
Sin dejar de lado el humor y la cotidianidad característica de los slice of life, Rokuhoudo Yotsuiro Biyori nos transporta a un pequeño restaurante regentado por cuatro muchachos que encuentran su propósito y alegría en servir comida rica a sus comensales.
Como muchos otros de su género, Rokuhoudo gira en torno a una cafetería especializada en servir comida y postres típicos japoneses manteniendo la tradición tanto en el ambiente, la decoración, los uniformes y en los sabores. A lo largo de los capítulos, vemos cómo nuestros protagonistas interactúan entre sí, se compenetran y se complementan y podemos observar cómo siempre pueden contar los unos con los otros. Descubrimos también que lo que los mantiene unidos de esa manera, es el amor que sienten por el local.
Es innegable que el principal atractivo de esta serie es que no hay protagonista que no nos resulte poco atractivo y aquí tenemos cuatro muchachos cuya única pasión en la vida es dedicarse a servir comida rica y hacer felices a los comensales que entran en el restaurante.

Rokuhoudo nace con la intención de mantener vivo el espíritu de la tradición. En una obra visual de apenas trece capítulos nos metemos de lleno en el día de nuestros cuatro protagonistas. Sui, Tokitaka, Tsubaki y Gregorio no podrían venir de ambientes más diferentes y es magnética la forma que tienen de unirse en un centro tan específico como es el de la comida.
Sin embargo, la intriga se cierne sobre la trama cuando podemos observar que acecha un conflicto. Y es que uno podría preguntarse lo siguiente, a partir de lo que comentábamos en el párrafo anterior: ¿Qué tradición salvaguarda esta serie y de quién o quiénes es? ¿Qué es exactamente lo que se quiere conservar? Los orígenes de nuestra historia se remontan a cuando el gerente (Sui) era un niño y pasaba las tardes en la cafetería de su abuelo. Podéis imaginaros que esta era, en efecto, el Rokuhoudo.
También descubrimos que Sui tiene un hermano gemelo con el que se lleva a las mil maravillas y que ambos son el orgullo de su abuelo. No discuten nunca, son capaces de solucionar sus conflictos de formas muy imaginativas, siempre están juntos y, en ese momento, comparten el amor por el local. Sin embargo, todo esto se desvanece cuando Sui, ya en el instituto, le dice a su hermano que su sueño es heredar el negocio familiar y mantener viva la tradición de la preparación del té de su abuelo, que le encantaría continuar con el legado y hacer felices a las personas que acudieran a su restaurante. Por algún motivo que no queda claro, a su gemelo no le gusta esa idea, deja caer su vaso de té por la sorpresa que le provoca la noticia y se marcha diciéndole que no va a volver a ese lugar jamás. Y así, el vaso hecho añicos queda como recuerdo imborrable de aquella fatídica tarde.
Comprendemos entonces que nuestro protagonista ha cumplido su promesa, ya que vemos a un Sui adulto regentando el local de su difunto abuelo y lamentando haber perdido contacto con su hermano, quien ahora es el director de uno de los hoteles más lujosos de la ciudad —que también se da la casualidad que era propiedad de sus padres—. Por lo tanto, tal vez adrede o por mera casualidad, ambos hermanos se han hecho cargo de los negocios familiares y a su manera, han conseguido crear espacios amables en los que las personas acuden para olvidarse del ajetreo diario.

Estructurado en trece capítulos y cada uno con sus particulares subtramas, esta serie nos muestra cómo la vida diaria de nuestros protagonistas se entrelaza con la de sus clientes. Vemos reflejada una realidad muy palpable, por ejemplo, en el capítulo en el que el proveedor de té tiene que cerrar porque las personas prefieren usar bolsitas filtrantes en vez de té a granel. El negocio no va bien y al igual que él, muchos negocios tradicionales cierran sus puertas. Vemos subtramas románticas, tristes, se abordan temas de bullying y separación, pero siempre en torno a una buena taza de café, té o un postre hecho especialmente para la ocasión.
Todo esto hace que nos demos cuenta de la importancia de formar comunidad, de relacionarse con el entorno, de mantener vivas tradiciones que, en post de la modernidad, hemos dejado olvidadas por considerarlas anticuadas. Esta serie nos recuerda que muchas veces basta con parar, tomarse un café, quedar con los amigos, volver a ver a la familia con la que perdimos contacto hace tiempo, sentarse un momento a respirar y observar el mundo que nos rodea y disfrutar de los pequeños placeres de la vida.