Reflexiones sobre queerbaiting y representación

Como muchos de nuestros lectores y lectoras sabrán, Archive of Our Own, también conocido como AO3, es una de las plataformas de fanfics más visitadas de internet, sino la que más. Cada día, sus usuarios suben cientos de relatos basados en las obras de ficción más famosas del momento, dando rienda suelta a su imaginación. El fandom de Sobrenatural, la popular serie de acción, terror y fantasía de la CW que finalizó el pasado 2020 tras 15 temporadas, es uno de los que más empeño pone y se han subido más relatos sobre las aventuras de los hermanos Winchester y el resto de personajes de la serie que, por ejemplo, de El Señor de los Anillos, Naruto y Final Fantasy juntos. No se entrará en este artículo en desgranar minuciosamente los contenidos de esos textos pero, por generalizar, un alto número de ellos se basan en una eventual relación romántica y/o sexual entre el cazador Dean y el ángel Castiel, entre este último y Sam, hermano del primero; o directamente, en una interacción incestuosa entre los dos Winchester. Un nuevo significado para la frase incest is wincest. Bromas sobre prácticas de la realeza europea aparte, como podemos observar, en todos estos casos estamos hablando de relaciones homoeróticas u homorrománticas entre los protagonistas de la serie. En la propia obra, por descontado, en ningún momento se llega a ver eso. Conforme avanzaban las temporadas, y sapientes de la enorme profusión con la que se generaban estos fanfics, desde la producción de Sobrenatural comenzaron a introducirse pequeños momentos y frases en algunos capítulos. Estos podían inducir muy levemente a entender un cierto subtexto, al menos remotamente, similar a lo que tan explícitamente se narraba en los relatos fans, concluyendo además con cierta declaración de Castiel que arrastraba por los suelos las esperanzas de todos los seguidores que llevaban años con su carpeta preparada. Sobrenatural no ha sido la única serie occidental en aprovecharse de la necesidad de cierta parte de su fandom de verse representado en parejas no tradicionales, en el sentido de la heteronorma, y otras como Teen Wolf o, especialmente, Sherlock —y esta muy conscientemente desde su principio— han ido incluyendo pequeñas píldoras para alimentar la imaginación y fantasías de su público. Por supuesto, sin que nunca se llegue a nada.

A este procedimiento se le llama queerbaiting y, cómo no, en el terreno del anime es un método incluso más socorrido que en las producciones de este lado del mundo. Grosso modo, no deja de ser un derivado del fanservice, pero con connotaciones bien distintas. Durante ciertos momentos de la obra se ofrecen pistas sobre una posible relación entre dos personajes del mismo género para que luego nunca se llegue a mostrar una eventual formalización de esa relación o, siquiera, una simple muestra de cariño explícito que se salga de lo amistoso. Porque esos personajes, por supuesto, siempre han sido heteros. Al igual que con el citado fanservice, hablamos de añadidos que no aportan nada al desarrollo de la producción, pues son un mero elemento mercadotécnico, esta vez dirigido específicamente al colectivo LGBT+, para captar mejor la atención del público y fidelizarlo. Por si acaso pasa algo en el siguiente episodio y, esta vez sí, se da un caso de representación en un anime mainstream fuera de, por ejemplo, el yuri o el boy’s love. Y por ese por si acaso hay gente que se ha visto dos temporadas enteras de Hibike Euphonium, tres de Free! y todo Kuroshitsuji, que no es poco.

*suspira* / ©Kyoto Animation

Es necesario, para contextualizar mejor todo esto, partir de la base de que Japón es un país un poco menos avanzado en lo social que España, especialmente en lo tocante a materia de género e identidad sexual. De hecho, es el único país del G7 que no reconoce como legales, y prohíbe, las uniones civiles y los matrimonios entre personas del mismo género. Y aunque no sea algo perseguido y cada vez la aceptación entre el grueso poblacional sea mayor hasta hace, casi literalmente, dos días, que una chica joven se considerase bisexual o lesbiana era simplemente catalogado como una mera fase, un contratiempo incómodo pero natural que cualquiera puede dejar atrás para poder volverse un «adulto serio y responsable». Y, por supuesto, hetero. La aprobación del colectivo no cisheteronormativo aún está más de un paso por detrás de la que podría considerarse óptima y, de nuevo, pese a que en los últimos años sí se ha notado cierto avance, no deja de faltar mucho camino por recorrer. Los chistes «de gays» usados como alivio cómico o las clásicas situaciones de equívocos que a todos se nos vienen a la cabeza han poblado el panorama del manganime desde hace décadas mientras se privaba al público generalista de una representación muy necesaria. Porque al final es el cuento de siempre: el lesbianismo se fetichiza, la homosexualidad se convierte en comedia y de la bisexualidad directamente se ignora su existencia. Todo eso mientras nos dan pequeñas migajas planeadas desde producción para abrirnos más el apetito sin que tengan jamás la intención de cumplir los indicios que avanzan. Porque esa representación no tendría que estar contenida exclusivamente en obras explícitamente LGBT cuyo propósito como tales sea ofrecer un romance de esas características. A veces, simplemente necesitas que en una historia de fantasía épica exista algo más allá del típico harem de chico superpoderoso con siete jovenzuelas serviciales. A veces necesitas que Naruto y Sasuke y se den de una vez ese beso. O Guts y Griffith.

Sirva el ejemplo de Berserk para aclarar que no en todas las ocasiones en las que se sugiere la posibilidad de un romance homosexual o bisexual sin llegar a consumar nada se cae en un queerbait. Los sentimientos de Griffith por su amigo, y futuro enemigo, son más que explícitos, aunque nunca llegue a haber una interacción entre ellos que complete esas fantasías. Un caso levemente más complicado es el de Madoka Kaname y Akemi Homura en Puella Magi Madoka Magica. Los sentimientos por parte de la segunda son más que explícitos, especialmente si hablamos de lo desvelado en Rebellion, la película que daba un nuevo final, así como prácticamente un nuevo sentido, a la serie entera. Homura sobrepasa cualquier ímpetu o motivación propios de la amistad. Lo que siente por Madoka es amor. Puede que tóxico, obsesivo y malsano. Pero amor. La contraparte de esto es que las cosas están menos claras en la otra mitad del dúo —pese a que todo el subtexto y las acciones de la chica mágica pelirrosa son un buen indicativo— pero se puede aseverar con cierta seguridad que en este caso no se podría hablar tampoco de queerbaiting, pues al menos uno de los personajes, y casi seguro que el otro, sí es, como mínimo, una chica bisexual o lesbiana.

Son novias, no podéis negarlo. / ©Shaft

Vanitas no Carte, Bubblegum Crisis, Owari no Seraph, Aria, Samurai Flamenco, Kyōkai no KanataLa lista de la vergüenza es interminable. Shows totalmente mainstreams y mayoritarios, que podrían haber sido un pilar importante de representación LGBT, pero que prefirieron conformarse con jugar vilmente con su público, de manera consciente o inconsciente. Por cada Kaworu Nagisa de Evangelion y cada Motoko Kusanagi de Ghost in the Shell hay siete, ocho, diez de las anteriores. Y por supuesto, esto tampoco se queda en los modelos relacionales. Podemos contar con los dedos de una mano los casos en los que un personaje trans no está tratado como un mero reclamo sexual o, simplemente, como un chiste y objeto de mofa y befa por parte de otros personajes. Y no hace falta irse lejos, porque tenemos un caso de esto último tan cerca como es en Steins;Gate y el trato nefasto recibido por Ruka. Queremos más chicas trans mostradas de forma respetuosa y adecuada, como Lily Hoshikawa en Zombieland Saga, en un anime que no verse necesariamente sobre la experiencia trans. Más personajes no binarios, como Kino, en obras de aventuras como Los Viajes de Kino.

«Japón es Japón», dirán algunos. El wakashudo, el sintoísmo, las tradiciones. Tiene sus costumbres, tiene su historia y tiene su forma de llevar a cabo el arte. Pero, como cualquiera entenderá, que un hecho esté moralmente mal puede estar explicado pero nunca excusado por el componente de tradicionalidad y la ubicación del mismo. Las corridas de toros son algo tradicional de España, pero no de Rusia. Pero el toro va a sufrir exactamente lo mismo en Madrid que en San Petersburgo y la espectacularización morbosa del maltrato y dolor animal va a ser algo moralmente negativo en ambos lugares, independientemente del recorrido histórico que tenga. Igualmente, la esclavitud era algo moralmente negativo en las plantaciones de algodón de Luisiana y en los hielos de Groenlandia. Y en base a la búsqueda y necesidad de una ética universal, tenemos que ser conscientes de que la falta de representación y esa mercantilización de las esperanzas de todo un colectivo por verse representado más allá de sus nichos habituales, son igual de perjudiciales en una serie estadounidense que cualquier anime que se nos ocurra.

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