Una crítica de la industria del entretenimiento que suele apuntarse con mucha frecuencia es que los creativos actuales, con tal de captar la atención de las masas, dependen excesivamente de la autorreferencia y el crossover. En lugar de apostar por ideas originales y frescas, resulta mucho más financieramente estable y seguro aplicar una nueva capa de pintura a lo presentado otrora o, por su parte, arrejuntarlo con una marca distinta de modo que se genere una reacción de asombro y expectación. Por supuesto, no todas las decisiones de esta índole responden a un ansia capitalista y, si no queremos faltar a la verdad, cabría reseñar que estas prácticas se llevan realizando desde tiempos inmemoriales, mucho antes de abocarse a la fatiga sentida por parte de la audiencia generalista actual. De todo ello y mucho más ya os hemos dado algunas pinceladas en el pasado.

A todos se nos viene a la mente Fortnite como el ejemplo por excelencia de este fenómeno, pues el coloso de Epic Games linda el advergame con cero sutilezas. Dentro del mundo del cine, podríamos referirnos a The Flash, una cinta rodeada de controversias pero que, desde una perspectiva puramente artística, es un amasijo de reclamos nostálgicos vacíos y despojados de cualquier tipo de pureza o ambición —para actores como Cristopher Reeve, ni siquiera la muerte queda indemne ante el arrase demoledor de los dedos que señalan al reconocer—. Sin embargo, del mismo modo que se puede ver a distancias kilométricas la pata de la que cojean ciertas producciones, hay muchos otros supuestos fronterizos que precipitan el debate en redes sobre si vence la pretensión artística o el corporativismo con cara amigable. Así ocurre con Astro Bot, lo nuevo de Team Asobi.
Tras sendas demos técnicas diseñadas para sacar a relucir las bondades de la VR de Sony y la PlayStation 5, respectivamente, había llegado la hora de que el equipo formado por antiguos miembros de Japan Studio se pusiera manos a la obra con un título de duración completa y donde se pudiese ver su maña como desarrolladora en todo su esplendor. Astro Bot no es una producción multimillonaria cargada cual borrego durante la mayor parte de una década por centenares de artistas, ni una experiencia narrativa con un enfoque cinematográfico y visuals tan realistas que se pueden divisar las comisuras de los labios de los personajes. Quizás desmarcarse tan drásticamente de la fórmula de su matriz es parte del por qué este simpático juego de plataformas en 3D fue recibido con tantísimo furor por la crítica tanto profesionalizada como generalista, a tal punto que podríamos convenir el veredicto de que es el juego del año 2024.
Pero todos sabemos que Astro Bot se dio a conocer por un motivo distinto de su diseño de niveles del más alto orden, de su dirección artística inmejorable para la sensación de diversión sin mayores pretensiones que se quiere transmitir o de cómo su carisma solo es equiparable con un nivel de pulido envidiable en estos tiempos que corren. Ya fuese a través de un vídeo de YouTube o una publicación en TikTok o Instagram, la aventura del adorabilísimo androide de Sony nos entraba por los ojos debido a su sinfín de cameos. Cada nivel no es solo un obstáculo más en el camino de Astro para recuperar las piezas perdidas de su nave, sino también una misión de rescate de todos sus amiguitos con los que surcaba el espacio. A medida que nos encontremos los robots esparcidos como coleccionables por cada pantalla y los enviemos sanos y salvos a nuestra base de operaciones, nos iremos dando cuenta de que muchos de ellos llevan trajecitos que rinden tributo a casi cualquier parte de la extensa historia de la desarrolladora que os podáis imaginar. Desde God of War hasta Days Gone —aunque a John Garvin esto no le haga ninguna gracia—, pasando por referencias a obras de nicho como Vib Ribbon, Loco Roco o incluso Wild Arms. Tampoco hay que perder de vista que muchos de estos guiños también son a propiedades intelectuales que no pertenecen a Sony, pero que deben parte de su legado a la marca PlayStation. Capcom, Konami, Bandai Namco y Square Enix son algunas de las muchas empresas que han cedido la imagen de sus mascotas para su utilización como la indumentaria e identidad asumidas por las maquinitas más graciosas del mundo.

Hay dos posibles lecturas de este elemento celebratorio de Astro Bot. Las jugadoras y jugadores más optimistas verán a sus iconos de la infancia y se sentirán uno más en la fiesta a la que el título nos quiere invitar, a través de su constante exploración de ideas y mecánicas. Si somos algo más cínicos, sin embargo, podemos pensar que la identidad original de la obra se diluye cuando buena parte del atractivo de recorrer cada nivel es descubrir qué propiedades intelectuales veremos en esta ocasión. No podemos dejar pasar este asunto sin mencionar que Sony está rindiendo homenaje a las mismas franquicias que lleva ignorando durante la última década —dato especialmente sangrante si se considera que Astro Bot ha sido creado por los supervivientes de la clausura más trágica de la historia de la desarrolladora—, por lo que estas apariciones también tienen un regusto agridulce. Son un vestigio de una época que cualquiera podría sospechar que no volverá, ante una homogenización del catálogo de la empresa y su, hasta hace bien poco, deriva hacia modelos de mercado poco amigables como los juegos como servicio. No hace falta ni molestarse en comparar los premios que la aventura de Astro se ha llevado con el recibimiento de Concord, pues el chiste se hace solo.

Y si bien es cierto que puede resultar incómodo que una obra de estas características se haya dado a conocer no tanto por sus propios méritos, sino por las constantes referencias que contiene, tampoco es preciso dirigir el discurso hacia el hecho de que el arte ya no es «puro» o que estamos cada vez más expuestos a publicidad encubierta. Hasta cierto punto, nos nubla la mente el que nos lleguen tantas producciones que viven por sus colaboraciones y reclamos nostálgicos en lugar de presentar ideas interesantes y olvidamos que el solo hecho de rendir tributo a otras obras no es indicativo de una dejadez creativa, pues lo propicio sería analizar cómo se ha implementado dicho homenaje. Jamie Smith —director de animación en Team Asobi— relataba para la página ScreenRant cómo la mayoría de cameos partían de que el equipo revisitara los clásicos de PlayStation en cuestión para idear conjuntamente cómo representarlos. Por su parte, el diseñador jefe del título Hiroaki Yatoku explicaba en una entrevista que todos los robots pasaron por el filtro de cada desarrolladora para garantizar la exactitud con la cual retrataban a sus personajes.
Los propios niveles son prueba de ello, pues no es coincidencia que podamos encontrarnos a Joker, de Persona 5, en la fase del casino, un buen guiño a las primeras escenas del título y a la que es probablemente su mazmorra más icónica. O que, por su parte, los protagonistas de The Last of Us hagan acto de aparición en la galaxia de las setas, lo que nos puede recordar a los emblemáticos chasqueadores de dicha franquicia. Esta atención al detalle alcanza su culmen en las fases finales de cada mundo, como la tematizada alrededor de los God of War modernos en la cual, por ejemplo, cruzamos un pasillo estrecho para llegar a uno de los coleccionables, un chascarrillo que hace referencia a los tramos de un AAA que claramente detienen la acción para cargar la siguiente zona. Salvando las distancias, la representación de otras propiedades intelectuales efectuada por Astro Bot recuerda al nivel de mimo vertido en la saga Super Smash Bros. —un ejemplo sorprendentemente poco sacado a colación a la hora de discutir si una obra que bebe mucho del crossover puede llegar a adoptar una identidad propia— o, al menos, se acerca mucho más a ese estándar que casos como la presencia de Hatsune Miku como corredora de Sonic Racing: CrossWorlds.
El quid de la cuestión está en el discurso que se quiere vender. Si bien hay colaboraciones de Fortnite que claramente están muy trabajadas y hechas con cariño y la gameplay cambiante del modo Battle Royale hace las delicias de millones de jugadores, está claro desde hace un tiempo que el foco de Tim Sweeney es el de promover un metaverso en el que las skins que compramos sean nuestros avatares virtuales. El futuro está en Unreal Editor, en el creciente volumen de mapas del modo creativo, básicamente se trata de convertirse en un segundo Roblox.

Ahora bien, es cierto que con el título de Team Asobi hay un punto de discordancia dado que no termina de quedar claro cuál es la audiencia pretendida, lo que en cierta medida diluye su mensaje y la posible trascendencia de los cameos. Como venimos indicando, aquí cabría realizar varias lecturas, entre quienes apuntan hacia un viaje nostálgico por tiempos mejores —y con cierto punto de cinismo— o, por su parte, como una puerta de entrada para un sinfín de niños al medio, en cuyo caso las referencias pierden todo su sentido. A nuestro juicio, sin embargo, el cauce adecuado para interpretar Astro Bot es una síntesis de ambas posturas, pues lo que la obra nos quiere transmitir es, en cierto modo, un vistazo al pasado de la marca PlayStation acompasado con una muestra de experiencias que son solo posibles en la generación presente, gracias al talento cultivado y que se ha ido desarrollando a lo largo de las décadas. El relevo generacional forma parte intrínsecamente de su esencia, pues es una aventura ideada para devolvernos la ilusión de nuestro niño interior y, a su vez, para encender esa misma chispa en audiencias totalmente nuevas. No hace falta ser muy avispado para detectar los claros referentes que han sido tenidos en cuenta para crear este título, y es que en cierta otra compañía tradicionalmente se ha puesto el foco en crear videojuegos de fácil acceso, pero que presenten un arduo desafío para quienes quieran dominar el contenido. Al igual que Super Mario Odyssey es una inmejorable puerta de entrada a los plataformas a pesar de su clara reverencia a tiempos pasados, Astro Bot parte de pretensiones prácticamente idénticas.
Es fácil comprender por qué la simpática aventura de Astro arrasó la mayoría de galas de videojuegos el año pasado. Representa el mimo y el cariño que a veces cuesta ver en este medio, sobre todo en estos tormentosos tiempos que corren, nublados por aciagas noticias de cancelaciones, despidos y más que mejorables condiciones de trabajo, también asociadas a la propia Sony. Pero las referencias no son el único ni, quizás, el más claro exponente de esta dedicación —pese a estar hechas con un envidiable amor a las obras originales, del que muchos otros proyectos dependientes del crossover podrían tomar un par de notas—, aunque razonablemente sí fueran las responsables de poner a Astro Bot en la conversación. El auténtico éxito se cristaliza en un diseño de niveles soberbio, en un aluvión de ideas creadas específicamente con el propósito de traernos a una clase de interacción con el medio muy simple, que quizás ya no es tan importante como otrora pudo ser, pero que es muy importante recordar que fue la base sobre la que se construiría tantísimo con el paso de las décadas. Team Asobi nos invita a divertirnos, a recordar por qué amamos esta industria y a, por una vez, colocar una venda sobre las muchas heridas que el paso del tiempo han ido dejando en este hobby. Quizás no estemos en el mejor momento, pero nos merecemos celebrar que hemos llegado hasta aquí.
