Aviso: hay una mención a la violación de una menor en este artículo.
Cuando se menciona Japón en alguna conversación, suele haber dos tipos de personas: los que lo tienen por un país «perfecto» y los que, por el contrario, hablan de aspectos negativos. Aunque no siempre, generalmente, buena parte de esa idealización o demonización de la nación nipona suele estar basada en datos falsos o exagerados. Aunque la idealización pueda parecer que viene desde un lugar de admiración, ambas posturas son en realidad dos caras de una misma moneda.
Empecemos con la idealización. La Real Academia define de esta manera idealizar: «Considerar (algo o a alguien) como un modelo de perfección o como mejor de lo que es en realidad». Esto se produce muchas veces cuando se saca a colación que «en Japón no se roba nunca», «en Japón es todo súperseguro» o cuando se fetichiza a las mujeres japonesas. Pero estos argumentos se suelen desmontar en cuanto buscas algunas estadísticas. Según un estudio realizado con datos obtenidos por la Agencia Nacional de Policía, en 2024 se reportaron 407.911 casos de robos, dentro de los cuales el número de robos de bicicletas denunciados fue de 128.883, suponiendo un 31.6% del total, con lo cual serían el principal objetivo de hurto. Si bien es cierto que comparado con los años anteriores ha descendido bastante —si miramos por ejemplo el número de robos entre los años 2000 y 2010— siguen siendo un número a tener en cuenta. Aunque probablemente no se reporten, los robos de paraguas también son significativos. Cualquiera sabe que como dejes un paraguas transparente de mango blanco en el paragüero de un konbini, dalo por desaparecido para siempre.

Es cierto que la tasa de homicidios es baja, desde 0,23 por cada 100.000 habitantes —comparado con el 0,69 que tiene España—, pero también es importante tener otros datos en cuenta, como el número de agresiones o el de asaltos que se producen. Es por ejemplo un problema actual en Japón la figura del butsukari otoko, que es un término que se utiliza para referirse a los hombres que empujan o golpean «accidentalmente» a las mujeres, de modo que muchas veces las víctimas son mujeres embarazadas o carritos de bebés.
Dentro de la idealización también encontramos el ya mencionado fetiche con las mujeres japonesas, que también es un gran problema. Muchos hombres tienden a pensar que Japón es un paraíso «no woke» donde las mujeres japonesas son sumisas. Este fetichismo de ver a las mujeres japonesas como un objeto sexual con el que cumplir tus fantasías en vez de como lo que son, es decir personas que pueden ser más asertivas o menos, con sus aspiraciones y personalidad propias no es sino una forma de racismo y xenofobia.
Por otro lado, tendemos a encontrar argumentos en contra de Japón, como que es «un nido de pedófilos», o que «por algo las cámaras tienen sonido y hay vagones de tren solo para mujeres», entre otros. Si bien es cierto que la situación de la mujer no es la ideal, por ejemplo el escándalo que hubo con una universidad aceptando a hombres en la carrera de medicina antes que a mujeres que tenían más nota, o que muchas mujeres son empleadas irregulares en comparación a los hombres y encima cobran bastante menos, también tenemos que pararnos a pensar en la situación de la mujer en otros países. Evidentemente hay diferencias en los derechos que tienen en una nación u otra pero se habla de Japón a veces como si fuera el único sitio de la tierra que discrimina a la mujer, o que tiene un problema con la pedofilia.
Hablando de esto último, no se puede negar que Japón tiene unas leyes poco claras e ineficientes con la pornografía infantil, razón por la cual el mangaka de Ruroni Kenshin, Nobuhiro Watsuki, no recibió pena de prisión. Sin embargo, en España también tenemos incidentes preocupantes, como la noticia que se publicó recientemente de un joven absuelto por violar a una niña de 11 años. La cultura del machismo y de la pedofilia desgraciadamente se encuentra en todas partes y ninguna nación está libre de ese problema.
Este acto de poner a un país como lo peor por actos que ocurren también en otros Estados en mayor o menor medida es también un acto de xenofobia. Se puede pensar que surge como reacción a la idealización extrema del país, pero con eso no estás sino perpetuando la misma xenofobia que ocurre al mistificar una nación y ver a su gente como una mente colmena o como un ente ajeno a ti más que como personas individuales con pensamientos propios. Sobre esto también llegamos a divagar una vez en el pasado.
Entonces, ¿qué se puede hacer para evitar caer en cualquiera de estos dos lados de la balanza? Uno de los actos que se puede acometer es investigar sobre el tema, viendo estadísticas o conociendo a la propia gente del país y hablar sobre sus experiencias. O, por su parte, probar un tiempo a vivir ahí, no solo ir de turismo. Si bien estas medidas no son accesibles para todo el mundo, encontrar buenas fuentes de información puede ser un paso en la dirección correcta. Evidentemente puedes elogiar o criticar algo de un país —nadie ni nada está libre de crítica—, pero piensa si ese elogio o crítica está realizada desde una información o fuente legítimos.