¿Qué es el eroguro? Comentario a Suehiro Maruo

Aviso: en este artículo se trata abuso sexual, muerte, sangre, parafilias y todo tipo de crueldades. En caso de que el lector sea sensible ante estos temas, desde Futoi Karasu se le recomienda precaución por su propia seguridad. 

El terror siempre ha sido un género complicado. Todos hemos consumido este género alguna vez, pero pocos de nosotros podríamos definir a qué exactamente nos referimos cuando hablamos de terror sin dejar de mencionar asesinatos, sangre, vísceras, deformación corporal, cosmos, criaturas de la noche…  

Pero, sin usar todos estos elementos como ejemplo…¿Cómo definíriamos el terror? 

Noël Carrow, en su libro Filosofía del terror o paradojas del corazón, menciona que deben de existir dos criterios para que una obra pueda considerarse dentro del terror-arte: amenaza e impureza. La amenaza, tanto física como cognitiva, es algo bastante sencillo de entender desde fuera; Si nuestra vida corre peligro de alguna manera nuestra respuesta es inmediata La impureza por otro lado, es un poco más juguetona, por decirlo de manera coloquial. Haría que entraran todos nuestros esquemas morales occidentales y judeocristianos, viéndose claramente cuando lo representado es un híbrido mitad hombre mitad monstruo, o generándolos para hacer claras analogías acerca de las “razas” humanas, el papel de la mujer en la sociedad, colectivo LGTB en general…  

Así es como el terror puede ser el género más revolucionario o el más acorde al sistema a partes iguales, pues es el que más en cuenta se tiene la psique humana, las diferencias sociales, el amor, el deseo…Es increíble cómo puede cambiar según el país del que surja, y que este no deja de ser un espéculo de las preocupaciones más profundas de cada sociedad. No son pocos los que al ver por primera vez terror japonés quedan sorprendidos con sus cuantiosas diferencias con el terror que consumimos en occidente (si es que a estas alturas se puede considerar que Japón no es occidente, pero eso es harina de otro costal). Yu-on, RinguNoroi:The curse, Uzumaki… son simples títulos que existen de alguna manera o de otra en el imaginario colectivo, y no es para menos, pues a día de hoy son pilares indiscutibles dentro de este género. Lo que muy pocos sabemos es cómo estas obras, y más, beben por completo del temible y polémico eroguro

Eroguro… ¿Qué es eroguro? ¿Y de qué nos suena este término? 

Bien, el eroguro también conocido como eroguro nansensu, fue un movimiento artístico de 1920 concebido como una forma de protesta ante los tabúes de la sociedad japonesa. En este se incluye violencia, sangre, decadencia y distintas inclinaciones sexuales sin ningún tipo de miramientos. El término “eroguro nansensu” proviene de una deformación de las palabras erotic (ero-), grotesque(-guro) y non sense (nansensu) a la japonesa. El más destacado miembro de ese género es indiscutiblemente Ranpo Edogawa, pseudónimo de Taro Hirai, escritor que, inspirado tras leer los relatos del literato Edgar Allan Poe, se convirtió en un pilar del género, especialmente reconocido por sus relatos de La oruga, El infierno de los espejos y la novela de La bestia ciega, entre otros. Escogió este apodo tratando de hacer una referencia al nombre de su mayor ídolo e inspiración (si uno se fija, Edogawa Ranpo es la pronunciación a la japonesa de Edgar Allan Poe). Pero hoy no se hablará de Rampo en este artículo, sino de una de las personas también más destacadas de este género y el motivo de este artículo: Suehiro Maruo

Suehiro Maruo es un mangaka, pintor e ilustrador que destaca entre los demás. Fue rechazado por la Shonen Jump por el contenido explícito de sus obras, pues en estas se destaca la sexualidad enajenada de sus personajes, el trauma de dejar de ser niños y una violencia extremadamente gráfica e irreverente. Adaptó La oruga de Ranpo, ilustró varios de los otros libros del autor y nos ha brindado con una gran cantidad de obras propias, dos de las cuales a lo largo de la historia resuenan bastante más que otras: Midori: la niña de las camelias y La sonrisa del vampiro

Midori: la niña de las camelias nos muestra a un Maruo bastante más joven e inexperto a la hora de narrar, pero con toda la motivación de hacer algo grande dentro del género. Para ello decidió adaptar una historia transmitida durante la tradición oral en la era Showa y Meiji. Su adaptación a película por parte de Hiroshi Harada causó tanto revuelo que, a día de hoy, se la sigue considerando una de las cintas más censuradas y perseguidas de la historia del país nipón. Sólo se conserva una cinta a día de hoy del largometraje y, además, recortada en unos seis minutos. No se hablará hoy de la película en cuestión, sino del manga. 

«Midori la niña de las camelias» / ©ECC Editorial

En este se nos presenta a una niña, Midori, la cuál creció sin padre y vio la muerte de su propia madre. Desamparada y sola, decide unirse a un circo lleno de personajes excéntricos, mutilados y marginados como ella. En el este, Midori descubre el infierno en la tierra, siendo abusada verbal, física y sexualmente por todos los miembros del circo. Entre todas esas torturas, siendo una de ellas asesinar a unos cachorros de perro que a ella le encantaban para posteriormente dárselos de comer, Midori conoce a un mago del circo, Masamitsu, del cual se enamora. Este mago —que no debemos de olvidar que es un hombre de mediana edad—, se interpone en la felicidad de Midori cuando esta consigue una oportunidad para escapar de su calvario, llegando a encerrarla en una botella con uno de sus trucos. Eventualmente se reconcilian y cuando el circo se desbanda Masamitsu es asesinado. Midori no sabe que esto ha sucedido y piensa que este ha muerto de forma inexplicable. Y así, una vez más, Midori se encuentra sola, desamparada y traumatizada. 

Midori: la niña de las camelias no deja de ser una lectura de culto y un eslabón muy importante de todo el fenómeno del eroguro, sobre todo por su gran polémica. La trama es oscura, y las viñetas que la acompañan no son para menos, todos ellos con un toque ochentero que gustará mucho al fan del manga vintage. Aunque Maruo estaba todavía empezando, se veía como apuntaba maneras para convertirse en uno de los mangakas con el arte más pulido y siniestro de su época. A pesar de todo a lo largo de la lectura se van viendo diversos problemas de ritmo y división de capítulos. Podría ser simplemente que no se narra igual actualmente que hace 30 años, pero si uno se adentra en la obra de Maruo encuentra que este problema va desapareciendo poco a poco, y donde este consigue llegar a su culmen como artista es, sin duda, en La sonrisa del vampiro

En La sonrisa del vampiro seguimos paralelamente la vida de dos jóvenes: Konosuke y Luna. Konosuke se trata de un preadolescente que, tras conocer a una vidente y que esta le confiese que es una vampira, es convertido por ella en uno de estos seres. Este va cometiendo asesinatos cada vez más brutales y más sonados en toda su escuela. Mientras, Luna es en principio una persona normal, que empieza a vivir ciertos cambios en su vida gracias a su pubertad, a la de sus amigas y a los hombres adultos que se intentarán aprovechar de ella —pedófilos, vaya—. Estas tratan de convencerla para hacer favores sexuales a hombre ancianos dependientes a cambio de algún dinero, pero ella siempre se niega a acercarse a ese oscuro mundo. En un momento dado ambos se encuentran, y deciden refugiar su miseria en la del otro, convirtiendo posteriormente Konosuke a Luna en vampiresa y viviendo… ¿aventuras? juntos.  

«La sonrisa del vampiro» / ©Glénat

El entorno de la obra es hostil, y las imágenes que se nos presentan son más aterradoras y repulsivas a medida que avanzamos con la lectura. Contemplar todos los retorcidos actos que ocurren cada vez es más complicado, más aún gracias a la hermosa tinta de su autor, que convierte todo en un espectáculo desagradable a más no poder. Se corona esta como una de sus mejores obras a lo largo de su carrera, tanto ilustrativa como narrativamente. 

Sin duda, lo que conecta ambas obras es su fondo y protesta: la crítica a la infancia perdida y, con ella, a la inocencia, mostrada sobre todo a través de la sexualidad de sus personajes, aunque más bien de sus niñas. Tanto Midori como Luna son obligadas a mantener relaciones sexuales en un momento vital en el que ninguna de las dos es consciente de lo que está haciendo, sólo saben que no les gusta y que quieren escapar de ahí. El resto de su entorno, sin embargo, les intenta empujar cada vez más a esa “madurez” obligada, a la vez que se les imponen actitudes de cuidados a esos hombres que solo quieren aprovecharse de su falsa entrada a la adultez. 

Maruo también incide bastante en la homogeneidad y dependencia al grupo y en cómo el no pertenecer a este, desde una perspectiva japonesa, acaba significando la exclusión total. La crítica del mangaka es contra la normatividad, contra aislar al diferente, pues sino les dejamos desamparados y cometen actos indecentes, inhumanos y asquerosos. Y esto nos afecta, nos reprime, nos duele, nos entristece… La soledad hace a uno desgraciado, tanto hacia él mismo como hacia los demás, pues nos deja en un abismo profundo e inimaginable, nos hace incompletos como seres humanos. Necesitamos de los demás para vivir, que no para sobrevivir. Más importante aún es en la niñez y adolescencia, dónde nos vemos reforzados y validados por nuestro amigos y familiares. Y si nos aislamos o nos aíslan, el abismo tragará nuestras esperanzas, ganas de vivir, moralidad y a nosotros mismos. 

Es un mensaje tan poético como desgarrador y real, el cómo Maruo tiende la mano para que todos nos unamos y dejemos de aislarnos. Que nos dejemos de un falso grupo que se apoya y que margina a los que no cumplen con el cupo entero, la importancia del apoyo mutuo y que nos aceptemos con todas nuestras diferencias y que finalmente seamos uno.

«Midori la nña de las camelias» / © ECC Editorial

Así pues, volvemos a la pregunta inicial: ¿qué es el eroguro? O más bien, ¿realmente esto era todo? ¿El eroguro son simplemente parafilias y violencia gratuita? ¿Maruo sólo narraba por el puro morbo? Puede ser, nunca lo vamos a saber del todo. Es bastante probable que Maruo y otros tantos autores tan sólo quisieran hacer historias que poca gente querría, o más bien podría, leer. Puede que estos únicamente disfrutasen con hacérnoslo pasar mal o que se imaginaran un mundo en el que todos estos tabúes de la sociedad japonesa salieran a la luz. 

Pero no hay que quedarse únicamente con esa idea. Al final del día, y como se ha visto en el breve comentario acerca de la obra concreta de este autor, había unas preocupaciones e inquietudes concretas de estos artistas de hablar de algo más. De hablar del solitario, de lo traumático y temprano que es pasar de repente al mundo de los adultos y de las cosas que ello conlleva. De como si tan sólo no se marginase al marginado, no se abusara de niñas indefensas, o si tan sólo nos ayudásemos entre nosotros quizá este sería un mundo mejor para todos. Después, aunque estos autores hayan inventado estas historias para nosotros introduciendo de por medio conceptos sobrenaturales y absurdos, simplemente están haciendo eco de una realidad que existe aunque ellos no la dibujaran. Y la realidad es más absurda y cruel que cualquier ficción

3 comentarios en “¿Qué es el eroguro? Comentario a Suehiro Maruo

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