La ficción es política, y Futoi Karasu también. Este artículo es una crítica sin esquinas al punitivismo. No va a ser sutil, no va a dar pie a la ambigüedad. Una vez aceptados estos términos y condiciones, vamos a hablar del conocido anime cyberpunk Psycho-Pass, su crítica al sistema punitivista y cómo de necesarios son estos postulados en una sociedad que tiende al populismo punitivo, como la nuestra.
Este artículo contiene destripes de la primera temporada de Psycho-Pass
La premisa de Psycho-Pass es, en realidad, uno de los muchos avisos que nos ha dado la ciencia ficción clásica. El relato de Philip K. Dick, The Minority Report (1956), ya trataba la prevención del crimen con una filosofía punitivista y no disuasoria, al igual que la película de 2002, adaptación directa con Steven Spielberg a los mandos y Tom Cruise como protagonista. En ella, un grupo de psíquicos denominados precognitivos o «precogs» anticipan asesinatos antes de que se produzcan, reduciendo la tasa de asesinatos de Washington D.C. a cero. Pero, ¿en qué ideas se sustenta esto?

El determinismo es una corriente filosófica que parte de la idea de que todo comportamiento, acción y pensamiento viene marcado por un ciclo irrompible de causa y consecuencia, hasta el punto de ir más allá de la mera explicación y determinar el futuro. Del determinismo surgieron diferentes interpretaciones, tanto a nivel biológico y genético como social, cultural y geográfico, así como diversos grados de intensidad. Como no es necesario bajar al barro hasta la cintura, me voy a ceñir a dos: el determinismo epistémico y el determinismo psíquico, que son los que nos interesan.
La base de Minority Report es un determinismo epistémico más duro: si se conocen los hechos de antemano, ese hecho ha de ocurrir sí o sí. Sin ir más lejos, la conclusión de la historia es la subversión de esta corriente, poniendo en evidencia las limitaciones de los precogs y lo vacuo del orden establecido. En cambio, el caso de Psycho-Pass es una bestia completamente distinta, pues todavía no se ha escapado de ese estado que permite el determinismo, el Systema Sybil, y la base que sustenta su historia es el determinismo psíquico.
El determinismo psíquico, partiendo de tesis psicoanalistas, establece que todo fenómeno viene prestablecido no por el libre albedrío, sino por un amplio rango de condicionamientos producto de la herencia genética, la educación y la personalidad del individuo. Bien, Psycho-Pass nos presenta así una sociedad distópica en la que impera el condicionamiento coercitivo mediante un control exhaustivo de la psique de cada individuo desde que nace hasta que muere. Así, a cada persona se le asignan una serie de salidas laborales en base a sus aptitudes psíquicas, minimizando su capacidad de decisión, o a las probabilidades de perder los estribos e incluso convertirse en una amenaza potencial. Así, a aquellos con un medidor de Psycho-Pass más oscuro o turbulento, ejemplificado mediante colores, les es vetado el acceso a ciertos ámbitos del mundo laboral, incluso si jamás han obrado mala acción alguna. Son los denominados criminales latentes.

El punitivismo en Psycho-Pass se muestra en dos vertientes diferenciadas: directa e indirecta. La indirecta estaría vinculada a lo que ya hemos comentado: el control de la psique de cada individuo y las limitaciones que conllevan, pero también el punto de no retorno. A una persona con un Psycho-Pass limpio se le puede enturbiar, recurriendo así a medicación o terapia para controlar la tendencia, pero una vez se cruza el umbral del crimen latente no existe posibilidad alguna de volver atrás. Todo a juicio de un Sistema Sybil en constante expansión y refinamiento, tratando de cubrir aquellos huecos, denominados «criminales asintomáticos», que puedan escapar a su juicio.
Hace unos días, pocas horas después de haber planteado el boceto de este artículo, me topé con el siguiente mensaje. Bendita casualidad, claro, pero también me sirvió como ejemplo de esta tendencia, mezclando unas gotas de mala comprensión del Leviatán de Hobbes y punitivismo más burdo y deshumanizador:

Estos mensajes no solo son nocivos, sino que calan en estratos de la sociedad tradicionalmente cercanos a la justicia rehabilitadora, que entiende el sistema penitenciario como un medio, no un fin. Así, gente de supuesta izquierda, guiada por la indignación lógica que suponen ciertos crímenes mediáticos, ha ido comprando progresivamente este discurso. Ahí llega el «dilema de las cárceles escandinavas«: centros penitenciarios bien equipados, con piscinas, y que levantaron un grito en el cielo por «parecer hoteles». Si es como estar en tu casa pero sin salir libremente, ¿qué problema hay?
El COVID, el confinamiento y sus secuelas nunca ocurrieron, me temo. Culpo a la amnesia colectiva, pese a que no vivamos en Macondo.
¿Qué nos enseñan obras como Minority Report o Psycho-Pass? ¿Realmente hemos asimilado la idea de que un estado cada vez más punitivista terminaría salpicándonos a todos? Sinceramente, creo que no. Que el encierro de la pandemia no nos hizo mejores, consumir ficción audiovisual especulativa no está sirviendo para nada más que proporcionar un placer estético y que cada vez absorbemos menos de lo que nos rodea. Los medios de comunicación conservadores y los casos mediáticos, por deleznables que sean —a cualquiera nos escandaliza una agresión sexual en grupo, hasta el punto de la furia genuina— sirven, por desgracia, para este propósito: endurecer el sistema judicial. Si las tasas de reincidencia y la criminalidad no descienden aplicando penas más duras —volvemos al caso escandinavo, tan socorrido, en contraposición a países como EEUU—, ¿de qué sirve?

Como rezaba aquel famoso tuit «empresa crea el Torment Nexus, de la aclamada novela de ciencia ficción Don’t Create the Torment Nexus«, los avisos están ahí, y una interpretación punitivista de las leyes no solo dificulta la reinserción, sino que crea monstruos. Y no vivimos en un anime como para esperar un final feliz a lago plazo.