Opinión: Kenshin y financiar la obra de un pederasta

El pasado fin de semana tuvo lugar el vigésimo séptimo Salón del Manga de Barcelona, el primero en llevarse a cabo tras el covid. Multitud de visitantes, un gran número de artistas vendiendo sus mejores trabajos, incontables actividades para diversión de los asistentes y, además, un buen puñado de confirmaciones por parte de las editoriales más punteras del sector. Sousou no Frieren, Shônen no Abyss o Yachirin Bitch Club fueron sólo algunos de los nuevos títulos a publicar en nuestras tierras, presentados por Norma Editorial, Milky Way o Panini Cómics, entre otros. Querría por un momento que nos quedásemos con estos últimos. Y es que Panini anunciaron la reedición de Rurōni Kenshin en una nueva versión, derivada de la Bunko japonesa, y que llegará al mercado a principios del año que viene.

Existe un primer problema de base en esto y es que, por un lado, esta edición sustituirá a la Kanzenban, que era la tirada actual con la que Panini estaba serializando Kenshin hasta ahora, de la cual hay más de un tomo completamente agotado y que, por lo tanto, resultará imposible de completar, a partir de ahora, para cualquiera que no esté dispuesto a ceder a la previsible especulación que llegará a Ebay y Wallapop. Pero este no es el pecado más grave que entraña esta reedición, al menos cuando pasamos a hablar directamente en el plano moral.

Nobuhiro Watsuki, autor de Rurōni Kenshin, es un pederasta. Esto no es una calumnia gratuita fruto del enfado o delirio de quien firma este artículo o una acusación infundada. Watsuki fue arrestado por la policía de Tokio a finales de 2017 por posesión de diversos dvds que contenían pornografía infantil. En el consecuente juicio, se declaró culpable y admitió sentirse atraído hacia niñas de escuela elemental y media —que, según el sistema educativo de Japón contemplan edades de entre los 6 y los 15 años, que es cuando pasan a preparatoria— y, por ello, fue condenado.

Kaoru, que no era mayor de edad, y Kenshin, que se acercaba a la treintena. ¿Proyección? /©Shueisha

El delito le salió sorprendentemente barato al mangaka. Apenas medio año de suspensión de su más reciente trabajo, el arco de Hokkaido de Kenshin, y 200.000 yenes de multa, que al cambio de cuando se publica esto equivalen a unos 1500 euros. Tras eso, Shueisha lo reincorporó a su plantilla como si nada hubiese pasado e incluso le hicieron un hermoso homenaje por su cumpleaños este mismo 2021, en forma de mural dedicado, en el que alegremente participaron autores de la talla de Masashi Kishimoto, Takeshi Obata o Hideaki Sorachi. Enternecedor.

Vaya por delante que no creo en un sistema punitivista, pues no veo correcto que el Estado deba privar a un delincuente de su libertad de por vida sin que exista posibilidad alguna de reinserción y redención. Pero también está suficientemente claro que en el caso que nos ocupa no han existido unas consecuencias acordes a la gravedad de lo ocurrido ni, por supuesto, que se haya hecho lo más mínimo por reeducar y reinsertar correctamente en sociedad a una persona que, a fin de cuentas, resulta peligrosa para un colectivo tan indefenso como son las niñas pequeñas.

En lo tocante a Panini, una cosa es continuar publicando hasta el final un manga que ya has acordado, del cual has tramitado los derechos correspondientes en su momento y en el cual has invertido suficiente capital en la impresión de un gran número de tomos, y otra bien distinta es gestionar y anunciar, una vez se conocen los delitos de su autor, una edición totalmente nueva del mismo. También es cierto que las empresas lo que buscan es lucrarse, que aquí nadie nació ayer, y si para eso hay que explotar a los trabajadores de Bangladesh en un régimen rayano en la esclavitud para coser chaquetas de algodón o, como es el caso que nos ocupa, apelar a la nostalgia de los fans de una obra escrita por un pederasta confeso, pues supongo que el dinero sucio sigue siendo dinero legal y sigue engordando las cuentas del banco.

El rostro de un artista, el rostro de un criminal contra la infancia. / ©Okuroku

¿Y la perspectiva del consumidor? Una de las temáticas principales de Kenshin, por irónico que resulte, trata de cómo un ser humano con un pasado atormentado y lleno de pecados puede hacer frente a sus demonios, a todas las manchas y dolor que ha dejado en el mundo, e intentar vivir una vida moralmente correcta, con rectitud. Así que, eh, ¿y lo de separar a la obra del autor? No tiene nada que ver la vida personal de un artista con lo que publique, ¿verdad?.

Siempre me gusta recurrir en estas diatribas a Howard Philips Lovecraft, que muchos conoceréis como creador de los mitos de Cthulhu y autor de narraciones fascinantes como Las Montañas de la Locura o La sombra sobre Innsmouth. El escritor de Providence no sólo era misógino y retrógrado hasta para los estándares de su época, sino que su racismo alcanzaba extremos a todas luces absurdos. Era el tipo de persona que dedicaba sin pensárselo dos veces un poema ofensivo a más no poder a la población afroamericana, dejándolos a la altura de un animal no humano cualquiera. Y pese a ello, trabajos como El que susurra en la oscuridad, que tengo en mi estantería, me parecen buenísimos relatos. ¿Pero sabéis qué? Que Lovecraft lleva muerto más de 80 años. No puede lucrarse de nuestro consumo. No puede seguir perpetrando sus ideas y discursos injustificables desde la tumba. No puede causar más daño a nadie y comprar un libro con su nombre en la portada no financia ningún comportamiento moralmente aberrante o delictivo.

¿Sabéis quién sí que sigue vivo? Nobuhiro Watsuki. Vivo y publicando. Recibiendo homenajes de su editorial y compañeros, como si nada hubiese pasado. Lucrándose gracias a nuestro consumo, como si no hubiese comprado y disfrutado material pornográfico protagonizado por niñas de colegio, maltratadas y obligadas a cometer actos deleznables y asquerosos que probablemente les marcarán psicológicamente de por vida. Watsuki es una persona que ha empleado el dinero obtenido con la publicación y distribución de su obra en productos nacidos del abuso sexual, de la corrupción más grave de menores explotadas. El dinero que ha obtenido gracias a la forma que ha tenido Shueisha de mirar hacia otro lado y, si cabe, blanquear su caso debido a su estatus de autor de renombre y gracias también, porque de nada valdría la codicia de la editorial si los lectores nos plantásemos, a quienes compran Kenshin. El dinero que seguirá obteniendo tras continuar libremente su trabajo y, vistas las exiguas consecuencias por parte de la justicia japonesa y la nula ética demostrada por la editorial que le publica, probablemente seguirá empleando en complacer su oscuro trastorno. Cada persona pone la barra de la moralidad donde decide ponerla. En Futoi Karasu preferimos ponerla por encima de emplear nuestro dinero para satisfacer los deseos de un pederasta.

9 comentarios en “Opinión: Kenshin y financiar la obra de un pederasta

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  8. Tras leer el articulo, creo que estais confundiendo pederasta que es el que ha abusado sexualmente de un menor de edad, con pedofilo que es el que siente atraccion sexual por un menor de edad.

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