Pocas horas antes de escribir estas palabras, el estudio Orange ha confirmado la existencia de Trigun Stargaze, continuación al previo Trigun Stampede de 2023, que trasladaba a la pantalla la obra homónima de Yasuhiro Nightow. Aunque bien es cierto que su estado como adaptación va entrecomillado, pues Nightow tiene un historial con sus trabajos que siguen un camino propio cuando se llevan a la animación, teniendo en cuenta también la existencia de Kekkai Sensen y su libertad a la hora de elegir capítulos del manga o añadir material propio.
Debemos asumir que, cuando toda la gente detrás de un anime sabe por qué derroteros ha de pasar, también se esperan la reacción del público. Los caminos propios por los que se desvía un anime basado en un manga suelen ser un criticado punto anexo al concepto de una «mala adaptación». Existiendo factores como la expectación y tiempo de espera de los fanes del material original, esta búsqueda de perfeccionismo en trasladar página a pantalla no es un imprevisto.

Si nos regimos por la idea más tradicional de adaptación, bien es cierto que nos esperamos ver algo familiar en otro medio, es más, esperamos que un público mucho más amplio que el del manga comparta nuestra pasión e interés por la obra original. Estableciendo esta pasión entre una pieza de arte y el receptor de la misma, es comprensible que se busque el símil absoluto, incrementado por el peso de nuestras propias expectativas como admiradores de la obra.
Ahora, en el caso más contrario, podemos discernir dos caminos por los que una dirección más desatada lleva a estos animes. Uno de ellos es el miedo a alcanzar lo que todavía está por escribir, que suele surgir en este llamado «relleno», donde hacen acto de aparición subtramas propias del anime. El otro es menos común hoy en día y completamente opuesto al previo, la falta de miedo a adaptar lo que no se ha cubierto en la obra original, que crea un camino propio que nos lleva a la Trigun del 98 o al anime original de Fullmetal Alchemist.

Un ejemplo reciente nacido del agobio adaptativo es el One Piece de Wit Studio, que promete ofrecer una versión más acomodada en ritmo y aspecto del manga de Eiichirō Oda. En contraposición a la versión de Toei, que lucha con lo que puede para no alcanzar el capítulo más actual del manga, pese a encontrarse en el mismo arco. Pero ¿hasta qué punto algo discordante del material original es peor por ello?
En el momento en el que cambian los más mínimos elementos que forman una obra y, si vamos más allá, desde el mismo momento en el que se presenta en otro medio, podemos empezar a verla como una potencial nueva historia. Al fin y al cabo, aunque el autor original pueda tener cierta influencia en su desarrollo, el mayor peso recae en la gente con un conocimiento y trabajo previo del campo en el que se adapte: directores, compositores, diseñadores, animadores, etc.
Cuando se tiene esto en cuenta, se empieza a notar un sabor propio ―sea más familiar o no― de lo que se acaba viendo, adquiere una identidad propia. Observamos los pasos que dieron en su momento directores de la industria, el Fullmetal Alchemist de Hiromu Arakawa pasa a ser el Fullmetal Alchemist de Hiromu Arakawa y Seiji Mizushima, entre muchos otros. No solo vemos cosas que conocemos alteradas, pero vemos otras perspectivas de personajes que nos son familiares y observamos si, según nuestro criterio, se les entiende de un modo igual de interesante por los méritos propios de los animadores. ¿Son el Vash del manga, del anime de 1998 y de Stampede el mismo personaje o varias interpretaciones interesantes del mismo concepto?

Para muchos espectadores, el contenido original no tiene por qué ser un bache, la imagen que precede a este párrafo pertenece a uno de los arcos exclusivos al anime de One Piece, el de la base G-8. La causa principal de la popularidad de este arco es el modo en el que logra integrarse dentro de la trama, teniendo en cuenta los recursos de los personajes y sus fortalezas. Ejemplifica la capacidad de brillar que tiene el no seguir unas páginas al pie de la letra, aun surgiendo de una necesidad de alargar la serie, no deja de servir a que los involucrados en la misma puedan expresar su propia carta de amor propia a la misma.
El mayor desafío tanto para creadores como para espectadores viene de la mano de los finales originales, en un clima actual en el que se intentan evitar a toda costa todavía resuena más el sonido de series que en el pasado intentaron adaptar lo inexistente. Pero este destino no tiene por qué ser amargo, es precisamente donde más puede brillar la originalidad e identidad ganada de una serie que por su culmen debería haber logrado un valor propio que la separa de su versión a papel.
A día de hoy no es imposible encontrarse con una persona que diga que la Fullmetal Alchemist de 2003 merece ser vista por mérito propio, con una que diga que el final del anime de Shaman King de 2001 le gusta más que el del manga o que el Vash de Trigun Stampede es su versión favorita del personaje. El arte existe para que cada persona tenga no solo un modo de experimentarlo, pero de compartirlo con el mundo. Si bien no se puede negar el rechazo que puede causar ver una adaptación libre de una historia querida, tampoco se puede olvidar que la original de la que nos enamoramos siempre estará ahí y lo que se nos ofrece son otras lentes para observar el mismo mundo. Lo que nos gusta se refleja en nosotros mismos, pues cada uno saca mensajes distintos de aquello que experimenta.
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