Final Fantasy X: discriminación, religión y una gran mentira

Este artículo contiene spoilers de la trama de Final Fantasy X y parte del Final Fantasy X-2

Japón, 1986, la compañía Square Enix se encuentra al borde de la bancarrota. En esas circunstancias, un desarrollador llamado Hironobu Sakaguchi decide crear un juego, inspirado en los Dragon Quest. Al ser una medida desesperada, Sakaguchi decidió que, si la obra fracasaba, se retiraría de la industria, por lo que decidió llamar a este juego Final Fantasy. A partir de ahí, ya sabemos como acabó, el juego fue un éxito que salvó a la compañía y de ahí se siguieron las siguientes entregas de esta famosa saga. A lo largo de estos juegos, el equipo de Square Enix encargado de su desarrollo ha tratado diversos temas, por ejemplo, es bien sabido que el Final Fantasy VII trata sobre el medioambiente. Por otro lado, tenemos a una de las entregas más conocidas, Final Fantasy X. Sin embargo, ¿cuál es el mensaje que nos quiere lanzar este juego?

Final Fantasy X, como bien indica su nombre, es la décima entrega de la saga, y fue lanzada para la PlayStation 2 en 2001. De ahí se ha extendido a diversas plataformas y cuenta con una secuela, titulada Final Fantasy X-2, y un remake. Este nos cuenta la historia de un grupo de personas, entre las que destacan Tidus y Yuna. Tidus en un conocido jugador de Blizball —un deporte creado expresamente para esta entrega, parecido al waterpolo— que vive en Zanarkand. Un día, aparece Sihn, un monstruo que engulle a Tidus y, de repente, el joven aparece en un mundo conocido como Spira y, a su vez, se entera de que su ciudad natal fue destruida hace mil años, lo que le causa una gran confusión. Mientras intenta adaptarse al nuevo mundo en el que ha aparecido y descubre o no si lo que aconteció es verdad, conoce a Yuna. Yuna es una invocadora que como muches otres decide ir de peregrinaje, un viaje donde se parará en diversos templos para obtener eones y que finaliza en Zanarkand, donde conseguirá el eón supremo, que le permitirá derrotar a Sihn y conseguir así que empiece la Calma, un periodo en el que hay paz, que termina cuando Sihn vuelve a renacer.

Arte conceptual de los Al Bhed, el pueblo discriminado en Spira al comienzo del juego. /©Square Enix

Tidus, al igual que el jugador, no conoce la cultura del mundo en el que acaba de parecer, por lo que sus reacciones son iguales a las que tendría cualquier persona que jugara al videojuego en ese momento. Spira se nos presenta como un mundo donde la gran mayoría de la gente sigue las enseñanzas de Yevon, la religión de este mundo. Según estas, Sinh —cuyo nombre no deja lugar a dudas de que proviene de la palabra inglesa sin (‘pecado’)— fue un castigo enviado por los pecados cometidos por la humanidad, y dejará de aparecer cuando éstos se expíen. Además, se tiene prohibido el uso de máquinas y cualquier tipo de tecnología, excepto una especie de esferas que se usan como campo para jugar al Blizball. Prácticamente todo el mundo sigue a rajatabla esta doctrina, excepto los Al Bhed, un pueblo que habla un idoma distinto al resto de habitantes del mundo y que defiende el uso de máquinas y que por ello es discriminado y repudiado. Esto choca con lo que conoce Tidus, puesto que Zanarkand era una ciudad repleta de estas y avanzada tecnológicamente, así que no entiende el rechazo de la gente, al igual que la discriminación a los Al Bhed. Sin embargo no todo es como aparenta en Spira. Durante el juego tanto los personajes como los jugadores iremos descubriendo la verdad detrás de todo.

Por un lado, descubriremos que la cúpula de Yevon, es decir, los líderes dentro de la iglesia, no predican con el ejemplo. Así pues, durante un momento, uno de los venerables —un mandamas— colabora con los legionarios, una especie de grupo de guerreros perteneciente al clero, que se encarga de proteger a la ciudadanía de Sihn y con les Al Bhed para lanzar un ataque a Sinh. Al haber Al Bhed esto significa la presencia de máquinas, lo cual asombra a nuestro grupo de protagonistas, puesto que estas están supuestamente prohibidas. Pero el suceso que nos muestra aún más la hipocresía de la iglesia es cuando llegan a Bevelle, la capital. En ella se adentran en lo más profundo de la sede de Yevon, donde se ve que hay máquinas por todas partes. No solo eso, sino que el templo dentro de esta ciudad es el más avanzado tecnológicamente. Es decir, mientras el resto vive una vida más complicada debido a la prohibición de las máquinas, los altos cargos religiosos gozan de todo tipo de tecnología para facilitar sus vidas, mientras que de cara a la galería repudian a los Al Bhed por el uso de éstas.

Interior del templo de Bevelle, donde vemos que es un lugar avanzado tecnológicamente, señalando así la hipocresía del clero de Yevon /©Square Enix

Hablando de les Al Bhed, durante el juego descubrimos también cosas sobre elles. La primera vez que los vemos es cuando un grupo rescata a Tidus. Después de un suceso, Tidus acaba alejado de este, donde lo encuentra un hombre llamado Wakka. Wakka es el más religioso dentro del grupo, y el que más se cree las enseñanzas de Yevon, así que también discrimina a los Al Bhed, a diferencia del resto. Él no entiende esta discriminación, ya que solo los conoce como sus salvadores. Durante el juego descubrimos que Yuna, hija de un famoso invocador y que trajo la última Calma, en realidad es medio Al Bhed por parte de madre, hecho que todos conocen menos Tidus, al que se lo cuentan algo más adelante, cuando este grupo de Al Bhed secuestran a Yuna por primera vez y Wakka, al que no se lo hacen saber hasta mucho más adelante. También se une al grupo una chica Al Bhed, Rikku, que acabamos descubriendo que es hija del hermano de la madre de Yuna, es decir, es prima de esta. Cuando la conocen, todos saben que pertenece a este pueblo, menos Wakka. Curiosamente éste es quién más les repudia, sin embargo es el único que no se da cuenta de que Rikku es una de elles. Es cuando va descubriendo la realidad no sólo del origen de Yuna y Rikku, sino de las mentiras contadas por la iglesia cuando el mundo de Wakka empieza a desmoronarse, puesto que lo que tenía como una verdad absoluta era una gran mentira para controlar a la población.

A pesar de ello, los Al Bhed no son los únicos que sufren discriminación. Por ejemplo, tenemos a otro de los personajes principales de la serie, Kimahri. Este pertenece a la raza de los Ronso, una especie de raza felina antropomórfica. Los Ronso no son discriminados por parte de las otras razas que habitan Spira, sin embargo, Kimahri es objeto de burla por parte de algunos de su tribu, ya que es más pequeño que el resto y además perdió su cuerno, signo de fuerza y de orgullo para los Ronso macho. No es hasta que Kimahri se reafirma en su posición de defender a Yuna, a la que conoce desde pequeña, y se enfrenta contra los dos personajes que más se burlaban de él, ganándose así su respeto, que el resto empieza a darse cuenta de su fortaleza. De hecho, en la secuela —Final Fantasy X-2—, este acaba siendo líder de la tribu. Por otro lado también tenemos a Seymour Guado, uno de los principales antagonistas dentro del juego. Este pertenece a la raza de los Guado, quienes son parecidos a los elfos, excepto con algunas características propias, como los dedos largos y afilados, pero su madre es humana, por lo que es medio Guado y medio humano. Este hecho hace que sea objeto de discriminación por parte de las dos razas, que no lo aceptan como un miembro de su pueblo. Es decir, los Guado no lo consideran como parte de su raza y los humanos tampoco lo ven un humano como ellos. Este hecho, junto con otros que averiguamos dentro del juego, afectan a Seymour durante su infancia y acabarían afectando a su visión del mundo, convirtiéndose así en uno de los antagonistas como ya hemos mencionado.

Seymour Guado (centro), uno de los antagonistas del juego junto a dos Guado. Como vemos, Seymour, al ser medio Guado y medio humano, se ve algo diferente en comparación a los otros miembros de les Guado. /©Square Enix

Esta especie de racismo que vemos durante el juego no hace sino reflejar al de la vida real. La gente racializada sufre racismo en base a estereotipos o mentiras asociadas a éstos. Al igual que los Al Bhed son discriminados en base a un rasgo cultural suyo —usar máquinas— que consideran como sacrilegio, mucha gente racializada y pueblos indígenas son considerados como salvajes por alguna costumbre que tienen que se sale de la norma bajo la visión de aquellos que los discriminan. Por ejemplo, cuando los misioneros católicos llegaron a Japón, se asombraron de que los japoneses practicaran la ‘sodomía’, es decir, que los hombres mantuvieran relaciones entre ellos y, por ende, los consideraban un pueblo salvaje. De la misma manera, durante la colonización española de América, consideraban que los pueblos indígenas de allí no estaban tan avanzados como elles y como no tenían las mismas costumbres que un europeo católico de la época, forzaron a estos pueblos a adoptar su religión y costumbres, defendiendo esta falsa idea de progreso. Los misioneros cristianos fueron clave en esta idea de que Europa es la sociedad avanzada, mientras que el resto de pueblos eran vistos como atrasados. Así, la religión ha sido clave en el mantenimiento del racismo, al igual que Yevon es la que crea la discriminación a les Al Bhed. También lo que le pasa a Seymour le pasa a muchas personas birraciales en la vida real, puesto que muchas veces lidian con que no son considerados plenos miembros por parte de las comunidades a las que pertenecen.

Así, Final Fantasy X trata sobre racismo, de cómo éste se crea en base a unas supuestas diferencias irreconciliables, pero que en verdad no tienen base ninguna. También trata de el poder de la religión en esto y de cómo esta suele ser una hipócrita, ya que predican con un credo que no siguen ellos mismos. En la siguiente entrega, también se puede ver cómo el racismo puede cambiar de objetivo según las circunstancias, ya que los Guado, al haber ayudado a Seymour en el juego anterior, ahora sufren la discriminación que antes sufrían los Al Bhed. Es decir, si la discriminación de un pueblo acaba pero empieza la de otro, sigue siendo racismo aunque se quiera justificar con que han actuado mal, ya que unos miembros no representan a una comunidad entera y, además, los Guado que ayudaron se arrepienten de sus actos, lo que hace también que crean que es justa la discriminación que reciben ahora, a pesar de que solo querían ayudar a su líder —es decir Seymour— y creían las mismas mentiras que el resto de habitantes de Spira. Además, aunque es un simple detalle, esta idea en contra de la discriminación y en defensa y valoración de los pueblos indígenas se puede ver en el mundo de Spira, y en el nombre de los protagonistas. Spira está basado principalmente en el sudeste asiático, pero también está inspirado en Okinawa. Okinawa es una isla de Japón, perteneciente al archipiélago de Ryūkyū y donde vive el pueblo indígena de los ryūkyūenses, que junto con los ainu son los dos pueblos indígenas japoneses. Al igual que los ainu, los habitantes nativos de Ryūkyū tienen su propio idioma, que se encuentra en peligro de extinguirse, debido a la imposición del japonés. De hecho, el idioma sirve para dar nombre a dos de nuestros protagonistas: Tidus significa ‘Sol’, mientras que Yuna es ‘noche’. No es coincidencia también que los Al Bhed también cuenten con una lengua propia, al igual que los ryūkyūenses.

En resumen, el Final Fantasy X es un juego donde se trata sobre la religión y el racismo, de la relación entre ellos y de como una gran mentira puede influenciar a la población al odio de otros pueblos sin motivo aparente. Así se nos transmite el mensaje de defensa de los pueblos indígenas y en contra de la mentalidad de rebaño de creer algo sin tener pruebas suficientes y de cómo el racismo se basa en ideas preconcebidas y estereotipos equivocados sobre un pueblo entero.

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