Babymetal existe desde 2010, cuando el productor y compositor Kei Kobayashi decidió rescatar a la por entonces preadolescente Suzuka Nakamoto de esa trituradora de talentos llamada Sakura Gakuin y darle una banda spin-off centrada en ofrecer un sonido heavy metal, pero no fue hasta cuatro años después que el proyecto se convirtió en una propuesta autónoma y presentó al mundo su trabajo debut, un disco de título homónimo repleto de ambición. Los prejuicios no se hicieron esperar, especialmente en Occidente. Qué podían saber unas niñas japonesas de apenas quince años sobre el auténtico metal, decían las malas lenguas, no era más que una moda pasajera. Tres lustros después, el tiempo, el esfuerzo, la constancia y, sobre todo, varios álbumes de una calidad tan categórica como Metal Resistance —2016— o Metal Galaxy —2019— han demostrado hasta al más receloso que Babymetal era y es un intento valiente y refrescante de actualizar el heavy metal mezclándolo con melodías j-pop, letras cercanas y coreografías idol, musicalmente intachable y que ha conseguido convertirse en uno de los pilares comerciales del género en la actualidad. De hecho, cuentan con el aval del mismísimo Rob Halford de Judas Priest y a lo largo de los años han colaborado con artistas tan reputados dentro de la escena como Sabaton, Polyphia o Tom Morello de Rage Against the Machine.
Pese a que hacía menos de dos años que habían visitado la península, el estreno venidero de su próximo álbum, Metal Forth, programado para este verano, fue la excusa perfecta para una nueva gira internacional con paradas en Madrid y Barcelona. Su-metal, Moametal y Momometal actuarían junto a su habitual Kami Band —por la que han pasado previamente instrumentistas como Leda Cygnus, de Galneryus o Takayoshi Ohmura, de Uroboros— y contarían con Bambie Thug y Poppy como respectivas teloneras.

Hordas de fans se acumularon en los alrededores del Palacio Vistalegre Arena la tarde del domingo bajo un sol que, a estas alturas del año, comenzaba a amenazar con pasar factura a todo aquel que pasase más de la cuenta en cualquier zona de las filas de entrada que careciese de sombra. Las puertas se abrieron con puntualidad y, tras el periodo de acomodo de rigor, Bambie Thug abrió la jornada musical. Declarade como persona no binaria y activista notable en favor de los derechos LGBT, también ostenta el noble mérito de haber conseguido el mayor número de puntos para Irlanda en Eurovisión en los últimos 25 años, tras su actuación en el Festival de la Canción del pasado 2024. Musicalmente hablando, su electropop oscuro y distorsionado es demasiado irregular, más allá de algunos temas concretos como Doomsday Blue o Careless, que sí llegan a funcionar, pero Bambie no tardó en meterse al público en el bolsillo pese a su austero set con su honestidad provocadora, sus enérgicos bailarines acompañantes y su arrolladora personalidad —en un movimiento arriesgado llegó a enarbolar simultáneamente una bandera trans y otra del Estado de Palestina, ganándose la merecida ovación del respetable—.
Por su lado, a Poppy la esperaban como agua de mayo todos los nuevos fans que ha ido acumulando desde su asalto al mainstream estadounidense, donde ya se la considera una especie de princesa del pop metal, pero a su actuación le costó demasiado conectar con los asistentes, más allá de sus seguidores más acérrimos. La actitud extremadamente distante con el público, un trabajo de iluminación y de sonido inexplicables para un concierto profesional y, lo que es más grave, un porcentaje indecoroso de voces pregrabadas terminaron por hacer que más de uno y más de dos terminasen por mirar el reloj. Tampoco ayudó que se fuese de malos modos del escenario tras su última canción y que, tiempo después, tampoco apareciese sobre la tarima para cantar con Babymetal From me to u, tema en el que colaboran y en el que, en consecuencia, tuvieron que sustituir su voz por un playback.
Fue comenzar las primeras notas de Babymetal DEATH, aparecer las niponas y todo el Vistalegre Arena se vino abajo. Que el siguiente tema, despachado sin descanso tras la introducción, fuese Megitsune fue toda una declaración de intenciones. El trío venía a no dejar títere con cabeza, a poner patas arriba Madrid y a conquistar a cualquier incrédulo que pudiese quedar. La Kami Band tocaba a la velocidad del relámpago, con la técnica de los prodigios y sonaba como un trueno, mientras Moa y Momo demostraban una vez más ser las escuderas perfectas para una Suzuka en estado de gracia. Si algo se podía afear al trabajadísimo espectáculo de luces, colores y estridencias y a sus niveles de producción superlativos era que todo parecía medido al milímetro y no había ni un segundo para la espontaneidad o improvisación. Pero así ha sido siempre el show de Babymetal, un desenfreno audiovisual donde cada movimiento, cada nota y hasta cada sonrisa llevan una cuidadísima planificación de antemano y un esfuerzo enorme que queda siempre patente.

Pronto siguieron con la genial Pa Pa Ya!!, las coreografías de BxMxC y, tras un par de breves solos de la Kami Band, la hipnótica METALI, que contó con la presencia virtual de Tom Morello en la guitarra, proyectado en las pantallas posteriores. Gran parte de las canciones de Metal Forth son colaboraciones de carácter internacional, pero nada detuvo a la banda de sacarlas adelante en su directo con las partes ajenas presentadas en formato pregrabado. Así lo hicieron con Kon! Kon! —con la banda india de nu-metal Blodywood, con quienes ya colaboraron previamente en Bekhauf— y una estupenda Song 3, de la que acaban de estrenar videoclip, en la que los rusos Slaughter to Prevail demuestran toda su potencia y que todo el mundo coreó hasta dejarse la voz.
La cumbre del concierto, no obstante, comenzó con el riff de Headbangeeeeerrrrr!!!!!, uno de los primeros pelotazos que auparon en su día a la banda a la relevancia mundial. El público estaba para entonces completamente entregado y no pocos terminaron con agujetas al día siguiente de agitar violentamente la cabeza al ritmo marcado por las integrantes del grupo. La reciente RATATATA, colaboración con la banda más graciosa del metalcore, Electric Callboy, subió aún más las revoluciones, con sus arreglos electrónicos, sus estrofas guturales y unos estribillos tan buenos que resulta imposible que no se te metan en la cabeza. Y, como guinda del pastel, Gimme Chocolate!!, un temazo sideral que, lejos de resultar carne de meme como amenazó en su día, se ha terminado convirtiendo en una de las canciones del género más queridas de las últimas décadas.
Quedaba tiempo para un breve encore que, tras la antológica tríada previa, casi supo a poco. Y no es que From me to u —a la que, recordemos, Poppy no quiso acudir— o, especialmente, Karate —en la que invitaron a todo el público a iluminar el recinto con las linternas de sus móviles, recuperando ese tan clásico como astuto movimiento de arena rock—, sean precisamente malas canciones. Simplemente, el listón estaba ya demasiado alto como para ser superado. La despedida definitiva llegó con Road of Resistance, tras poco más de una hora de desenfreno, talento y buen heavy metal. Sólo el tiempo nos dirá hasta dónde puede llegar la carrera de Babymetal. Quizás terminen por desaparecer, apagada su mecha tras performances agotadoras y giras eternas alrededor del globo. Quizás, por otro lado, el caprichoso Dios Zorro siga tejiendo los hilos del destino y dentro de otros 15 años podamos hablar de las niponas como el más inesperado grupo que se consiguió sentar en la mesa de las leyendas del metal, entre Iron Maiden y Judas Priest.