Los canones de belleza, si bien han ido cambiando a lo largo de los siglos, nunca han perdido lo que realmente los define: la crueldad. Cualquier cuerpo distinto al que ha sido dictado por la norma social queda marginado a la otredad, a mirar siempre desde fuera una fisionomía que se desea alcanzar y parece imposible: ser más alto, tener más músculo, tener el pecho grande y el vientre plano, estar delgado… Es una lista interminable la que parece que hay que cumplir para poder ser atractivos y que la gente se pueda enamorar de nosotros. De quererse a uno mismo, ya ni hablamos.
Por lo general, los mangas de romance de instituto suelen tener un patrón similar: ocurren durante los tres últimos cursos escolares japoneses, si bien alguno continúa hasta la universidad, muchos acaban cuando se gradúan; los personajes —especialmente la chica, que muchas veces suele comenzar siendo tímida y/o solitaria— evolucionan y se forman vínculos de amistad y románticos, alguno incluso de amores no correspondidos, que parecen durar para siempre. Pero, si os fijáis, lo normal es que todos los personajes entren dentro del canon de belleza: al menos como individuos delgados, el resto de características físicas son más variables. Si la protagonista comienza siendo «fea» —lleva gafas grandes, tiene granos, no se maquilla y/o no se cuida el pelo, está gorda…— sufre una metamorfosis que ya le gustaría a Gregorio Samsa y pasa a ser socialmente «guapa». Podemos citar mangas y mangas y prácticamente nunca hay ningún personaje gordo, y si lo hay, es un alivio cómico cuya única personalidad es, literalmente, tener sobrepeso.

Me atrevo a decir que Pochama ni, de Hirama Kaname, ha sido uno de los grandes descubrimientos del año —y eso que solo estamos en enero— y, sin duda alguna, uno de mis mangas favoritos. En este título romántico acompañamos a Tsumugi, o Mugi, una estudiante gorda a quien se le declaran de repente un día. Tagami, el chico que le confiesa sus sentimientos, siente predilección por las cosas blanditas y suaves, y encuentra en Mugi a su persona ideal. De aquí en adelante, el manga nos va contando cómo va avanzando su amor y los obstáculos a los que se enfrentan como pareja.
Una de las cosas que más bonitas me parecen de este manga es como se trata el tema de que Mugi esté gorda. En ningún momento hay gordofobia, ni el típico grupo de mean girls populares se meten con ella para que adelgace. Tampoco Tagami la insta a adelgazar. Mugi está contenta con su peso, disfruta comiendo y en todo momento se acepta y se quiere a sí misma como es, y en ningún momento nadie le hace cambiar de idea ni la juzgan por ello. En este manga, estar gordo no se ve como algo negativo, sino que es un tipo de cuerpo más y ya está. Mugi no es menos merecedora de amor por el peso que tenga, y Tagami se lo deja bien claro desde el principio: él la quiere así como está y no tiene ninguna necesidad de cambiar. A riesgo de que parezca un fetiche por su parte —que yo admito que comencé el manga con ese miedo—, no lo es en absoluto.

Sí es cierto que hay algo constante en el manga —aunque solo es un comentario por encima— donde dicen que Tagami es un «desperdicio de chico guapo» por enamorarse de una chica gorda en vez de una chica cuyo cuerpo sí es aceptado socialmente. El manga trata estupendamente todas las preocupaciones que deriva este tipo de relación, donde uno de los integrantes de la pareja sí tiene cuerpo normativo y la otra persona no, y todas las inseguridades que esto puede provocar —y más especialmente tratándose de adolescentes—. Es un gustazo ver cómo este manga trata tan bien problemas reales y lo hace con tacto, aunque manteniéndose constantemente fiel a la realidad que puede —y vive— una persona gorda. Desde sentir que su pareja no debería estar con ella hasta proponerse adelgazar como sea y ayunar, entre otras.
Por otro lado, otro tema que también se trata en este manga es el de adelgazar. Se nos presenta a Akane, otra chica gorda que admira a Mugi por sentirse tan cómoda consigo misma y su cuerpo. Sin embargo, ella sí quiere adelgazar y el manga lo muestra como un cambio que no tiene por qué ser agresivo. Se nos enseña cómo comienza a hacer ejercicio y a hacer dieta de forma sana, sin que llegue a ser una obsesión para ella y, una de las cosas que más me gustó, es que nunca se insta a Mugi a que se «anime» a unirse. Ella tiene su propia vida, su propia relación con su cuerpo y en ningún momento nadie se mete en sus asuntos. De este modo, se muestra que lo importante al final del día es estar contento con tu cuerpo, ya sea adelgazando si es lo que quieres o manteniéndolo en la forma en la que esté.


Algo que me llamó mucho la atención de este manga es el amor propio que se tiene Mugi y la forma en la que eso la hace brillar y destacar. En vez de apagarse y encerrarse en sí misma, como si su peso debiera ser algo negativo, ella lo abraza, se quiere y se acepta a sí misma como es. Cuando era más pequeña sí sufrió bullying por ello, pero eso no la desanima, sino que es precisamente lo que la empuja a quererse a sí misma. Que se la muestre precisamente tan feliz y rodeada de amigas que la quieren y la apoyan a muerte, junto con un chico que se enamora de ella, es un mensaje muy necesario.
Pochama Ni realiza un trabajo estupendo de representación para chicas gordas, algo que escasea muchísimo en los mangas de romance. Cuando aparece, que es rara vez, tiende a ser para que la protagonista se transforme mágicamente y, una vez adelgace y se vuelva guapa, pueda comenzar a vivir su verdadero romance. Tsumugi está gorda, sí, pero tiene mucha más personalidad que eso y el manga no se centra únicamente en su peso, sino en todo lo que vive a lo largo del instituto. Puede que la historia flaquee un poco más en tema de ritmo, pero sigue siendo muy disfrutable.
Sin duda, es un manga que os recomiendo si buscáis algo dulce y blandito para leer. Quizás haya obras de romance más destacables en otros aspectos, eso es cierto, pero no todos presentan una protagonista como Mugi y con tanto cariño. Dadle una oportunidad, no os vais a arrepentir.
