En la mente de: Dimitri (Fire Emblem: Three Houses)

En la mente de es una serie de artículos dedicados a profundizar individualmente en las características y motivaciones de algunos de los personajes más queridos e interesantes de los videojuegos y el anime

Parece mentira que en Futoi Karasu hayamos tardado tanto en hablar de Fire Emblem, pero el día tenía que llegar tarde o temprano. En esta nueva entrega de «En la mente de«, hablaremos de uno de los protagonistas de la última entrega de la franquicia, Dimitri Alexandre Blaiddyd. Como de costumbre, el artículo estará lleno de destripes argumentales.

Dimitri es uno de los tres lores, junto a Claude y Edelgard, que marcan las rutas principales de la decimosexta entrega de Intelligent Systems. Como el juego no cuenta con una historia canónica, sino que esta difiere acorde a qué ruta escojas, voy a centrarme en la contada en Luna Añil, con los Leones Azules.

Dimitri 1.0, antes del parche / ©Intelligent Systems

Durante los primeros compases de Three Houses, Dimitri es presentado como un noble caballero: educado, sincero, sereno y con cierto sentido del humor, ciertamente comparable con otro magnífico protagonista de la saga: Eliwood de Fire Emblem: The Blazing Sword. No obstante, las comparaciones iniciales terminan aquí por cómo Dimitri termina subvirtiendo el arquetipo. En su trasfondo hayamos las primeras semillas: su padre, Lambert, rey de Faerghus, así como varios personajes clave en su niñez, fallecen en una batalla llamada «la tragedia de Duscur«, siendo Dimitri uno de los pocos supervivientes de tal fatídico día. Este hecho marca el complicado cuadro psicológico de Dimitri, que terminará por estallar previa a la conclusión de la Parte 1. Desde antes del comienzo del juego, Dimitri padece ageusia — pérdida total del sentido del gusto — como resultado del trauma acontecido tras la tragedia de Duscur, un síntoma extremadamente raro de un trastorno de ansiedad. Más allá de que no es central en el arco dramático del personaje, me parece relevante y curioso por lo poco común de la ageusia en ficción. Además, sufre cierto grado de estrés post-traumático y de «culpa del superviviente«.

Su trasfondo personal hila, como mandan los cánones de Fire Emblem, con sus apoyos y la relación con los personajes de su entorno. Más allá de Byleth, avatar del jugador, hay dos que anticipan y ejemplifican quién es Dimitri: Félix (su mejor amigo) y Dedue (su lugarteniente). En el caso del primero, ejerce una doble función a nivel narrativo: contraposición y anticipación respecto al personaje que nos ocupa. La contraposición parece evidente: si Dimitri es un joven caballeresco, Félix es aparentemente lo contrario, y sus cómicos piques lo demuestran. Cínico respecto a los ideales de la nobleza, ácido, muchísimo más impulsivo y con escaso filtro a la hora de soltarlas. La anticipación proviene de sus constantes avisos sobre la naturaleza oculta del «cernícalo», como él lo llama: Dimitri tiene un lado oscuro y sangriento que nadie ve, porque nadie le conoce como Félix. Él mismo desempeñará un rol clave en todos sus cambios durante el arco dramático que experimenta a lo largo de la campaña. Por otra parte, Dedue es su fiel vasallo. Duscuriano de origen, sus destinos quedan entrelazados desde que Dimitri le salva la vida tras la tragedia de dicha tierra, quedando su amistad sellada para siempre. Si bien. No es casualidad que los momentos más bajos del heredero al trono de Faerghus se produzcan con Dedue ausente. Si bien él insiste en rendir pleitesía fiel a Dimitri, el rubio protagonista lo ve como un amigo y un igual de pleno derecho, obviando la diferencia de estatus nobiliario. Como prueba de esto, Dedue no puede ser reclutado por otra casa en el resto de rutas y únicamente es jugable en Luna Añil.

He comentado el entorno inmediato del personaje y los primeros rasgos de su psique, pero no el detonante de las transformaciones que experimenta Dimitri a lo largo de la historia. El primero y más evidente tiene que ver con Edelgard, su hermanastra y otra de las protagonistas del juego, y el Emperador del Fuego, la máscara que utiliza ella durante la primera mitad de la campaña. Su relación con las Serpientes de las Tinieblas, los antagonistas puramente malvados de la historia, y los trágicos hechos del pasado de Dimitri resultan un cóctel demasiado pesado para el joven y el último empujón que necesitaba para caer en las fauces de la locura.

«¡¿Se trata de una broma pesada?!» / ©Intelligent Systems / Intel HD Graphics

En la segunda mitad de la historia, que empieza tras un lapso temporal de 5 años, Dimitri es poco más que una sombra de lo que antaño fue. Tras el asesinato político de su tío Rufus, regente del reino — del cual es falsamente acusado —, y la conversión de Faerghus en territorio del Imperio de Adrestia, su perfil psicológico se ha deteriorado de forma grave. Dado por muerto y habiendo escapado tras el aparente sacrificio de Dedue, Dimitri presenta una depresión combinada con trastorno paranoide de la personalidad. Más violento e irracional que nunca, la primera mitad de la Parte 2 abarca su punto más bajo como personaje, lo cual se refleja en su estado físico: ojeroso, tuerto, con el pelo descuidado y consumido por el veneno de la venganza. Incluso su reencuentro con Byleth se siente desnaturalizado, pues él lo interpreta como una alucinación, un mero fantasma del pasado. Dimitri deja de atender a razones y ni siquiera Félix o Byleth son capaces de cambiar su comportamiento.

A lo largo de esta porción de la historia, Dimitri muestra pocos tapujos a la hora de mostrar su cara más violenta e inmisericorde: ha desarrollado una fijación patológica con vengarse de Edelgard que le lleva a justificar las atrocidades que comete, como asesinatos o intentos de torturar a generales enemigos, admitiendo que se ha convertido en un monstruo en el proceso. No solo sus enemigos experimentan la faceta más amarga: se muestra hosco y huraño con cualquier otro personaje que intente acercarse a él. El rasgo más característico del trastorno paranoide es la creencia perpetua de que cualquiera puede desearte mal, incluso sin indicios de ello, recurriendo a una desconfianza vigilante y nociva. El odio se ha convertido en su única motivación y una vez dentro, no es fácil escapar de ahí.

Es interesante comentar cómo la propia trama del personaje se solapa con ciertas mecánicas del juego: durante esta etapa del desarrollo de Dimitri, los apoyos de cualquier personaje con él quedan bloqueados por completo. No solo eso: debido a su ageusia, es el personaje que menos platos odia (uno) y también el que menos platos favoritos tiene (seis), teniendo reacciones neutras con el resto de opciones disponibles en el comedor del Monasterio de Garreg Mach. Su cambio de corazón se producirá, cómo no, tras experimentar otra dura pérdida: el sacrificio de Rodrigue, padre de Félix, y sus últimas palabras. Incluso sus diálogos post-combate sentirán el cambio.

«Tu padre estaría orgulloso de todo lo que has conseguido» / ©Intelligent Systems

La recta final de la campaña culmina, no sin dolor, con la redención del personaje a través de la más dolorosa de las capitulaciones: aquella que nace de la disculpa más genuina con los seres queridos. Disculparse a todos sus compañeros y esperar su perdón es posiblemente la batalla interna más dura de Dimitri durante el transcurso de la guerra, más allá de su complejo feudo con una Edelgard a la que empieza a mirar de tú a tú. De hecho, hay un amago de diplomacia entre los dos, una vez la sed de venganza del primero se ha calmado. Por supuesto, la batalla era inevitable, pero el choque termina estrechando, con todo lo que eso conlleva, la relación entre ambos personajes hasta la culminación del conflicto: la muerte de Edelgard y la coronación de Dimitri como soberano de un Fódlan reunificado. No en vano, Dimitri y Edelgard comparten el tema de su mapa final, sabedores de que su guerra — con desarrollos y conclusiones diametralmente opuestos según la ruta — es una moneda de doble cara. The Apex of the World ejemplifica el triunfalismo del final de una campaña bélica llena de horrores. Contemplamos nuestras manos manchadas de sangre de seres que en su día quisimos, pero con esos mismos dedos rozamos la cúspide de la victoria. Por aquellos que siguen en pie. Por nosotros.

©Intelligent Systems / Helping Hands

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