Seis grupos idol que rompieron el molde y deberías escuchar

Para cualquier ajeno a la materia parece fácil asociar la escena idol nipona a una estética o incluso a una corriente musical unificada. Bien es cierto que algunas de las representantes más famosas de este mundillo hacen gala de una serie de características afines, como Morning Musume o AKB48, que pueden ir desde la falta de una identidad propia como banda debido a la entrada y salida de miembros con tanta asiduidad y velocidad que harían que Jethro Tull pareciese U2 al uso aparentemente universalizado de melodías jpop facilonas. Pero nada más lejos de la realidad. La escena idol es amplia, diversa y llena de joyas que, si bien en Japón terminan por obtener su reconocimiento, han sido tradicionalmente ignoradas en Occidente debido a múltiples prejuicios. Afortunadamente, parece que de un tiempo a esta parte, las cosas están comenzando a cambiar y en los últimos meses hemos tenido en este lado del mundo actuaciones de conjuntos tan diversos y diferentes al estereotipo como Phantom Siita, en cuyo concierto de París pudimos estar no hace tanto, PassCode o las infinitamente carismáticas Atarashii Gakko! Queremos aprovechar, por ello, para recomendaros seis grupos idol que subvertirán vuestras expectativas y, quién sabe, quizá os animen a investigar por vuestra cuenta.

Broken by the Scream

Que no os engañen sus portadas kawaiis y su actitud siempre encantadora, pues este cuarteto es una de las bandas de deathcore más prometedoras de la actualidad. Los afilados rasgados screamo de Yayoi se alternan con los profundos y vibrantes guturales de Io para conformar un muro vocal de pura violencia que, a su vez, contrasta de manera notable con los melódicos estribillos que interpretan Shizuku y Tsubaki. Por si fuese poco, la sección instrumental de la Zombie Band es inusitadamente sólida y se permite ondular entre fragmentos electronicore, guitarras djent y ritmos venidos directamente del death metal. Después de unos prometedores trabajos iniciales como fueron An Alien’s Portrait y, sobre todo, un Noisy Night Fever que afianzaba una fórmula basada en combinar lo mejor del jpop con el salvajismo metal y elevar conjuntamente ambas propuestas, su tercer álbum, RISE into CHAOS, precedido de un single tan poderoso como fue Kanjou Cross Counter, ha servido no solo como confirmación de las capacidades de una banda que espera tener por fin un poco de estabilidad en su formación, sino que les ha abierto las puertas de los escenarios internacionales en una serie de conciertos en los que están poniendo toda la carne en el asador. Este verano las tendremos por media Europa en ciudades como Helsinki, Milán o París y, como guinda del pastel, el próximo 27 de junio actuarán en el festival de metal extremo más importante del territorio nacional, el Resurrection Fest. Dejad atrás cualquier prejuicio, si sois fans de Whitechapel y os maravillan los berridos de Will Ramos en Lorna Shore pero, al mismo tiempo, también tenéis ganas de pegaros unos buenos bailes de vez en cuando, esta es vuestra banda.

Philosophy no Dance

No contentas con haber interpretado la mejor canción de toda la banda sonora de Mashle! —esa descacharrante y socarronamente sensual oda a los bollos de crema titulada Chou Cream Funk—, no contentas con presentar títulos desvergonzadamente culturetas como Ciudad Heurística, Dogmática Dramática o Sapiosexual, no contentas con ser todas más majas que las pesetas… Philosophy no Dance merece un puesto en esta lista por ser uno de los mejores intentos de revivir y, sobre todo, actualizar, universalizar y modernizar el city pop en un mundo que parece haber renunciado a aquel espíritu puro y percibido hoy como un poco naíf de palmeras mecidas al viento del tropical jazz, bombásticos coches de lujo entre sonidos de sintetizador y la tranquilidad crepuscular de la burbuja económica del fin de la era Showa. Este conjunto lleva ya una década mezclando esas influencias ochenteras con sonidos más contemporáneos como el dance-pop y dedicando parte de sus versos y estribillos a introducir conceptos filosóficos, con mayor o menor profundidad, para ofrecer una propuesta original como pocas. Tanto Excelsior como Philosophy of Love son dos álbumes espléndidos que harán las delicias de todos aquellos fans de los ritmos funk y las melodías nu-disco y cuyas letras son capaces de citar —esto no es un simulacro, os lo aseguramos— al mismísimo Alejandro Jodorowsky. ¿Qué más necesitáis para correr a escucharlas?

RAY

En nuestro artículo sobre 50 discos japoneses imprescindibles para el siglo XXI bromeábamos con que en algún lugar recóndito de la geografía nipona existe una fábrica oculta en la que, desde hace una década, manufacturan bandas de dream pop y shoegaze, una detrás de otra y que, de manera inexplicable, todas salen buenas. Moon in June, Uchuu Nekoko o Yuragi son solo algunos de los ejemplos de una tendencia que, si bien aún no ha acaparado los focos del mainstream internacional, parece inagotable. Incluso legendarios colosos del drone como Boris coquetearon con el género con su convincente Pink. Curiosamente, existe otro disco titulado Pink que se ha colado entre las grandes propuestas del shoegaze de la presente década, y nos llegó en 2020 de la mano del grupo idol RAY. Herederas y sucesoras de las aún recordadas y queridas ・・・・・・・・・ —conocidas extraoficialmente con el apodo Dots, debido a lo impronunciable de su denominación oficial—, no tardaron demasiado en hacerse un hueco entre los conjuntos más apreciados y seguidos del movimiento alt-idol, influenciadas notablemente por la aún vigente escena indie de Shimokitazawa. Pasajes densos y atmosféricos, melodías agridulces y armonías tan cálidas como etéreas son la fórmula ganadora de una banda que, sin abandonar su génesis eminentemente idol y popera, abraza como influencias desde Slowdive a los tejanos Ringo Deathstarr. Y es que el mismísimo Azusa Suga, de los inolvidables For Tracy Hyde, ha trabajado como compositor en los tres discos hasta ahora publicados de la banda. Es imprescindible mencionar además que Kai Marino, que además de integrante del grupo también escribía parte de las letras, abandonó el proyecto en 2022 para fundar Suisou no Clematis, una banda dream que promete tener el mismo o incluso más potencial.

Maison Book Girl

Desaparecidas en 2021 tras siete años de carrera, era fácil que te obsesionasen musicalmente. Acordeones persistentes, concatenaciones de diversos instrumentos de viento y bases marcadamente math daban forma a canciones de propuestas inusualmente complejas que se atrevían con estructuras y compases más propios de figuras del prog como Rush o vanguardistas como Frank Zappa. Su debut Bath Room confundió a todos aquellos que esperasen el mismo j-pop estándar que profesaban los grupos previos de las integrantes y encandiló a cualquiera que se dejase hipnotizar por las experimentales composiciones del productor Kenta Sakurai —que actualmente trabaja para Zocx, infamemente conocidas en el mundillo por el gusto que profesa su líder Seiko Oomori por el acoso laboral—. Apenas un par de años después de su estreno, tanto Image como Yume subieron aún más el listón. Ambos álbumes ostentaban una mayor madurez compositiva e interpretativa, exprimían al límite las habilidades de las integrantes para la armonía y, sobre todo, dejaban varias canciones para el recuerdo, además de introducir hermosos pasajes de poesía recitada. Y cuando todo hacía presagiar su consagración, llegó Umi to uchuu no kodomotachi, que, dentro de ser un excelente trabajo, comenzaba a mostrar ciertos signos de estancamiento y resultó ser su canto de cisne. Y así como Maison Book Girl nacieron, se fueron sin hacer demasiado ruido. Algunas de ellas, como Megumi en MAPA o Rin en Electric Ribbon, aún persiguen sus sueños musicales, pero siempre valdrá la pena echar la vista atrás y dejarse mecer de nuevo por su magia.

Necronomidol:

Desde 2014 y hasta su disolución en 2022 fueron unas de las pioneras de ese cajón de sastre tan erróneamente denominado como kawaii metal y que desde entonces se ha usado indistintamente para agrupaciones tan dispares como Babymetal, PassCode o incluso Hanabie —que además de idols no tienen nada—. A primera vista, Necronomidol parecía un grupo paródico. Desde el propio nombre, el ocasional maquillaje corpsepaint a lo Mayhem y videoclips tan poco agradecidos como el de Ithaqua, en el que sueltan a las pobres chicas en medio del monte vestidas con cuatro trapitos y una capa, como si esto fuese el Mighty Ravendark de Immortal, solo que con todo repleto de nieve, en lo que parece ser un intento de hacerlas fenecer de hipotermia, todo parecía llevar a la comedia. Pero nada más lejos de la realidad. Necronomidol abrazaba las incongruencias y lo que hoy, desde nuestra óptica cínica y contemporánea, vemos como humor involuntario de la estética del metal extremo, especialmente el black. Y en lo musical eran intachables. Tanto Deathless como, sobre todo, Voidhymn fueron dos elepés de sustrato eminentemente popmetalero pero con influencias tan variopintas como el darkwave o el metal sinfónico y repletas de letras que homenajeaban tanto el terror clásico y lo paranormal japonés como los relatos lovecraftianos, que hicieron las delicias de sus, por entonces, aún crecientes fans. Tras su separación, Himari Tsukishiro, su integrante más longeva y carismática, inició hace poco una prometedora carrera en solitario a lo Tarja Turunen bajo el nombre Isiliel.

3776

Ígor Stravinski, Charlie Parker, Michael Gira y sus Swans. La historia de la música está repleta de figuras que, independientemente de que fuesen apreciadas o ignoradas por el mainstream, hicieron lo posible e incluso lo imposible por expandir los límites del arte. El productor, compositor y multinstrumentista Akira Ishida bien podría ser una de esas figuras. Y es que lleva desde 2013 siendo el principal artífice de que 3776 se haya convertido en, probablemente, la propuesta más brillante que nos ha dado el mundo idol. Su primer trabajo, 3776 wo kikanai riyuu ga aru to sureba, fue un aviso con todas las de la ley. Este era un proyecto inusual, extravagante desde su propia génesis y paradójicamente ambicioso a la vez que cercano. Un grupo idol cuyo radio de acción y temática estaría exclusivamente centrado en el Monte Fuji —de cuya altitud toma su nombre— y sus alrededores y, en lo musical, una mezcla valiente y posmoderna de art pop, electrónica y rock progresivo. Pero el trabajo y las virtudes de Ishida entre bambalinas y dentro del estudio no se entienden sin la cara visible del proyecto, la incombustible Chiyono Ide. Ide es la única superviviente del otrora grupo de jóvenes, quienes lo fueron abandonando poco a poco, lo que ha llevado a convertirse a 3776 en una especie de one-woman band y con el paso de los años ha evolucionado en una intérprete absolutamente privilegiada capaz de rapear, recitar, cantar y armonizarse a sí misma en cualquier loca composición que Ishida le lance. En 2019 Saijiki, su segundo álbum, obtuvo la atención de la crítica internacional alternativa gracias a sus sucesiones de polirritmos casi incomprensibles, sus arrebatos de convertir canciones infantiles tradicionales en algo prácticamente salido de los sueños más febriles de Robert Fripp de King Crimson y sus poéticas descripciones de cómo las estaciones del año pasaban y acompañaban a la montaña más alta de Japón. Por si fuese poco, hace unos meses nos presentaron un proyecto aún más ambicioso, The Birth and Death of the Universe Through Mount Fuji. La existencia de la propia realidad, lo inconmensurable del infinito, el inicio y el fin del tiempo y la materia cantados y recitados por nuestra querida Ide como diversas metáforas y alegorías a través de las vivencias y desamores de las chiquillas de un instituto de secundaria en las faldas del Fuji. Quién sabe con qué genialidades nos sorprenderá en el futuro este fantástico dúo.

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