Onna-bugheisha, la historia de las mujeres guerreras

Resulta cuanto menos curioso que en un país en el que se ha tendido a dibujar una imagen infantilizada de la mujer, sea en el que podemos encontrar, en tiempos pasados, una mayor presencia de esta relacionada con la guerra. ¿Pero hasta qué punto la figura de la Onna-Bugheisa ―literalmente “mujer guerrera”―, es real y no una figura romantizada? ¿Cuál era su función realmente? ¿Eran, como se las conoce en Occidente, mujeres samurái? En este artículo vamos a resolver dichas cuestiones.

Un acercamiento a la figura de la mujer en el Japón Feudal

Lo primero que debemos realizar para comprender la figura de las mujeres guerreras es un estudio o acercamiento hacia qué papel desempeñaba la mujer en sí dentro de la sociedad japonesa de su época. Sabemos que en el periodo pre-feudal de Japón ―época Heian―, la unidad familiar seguía un orden matrilocal conocido como Mukotorikon, en el que la mujer jugaba un rol clave dentro de los clanes familiares.

El ascenso de los samuráis en el periodo siguiente ―Kamakura―, cambiaría el sistema de linaje, siguiendo un sistema patrilocal conocido como Yometorikon, que no solo supuso un menoscabo de su posición familiar, sino que trajo consigo toda una serie de nuevas obligaciones, centradas generalmente en un sometimiento servil, que no se daba únicamente hacia el varón, o marido, sino también hacia los suegros ―tanto hombre como mujer―, y finalmente hacia los hijos. Sin embargo, a pesar del claro avance patriarcal que se daba en la sociedad nipona, la mujer seguía ostentando importantes poderes dentro del núcleo familiar. Es decir, no quedaba como una figura secundaria en las cuestiones de gobierno ―en el caso de las clases altas―, o de finanzas, pues era su figura la que se encargaba de la administración del servicio, las propiedades, terrenos y el tesoro familiar. Además, en ausencia del jefe del clan o de la casa, eran ellas quienes ostentaban plenos poderes del gobierno de estas ―incluso en el caso de que tuviesen hijos en mayoría de edad―, un deber o privilegio que se extendía a las sokushitsu o concubinas en caso de tener más propiedades bajo el mandato directo del jefe del clan. Es este elemento el que se dibuja como crucial a la hora de establecer la idea e imagen de la Onna-Bugheisa, pues en su papel de administradores y gobernantes, se convertían, generalmente, en protectoras de los castillos durante las campañas, y, por tanto, la organización de su defensa recaía sobre sus hombros. Es en ese punto concreto en el que se hace palpable la necesidad de establecer una educación marcial que incluya a las mujeres.

La Samurai Tomoe Gozen, luchando a caballo en campo abierto

¿Mujer Samurái o Mujer guerrera?

Aunque en occidente tendemos a utilizar este término indistintamente no podemos establecer que sean lo mismo. Tal como apunta David B. Gil, una mujer samurái es toda aquella que naciese en una familia samurái, pues estos no erna una “forma de guerrero”, como se entiende en el imaginario occidental, sino que constituían una casta o clase social ―si se acepta el anacronismo―, propia que incluía funciones administrativas y funcionariales aparte de la militar. Unido a eso tenemos que entender que cada clan funcionaba como un feudo independiente, con sus propias leyes, pues el poder imperial durante este periodo era, con honrosas excepciones, más nominal y decorativo que otra cosa. Aunque obviamente existiría un nexo común, es más que probable que el papel de la mujer en la guerra variase entre clanes, es por ello que no toda mujer samurái tiene por qué ser una Onna-Bugheisa.

Al mismo tiempo, no toda mujer que recibiese entrenamiento marcial pertenecía necesariamente a la casta de los samuráis. Tenemos constancia de mujeres de clase baja que participaron activamente en revueltas u otros tipos de enfrentamientos, aunque como suele pasar, el estudio de los estamentos más bajos de la sociedad está más desdibujado e incompleto que el de las clases gobernantes, acentuándose esto a más retrocedemos históricamente. En definitiva, creemos que es necesario diferenciar correctamente entre ambos términos, pues no se trata ya únicamente de una cuestión semántica.

La Formación de una Onna-Bugheisa.

Ishi-Jo portando una Nagitana

Recapitulando, hemos establecido que las mujeres, necesariamente, recibían una instrucción marcial pero ¿en qué consistía? Pues realmente su entrenamiento se diferenciaba poco del de su contraparte masculina; recibían una educación holística a través de la lectura que se compaginaba con el entrenamiento en armas, sintiendo una debilidad especial por la Nagitana, una suerte de lanza que acababa en una hoja de espada en la punta en vez de un elemento punzante, lo que la hacía más similar en su uso a una alabarda. La preferencia por esta arma hunde sus raíces en esa función de defensoras de castillos que mencionábamos, pues su longitud y capacidad de ser utilizada tanto en bandazos como estocadas o incluso en la realización de fintas, resultaba de gran utilidad en la orografía de una batalla de asedio y suponía una ventaja frente a la katana u otras espadas.

Al llegar a la adultez, a las Onna Bugueisa se les hacía entrega de una daga denominada kaiken, cuya función no era tanto la de ser utilizada para el ataque o de forma defensiva, sino para preservar la honra de su nombre y familia. Es decir, servía para cometer suicidio ritual igual que sus contrapartes masculinas. Si bien, la practica femenina, denominada jigai, difiere del famoso seppuku. Sabemos que la metodología era transmitida de madre a hija. Se realizaba en la entrada del hogar y en solitario, sin la presencia de ayudantes o sirvientes y el primer paso consistía en atarse los muslos para evitar que el cadáver acabase en una postura deshonrosa para posteriormente a esto proceder a acuchillar la arteria carótida con el kaiken.

¿Qué evidencias tenemos de su existencia?

Con todo lo expuesto solo nos queda una pregunta que resolver: ¿Cuánto arraigo o presencia existió de la Onna-Bugheisa? ¿Eran excepciones o un fenómeno extendido? Al acercarnos al estudio del tema en documentos, lo que encontraremos principalmente son leyendas épicas e idealizaciones de figuras históricas, que hacen difícil evidenciar donde acaba el mito y comienza la realidad. Aunque, por supuesto, aquí juega un sesgo muy malsano de la historiografía general, y es el de pedir mayores evidencias a papeles de mujeres que luego se obvian a la hora de acercarse a figuras masculinas.

Es por ello, que para este caso necesitamos echar mano de otra disciplina, que se encuentra en eterna simbiosis con la historia, como es la arqueología. El profesor en antropología Suzuki Hisashi publicó un artículo referente a las excavaciones realizadas en la playa de Numazu, en la cual, según documentos de la época, se enterraron la cabeza de guerreros muertos en una batalla de la región. Del estudio de los restos se estimó que un 33% de los mismos pertenecían a mujeres. Algo similar ocurre con estudio de los restos del asedio de Kamakura enterrados en Zaimozuka del año 1333, en el que un 30,5% pertenece a mujeres. Entre otros tantos que arrojan datos similares.

En conclusión, las evidencias tanto materiales como documentales, muestran que la mujer japonesa tomo un rol activo en las luchas internas de Japón durante el periodo feudal hasta, por lo menos, la época contemporánea, y que su rol en la guerra iba más allá de ser «defensoras de castillos». Así que la próxima vez que veáis a alguien berrear por que sea una mujer la protagonista de su obra de samuráis ―consideramos que nuestros lectores estáis por encima de dichas chorradas―, recordad que simplemente estáis presenciando los llantos de un miope histórico.

Fuente(s):

Roca Pritchard, R. & Nogueira Serrano, L. (2020) «Onna Bugeisha: Las Mujeres Samurai» El Budka 2.0, Nº54.

Gil, D. (2021) Onna Bugueisha: Las mujeres del Japón feudal.

Suzuki, H. (1989), The Head-Burial Site in the Numazu City and the Skulls of the Medieval Japanese, Journal of the Anthropological Society of Nippon, Volume 97, Issue 1, Pages 23-37. DOI: https://doi.org/10.1537/ase1911.97.23

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