Si hay algo que puede resultar interesante hacer con series o sagas de videojuegos con varias entregas y mismo elenco es comparar la primera vez que nos presentan a algún personaje con el estado actual del mismo. Sabiendo cómo progresa la historia y qué elementos van apareciendo, cualquiera puede darse cuenta de ese detalle que agregaron en el capítulo uno en el que no te fijas pero que cobrará importancia después del capítulo 20, o alguna indirecta relacionada con el desarrollo de la trama. Estos elementos son bastante fáciles de percibir, pues, una vez tenemos el contexto, es fácil ver las pistas. Sin embargo, no todo el público repara en los propios personajes de la historia, en cómo su personalidad ha tomado giros inesperados debido a las situaciones con las que han tenido que lidiar. Menos personas aún reparan en la importancia e influencia que tiene el grupo de individuos con los que se relaciona habitualmente un personaje sobre la manera en la que este actúa, o lo solemos dar por sentado, porque es algo que incluso nos pasa a nosotros mismos en nuestro día a día.
Para empezar, un gran número de historias se empiezan a contar en el momento en que un grupo se forma, o en el que una persona busca a otra. El motivo puede ser muy variado, desde ir a la búsqueda de una princesa raptada hasta encontrarse con tu héroe de la infancia, pero una interacción humana es lo que suele dar comienzo a una aventura. Incluso si no es este el caso, cuando el personaje principal llega al lugar donde transcurrirá la acción, lo primero que hace es buscar afines con los cuales vivirá e interactuará. De esta manera, el protagonista encuentra a ese grupo junto al que intentará alcanzar su objetivo y con el que vivirá su aventura. También es esta manera la que el creador busca enganchar al público a su creación; con un conjunto en el que el espectador pueda verse reflejado junto a sus propias amistades. No faltan las publicaciones en Instagram, hilos en Twitter o videos de Tiktok con el título de «qué personaje de —inserte franquicia— eres en tu grupo de amigos» o similares.
En la búsqueda de creación de este fenómeno, muchos autores tiran de tópicos para tal fin; no hay grupo en la ficción más generalista —tanto series animadas tradicionales como actuales— que no tenga algún miembro que corresponda a «la chica», «el gracioso» o «el guaperas». De esta forma, se asegura algún tipo de afinidad con algún personaje de una forma casi segura. Sin embargo, el problema reside cuando el personaje solo está definido por este tópico y no aporta nada más al elenco que esas características. Este es uno de los motivos por los que un grupo puede funcionar mejor que otros en la ficción o no, y si se junta el rechazo de los tópicos con las sinergias entre integrantes del mismo, podría llegarse a la fórmula definitiva de si un grupo funciona o no.

Si en un nekketsu un personaje solamente se dedica a soltar comentarios graciosos en medio de sus peleas, las cuales apenas son relevantes para el desarrollo de nada, al final el público acabará olvidándose de dicho personaje o incluso le cogerá manía. Por otra parte, si el mismo personaje, en un momento, se ve forzado a sacar el lado un poco más serio, porque de él depende que el protagonista siga adelante, el público terminará por cogerle más cariño. En este último escenario, se rompe el tópico, dándole más profundidad al que antes solo era «el gracioso» y se crea una sinergia y amplía el vínculo entre personajes. Cierto es que es en sí mismo un escenario tremendamente típico y cliché, pero la buena ejecución de esta situación ya depende de la calidad de la escritura —y en este artículo no se pretende crear la Divina comedia—.
Al darse una combinación de este tipo de sinergias con experiencias vividas en la aventura es cuando los personajes avanzan y progresan, al igual que la propia historia. Uno podría pensar que es solamente la historia la que afecta a los personajes, pero en verdad se establece una relación que hace funcionar ambos elementos, como si de un ciclo se tratase. A es el que influye a B, mientras que el propio B es el causante de que A tenga lugar. Para ilustrar esta realidad, basta con fijarnos en una de las películas más icónicas y queridas del Estudio Ghibli: El castillo ambulante. Debido a que la explicación tiene mucho que ver con la trama de la propia película, se vienen spoilers.
La película se basa en un ciclo, el cual es iniciado en el momento en que Sophie, la protagonista, viaja al pasado brevemente como consecuencia de una guerra mágica y ve en la distancia a Howl, su interés romántico y solución a los problemas en ese momento, al que le dice «búscame en el futuro». El chico, que en su momento era solo un niño, le hace caso, pues la acaba encontrando cuando ya han pasado mínimo 10 años. Es justo en ese punto cuando la película empieza, sin que el espectador sepa esta causalidad oculta, ambos momentos solamente relacionados mediante la frase de «te he estado buscando por todas partes» que dice Howl cuando ve a Sophie al inicio y a la cual solo se le encuentra el doble sentido una vez se ha visto toda la cinta. De cierta manera, Sophie y Howl han sido los que han dado lugar a su historia, la misma que los ha influenciado a ellos a dar los pasos adecuados para que esta pudiese suceder. Sin embargo, no fue solo el peso de la propia trama lo que los impulsó a provocar este ciclo y el consecuente desenlace; la relación entre todos los personajes del elenco también tuvo su papel en todo esto, de hecho casi principal.
Todos los personajes son la razón por la que se inicia una trama u otro personaje toma una decisión, desde el espantapájaros hasta Calcifer, pasando por la Bruja del Páramo o la propia Sophie. ¿Quién es la causante de que la abuela Sophie parta a buscar a Howl? ¿Quién le pone los puntos sobre las íes a Howl? ¿Cuál es el motivo por el que el propio Howl decide finalmente enfrentarse a la guerra? Dentro de los mundos mágicos que este estudio acostumbra presentar, siempre se puede encontrar en ellos una conexión al nuestro, sea por una crítica social o por el reflejo de la humanidad. Mucha gente moriría por defender a sus amistades, a su familia o a su persona especial. Numerosas personas se rendirían ante ciertas actitudes de sus compañeros si un tercero no los animase a continuar. En esto reside parte del encanto, ternura y, en cierto punto, «realismo» de este filme.

El castillo ambulante no es solo un canto antibelicista ni solo una oda al amor, sino también una alabanza al grupo; a cómo juntarse con las personas correctas puede motivarte a andar ciertos caminos, tomar decisiones específicas y actuar de una forma determinada. Una de las razones por la cual poca gente va a encontrar el elenco de esta película «olvidable» o «plano» es porque los personajes pueden llegar a recordar a personas reales que se ha cruzado en su camino, aparte de no limitarse a tópicos y tener unas interconexiones tan orgánicas que simulan las reales —tanto las coincidencias de la vida como las influencias de las amistades—. En esta película se pone de manifiesto el cómo nosotros, animados por las personas con las que nos juntamos, somos los creadores de nuestra propia narrativa o desarrollo; de la misma forma que Sophie fue la responsable de que finalmente Howl tuviese una razón para querer detener la guerra. Llas amistades que hiciste en la facultad podrían haber sido la razón por la cual te embarcaste en proyectos, te uniste a iniciativas o ya no tienes miedo de afrontar desafíos que, antes de conocer a esas personas, suponían un reto para ti.
Obviamente, esta película es tan solo un ejemplo de las múltiples ocasiones en las que aparecen estos elementos en los productos de ficción de cierta calidad. La relevancia del grupo en los juegos de rol es innegable, hay libros que casi se pueden definir por su elenco principal y existen series en las que prácticamente los únicos personajes son una pandilla y las situaciones que sus integrantes generan. Con tantos ejemplos buenos y orgánicos, que hacen al público conectar muy fácilmente con el producto, es realmente una pena cuando un autor decide deliberadamente conducir su historia mediante un elenco de tópicos sin carisma que caerán en el olvido. A veces, ni siquiera es necesario inventar la pólvora; basta con fijarse en personas conocidas y preguntarse cómo reaccionarían a tus escenarios, qué harían ante los problemas o cómo influirían en el resto de personas. En definitiva, personas reales que hacen avanzar tramas, tanto la de sus propias vidas como las de los demás. Busquemos, exijamos y creemos historias con este tipo de personajes; menos «la chica», «el gracioso» y «el guaperas», y más Sophies, Calcifers y Howls.
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