El miedo al número de episodios

«Es toda una experiencia ver anime con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo del backlog«, dijo Roy Batty a un muy perdido Rick Deckard, negado a saciar su sed detectivesco con los 74 capítulos de Monster porque «le parecían muchos». Hoy en día, en unos tiempos marcados por las temporadas breves y los cours, estamos acostumbrados a ver entre doce y trece capítulos, con el cuidado cálculo de hacer que acaben en buen puerto sus respectivas tramas, ya sea de manera abierta para la siguiente temporada o con un suspense que deje ganas de más.

Quedan lejanos los días de las temporadas de 51 capítulos y, por su parte, los mayores supervivientes del modelo más longevo de episodios nos han llegado gracias a llevar décadas en antena, con ejemplos tales como One Piece o Detective Conan. Nos adaptamos a un formato estacional que, si bien ayuda a ubicar una serie en el tiempo de manera más efectiva, limita la cantidad de sus episodios a un número específico atado a la parrilla televisiva.

¿Cual de las dos mitades de esta imagen os impone más a vosotros?

Partir una serie en temporadas no es algo poco común, pues llevamos décadas viendo su utilidad, no solo maneja el ritmo de la cantidad de información que transmite la obra, sino que además contribuye a una producción más sana de la misma. No tendría sentido cortar una temporada en medio de un arco argumental sin otra anunciada a futuro y, si pasa, solemos achacarlo a un problema en esta mencionada producción detrás de la serie.

Sin embargo, si una obra logra tener un final, cuando alguien decide empezarla de cero, puede verse abrumado por la cantidad de episodios en total. Si ponemos Mob Psycho 100 de ejemplo, fijándonos en la imagen de arriba, no tiene el mismo impacto decir que dura 37 episodios que tres temporadas. Pese a expresar lo mismo, la filosofía con la que alguien lo enfrenta puede cambiar, haciéndosele más cuesta arriba empezarla con el número total de episodios en mente.

La siempre temáticamente apropiada imagen de One Piece. / ©Toei Animation

Aquí en Futoi Karasu ya hemos hablado de tratar a las obras como fast food cultural, percibimos una fecha límite inexistente cuando el arte se divide en partes, volvemos lo que debería ser un momento de inflexión en una labor semejante a un trabajo, sin tomárnoslo con la calma que merece. Si vamos a un museo, no lo recorremos a paso ligero con tal de poder ver los cuadros lo más rápido posible. Con las series, la consecuencia de esta filosofía suele ser saltarse partes de una franquicia o los episodios «de relleno», aspecto sobre el cual también se hablaba en esta web hace un tiempo. La velocidad a la cual la cultura y la forma en que nos acercamos a ella lleva acelerándose durante el siglo XXI nos abruma hasta el punto de convertir nuestro backlog en una lista de tareas.

No obstante, este miedo a trivializar las series basado en su duración es meramente autoimpuesto. Existe más de un método para paliarlo y aprender a disfrutar de las cosas sin importar cuánto nos lleve acabarlas. Entre estas prácticas, la más simple sería experimentar la serie según lo que adapta, sea un manga o novela, pues al leer disponemos de otro ritmo más ajustado a nuestra preferencia, en lugar de estar sujetos a los estándares 24 minutos de un episodio de anime. Cabe destacar que este remedio no es el más efectivo, pues una adaptación nunca será una copia a escala 1:1 de la obra original y dispondrá de su propio encanto y méritos, pero sirve como unos sólidos primeros pasos al acostumbrarse a disfrutar del viaje que una longeva historia supone.

Cuando quiero traer Blue Period a la pijamada pero mi amiga quiere ver Orange / ©Gainax, Tatsunoko Production

Racionalizar lo que se ve también es un remedio más que válido para hacerle frente a ese temido gran número de episodios, autoimponerse un ritmo para ver las cosas. No olvidemos que, cuando se emiten, los espectadores las siguen semana a semana y nosotros, aun finalizada, no tenemos nada que nos prohíba seguir este mismo formato semanal salvo nuestra propia prisa. Para hacer más leve esta espera, siempre puede contarse con compartir la experiencia de verla, ya sea con otros fans de la misma o viéndola en compañía de gente para poder descubrir todo lo que ofrece la obra al mismo tiempo, crear una rutina que recompense tomárselo con calma.

Vivir en la acelerada sociedad contemporánea no es fácil, la cultura espera que estemos al día con todo lo popular y la información fluye a borbotones en nuestras pantallas y calles, por lo que resulta casi imposible tomarnos nuestro tiempo para sentarnos a disfrutar de algo. Pero depende de nosotros el cómo afrontar la odisea que puede resultarnos un número superior a 26. Recordad, la cima de la montaña no sería lo mismo sin la escalada hacia ella.

Deja un comentario