el que se demuestra que no existe ningún tipo de resentimiento entre ambos. Que los dos han hecho siempre aquello que creían correcto respecto a la otra persona, han conseguido ser todo lo sinceros que han podido, han logrado aparcar y vencer a sus demonios y eso les ha hecho crecer y madurar. Sin romanticismo cutre ni giros tramposos del guion. Con algo tan real como la mezcla de tiempo, diálogo, confianza y apoyo mutuo. Poder acompañarla a través de todas las temporadas, viendo como en cada aparición crece más como persona y personaje y cómo se roba la serie con apenas tres frases, hace ganar enteros a toda la producción.

La relación con Kaiki también es interesante. Deishuu Kaiki es, a la vez, uno de los mayores agravantes de los problemas de Senjōgahara y, al mismo tiempo, una de las herramientas que ella aprovecha para desarrollarse. Hombre de mediana edad, carismático, estafador de lo sobrenatural como profesión, conquistó fácilmente a Hitagi con su labia, lógica y aparente raciocinio cuando ella necesitaba ayuda con su peso, antes de conocer a Koyomi. Ella desarrolla muy pronto unos sentimientos de dependencia muy fuertes hacia una figura en inicio salvadora que termina aplicando aquello de coge el dinero y corre. La traición de Kaiki mina la confianza de Senjōgahara y también por ello, al principio de su relación, tiene tanto miedo de que su amor por Koyomi termine siendo más un sentimiento de deuda dependiente que algo genuino. Y es por eso que es tan importante su inesperada alianza cuando Koyomi está en peligro, mucho más adelante en la serie. Nuestra joven pelivioleta no sólo consigue hacer el esfuerzo de pactar con alguien indigno de su confianza, pese a saber que es quizá el único que le puede ayudar esta vez, sino que lo hace desde una posición activa y de cierto poder. Se enfrenta a sus sentimientos, a su miedo y consigue que Kaiki le ayude a salvar a su querido.

Senjōgahara es una dualidad perfectamente construida entre la inseguridad adolescente y la valentía de una persona que quiere superarse a sí misma, entre el dolor de un suceso traumático que pudo ser aún peor y la confianza progresiva en permitir que quienes te quieren y aprecian te brinden su ayuda, entre el daño del ahora y la esperanza del futuro mejor.

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