Aristóteles ya decía que el hombre es un animal político. Es una verdad casi tan antigua como el pensamiento filosófico humano mismo, entonces, que es imposible despegarse por completo de la política. Por mucho que no nos guste, los seres humanos vivimos en sociedades que se rigen por normas y que, en general, precisan de la política para su desarrollo y orden.
Es creencia común que la política solo hace referencia a la organización y desempeño de los gobiernos modernos, pero nada más lejos de la realidad: la política no solo se produce en el Congreso de los Diputados, sino que nos afecta a todos en mayor o menor medida; o lo que es lo mismo, las decisiones que los políticos a los que elegimos en votaciones democráticas toman nos afectan en nuestra vida diaria. ¿Alguna vez habéis solicitado una beca? ¿Tenéis algún familiar que reciba algún tipo de pensión? Las leyes educativas, las calles por las que pisamos, los hospitales que visitamos… todo eso son consecuencias directas de la política.
¿Sería posible vivir al margen de la política, pues? Para ello, habría que existir al margen de la sociedad. Una persona podría vivir como ermitaña en una cueva alejada del mundo, pero quizás en algún momento precise hacer uso de servicios sociales (como educación o salud, por decir un par de los ya mencionados).

Queda bastante claro gracias a esta introducción que el ser humano y la política son uno solo desde hace siglos y milenios. Por ello, no es de extrañar que cualquier producción humana acabe empapada de política también. Y esto, desde luego, no es para nada ajeno a la ficción, ni tampoco lo es a la ficción de origen japonés, que es a lo que está enfocada concretamente esta página web. ¿Tu obra tiene un sistema de gobierno? ¿Reyes, príncipes o ministros? Eso es política. ¿Se mencionan aunque sean de pasada desigualdades sociales, incluso a través de metáforas y alegorías? También es política. Si aparece un instituto inscrito dentro de un sistema escolar y educativo, es política. Aunque haya elementos de fantasía, los autores suelen hacer uso de, como decimos, metáforas y alegorías que al avispado receptor de la ficción no se le escaparán para establecer el paralelismo con nuestro mundo real.
De momento, aparentemente, estamos exponiendo obviedades. Entonces, ¿por qué escribir este artículo? Pues el presente artículo nace precisamente porque ciertos sectores parecen creer convenientemente que solo la introducción de ciertos elementos en ficción es política; y lo que es más —esto ya es casi motivo de risa—, piensan que los japoneses son apolíticos o, peor aún, que no existen japoneses con ideas de izquierdas o progresistas.

Pero vayamos por partes. En primer lugar, política no es exclusivamente solo lo que no nos gusta. ¿Es política la inclusión de personajes o historias LGTB+, por ejemplo, que suele ser motivo de queja de los ya mencionados sectores? Lo es, en tanto que la representación de minorías y la reivindicación de sus derechos son puramente políticos. Lo divertido del asunto viene cuando el fandom considera política la aparición de personajes LGTB+ o racializados —y se quejan ruidosamente al respecto, claro—, pero luego alaban obras tanto o más políticas que aquellas que desprecian. A la autora de este artículo no le gusta cómo se trata el fascismo en Shingeki no Kyojin, y no por eso piensa que las obras que sí son de su agrado son menos políticas que la mencionada; lo que quiere decir es que, evidentemente, nuestra apreciación subjetiva sobre cómo se trata un tema o la introducción de ciertos elementos no significa que la representación de dicho tema sea más o menos política. Por no hablar de que si te molestan los personajes LGTB+, racializados o las mujeres con papeles protagonistas eres sospechoso de ser bastante nazi y de tener interiorizados discursos de odio.
Pero el problema no solo surge cuando, como decimos, se ignora convenientemente que todo es político solo para echar pestes de lo que no nos gusta, sino que otras veces también se tergiversa el discurso original del autor para pervertir el mensaje y que se adecue a los intereses de ciertos grupos. Dentro del manganime, quizás el ejemplo más clásico y evidente sea One Piece, que ha estado sujeto a interpretaciones equivocadas cuando la intención de Oda no podría estar más clara; en este caso concreto, el autor ni siquiera es sutil. A One Piece se lo ha enarbolado como ejemplo de obra que sustenta el liberalismo, pero nada más lejos de la realidad: One Piece es precisamente un canto de subversión y rebeldía contra los poderosos que someten a su pueblo. En primer lugar, la idea del pirata como símbolo de libertad y rebelión ni siquiera la inventado Oda, como es obvio, sino que procede del Romanticismo —¿recordáis la Canción del pirata de Espronceda?—; por otro lado, el argumento de la mayoría de arcos de One Piece gira en torno a derrocar a gobernantes injustos y tiranos. Uno de los momentos más icónicos de la obra tiene lugar precisamente cuando Luffy le ordena a Usopp que queme la bandera del gobierno mundial, declarándole así la guerra a la institución. Tampoco es la intención de este artículo spoilear totalmente el célebre manga de piratas de Eiichiro Oda ni mucho menos, y por eso cualquiera que haya leído o visto la serie puede dar fe de lo que estamos diciendo.

Como ya comentamos, también se da el caso de la gente que cree que los japoneses no tienen ideas políticas (absurdo cuanto menos) o que no pueden tener ideas progresistas. Recordemos el caso concreto del famoso desarrollador de videojuegos Kotaro Uchikoshi, responsable entre otros de la saga Zero Escape y de AI: The Somnium Files, que hace unos meses defendió la existencia de las personas trans en Twitter y como consecuencia llegamos a leer comentarios de otakus enfadados diciendo cosas como que Uchikoshi no podía ser un señor de mediana edad japonés porque ningún señor japonés pensaría así. Bien, en primer lugar, hay que decir que creer que todos los japoneses son una especie de mente colmena es, como mínimo, paternalista y tiene evidentes tintes xenófobos. Si no pensamos esto de nuestros países de procedencia, tampoco deberíamos pensarlo de otros, por mucho que Japón como sociedad deba mejorar en muchos aspectos. Pero esto último no significa que no pueda haber ciudadanos individuales que tengan ideas propias y que plasmen esas mismas ideas en su obra, como es el caso de Uchikoshi.
En definitiva, creemos que es importante empezar a ser conscientes de lo que se consume, y eso incluye entender que toda obra de ficción es susceptible de incluir temas políticos, en tanto que el ser humano está ligado desde su nacimiento a la política irremediablemente. Pretender lo contrario es ser ignorante o ver convenientemente las verdades a medias, cosa que conduce también a tergiversar los mensajes originales de la ficción; es curioso que este tipo de actitudes muchas veces nos lleven a gente que se queja porque cierta obra tiene «política» (porque es el tipo de política que no le gusta, claro) mientras alaba otra que también tiene política igualmente: que lloren nunca cambiará la verdad incuestionable, y es que un mínimo análisis reflejará que prácticamente la totalidad de la ficción que consumimos incluye temas políticos, aunque sea de pasada.
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