Nostalgia, música y amor en Slow Motion

La adolescencia es una etapa compleja para muchos jóvenes, no es ningún descubrimiento. Tu cuerpo cambia, tus responsabilidades cambian, la forma en la que otros te perciben cambia y, a menudo, todo tu entorno cambia. Cada uno va encontrando su hueco entre los grupos que se forman y la inseguridad de no encajar presiona a muchos a esconder sus verdaderos gustos para evitar un posible ridículo. Aunque en los últimos años las aficiones frikis se han ido normalizando, muchos aún pueden recordar cómo ser considerado friki suponía estar dentro de un grupo casi apartado en clase.

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Ootaki es un chico popular y con amigos en Slow Motion wo Mō ichido, sin embargo, oculta un secreto: es un friki de la cultura pop de los años 80. En su clase incluso vocaloid se considera pasado de moda, por lo que esconder sus gustos ochenteros es la mejor opción para integrarse. Una vez en la soledad de su habitación puede dedicarse a escuchar a Akina Nakamori, leer revistas antiguas de su madre y ver grabaciones de programas antiguos. De repente, su mundo cambia al descubrir que Yakushimaru, una chica de su clase, también comparte su afición por los 80.

La nostalgia por los años 80 no es algo nuevo ni único en un pequeño grupo de jóvenes en Japón. Más allá de idealizaciones poco realistas sobre la situación social que se viviese y la nostalgia de aquellos que vivieron su infancia entonces, la atracción por la cultura popular de esta década se ha traducido en series enormemente populares como Stranger Things o los interminables remakes de películas ochenteras. La nostalgia de la era Showa en Japón se ha extendido mucho desde hace años, pero gracias a la popularidad del city pop esta también ha llegado a otros países.

Todo el mundo conoce ya estas imágenes / ©Warner Music Japan

El city pop ha hecho conocer internacionalmente a artistas como Ootaki Eiichi, Yumi Matsutoya, Miki Matsubara o Takeuchi Mariya, cuyo Plastic Love se hizo muy popular fuera de Japón tras la producción de un nuevo videoclip en 2021. Otras artistas como Shokotan o Kumi Koda ya hicieron discos versionando canciones populares de la época. A raíz del auge del city pop, el kayokyoku y el pop japonés de las idols de los 80 también se hizo popular, a menudo confundiéndose unos géneros con otros. No obstante la nostalgia por la era Showa no sólo se reduce a la música en Japón, existiendo una afición enorme por imitar su moda, coleccionar revistas, juegos y objetos tecnológicos de la década.

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Ootaki, nuestro protagonista, experimenta por primera vez ese vuelco al corazón que te da cuando te das cuenta de que tus gustos no son tan extraños. Con insistencia intenta acercarse a ella y ser su amigo, a lo que Yakushimaru se cierra en un inicio. Se inicia una historia de amor inocente, llena de encanto y no exenta de problemas en su desarrollo. Yakushimaru es una chica tímida y solitaria que brilla cuando canta sus canciones favoritas o se viste con la ropa que le gusta fuera de clase, prueba de la confianza y personalidad que rebosa al poder disfrutar de sus aficiones sin sentirse juzgada.

Y si bien es bonito disfrutar de dos jóvenes enamorándose y ganando confianza a través de sus aficiones, el manga también te hace interesarte más por el encanto que pueden guardar estas. Su título hace referencia a la canción Slow Motion de Akina Nakamori y casi cada título de los capítulos hace referencia a una nueva canción, invitando a ponerle banda sonora a tu lectura, así como el arte del dibujo rememora el estilo de la década y cada detallito te enseña algo nuevo. Incluso los nombres de los protagonistas hacen referencia a dos artistas: Ootaki Eiikichi y Hiroko Yakushimaru.

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Además, para aquellos más frikis, las referencias a series de la década como el tokusatsu Sukeban Deka y el manga City Hunter están muy presentes en toda la obra. Está bien tomar nota también de los lugares emblemáticos de Japón para los fanáticos más atentos como el Marubell, las explicaciones detalladas sobre la moda de la época o incluso discusiones de las rivalidades entre sus idols. La atmósfera ochentera te envuelve por completo de principio a fin.

El famoso beso en City Hunter / ©Shogakukan ©Shūeisha

A lo largo de la historia, ambos personajes buscan constantemente la compañía del otro, aún manteniendo sus aficiones como un pequeño secreto entre ellos, pero esto acaba resultando solitario para Ootaki. Mientras más se abre a Yakushimaru y ambos acaban conociendo a más jóvenes iguales que ellos, siente cada vez más como no encaja con sus amistades de clase. Su verdadera personalidad choca con la falsa y siente cada vez más ganas de poder mostrarse tal y como es.

Yakushimaru, sin embargo, tiene un pasado triste que le impide abrirse totalmente a los demás. Para ella, su afición significa refugiarse en la nostalgia del pasado para evitar el dolor del presente, a diferencia de cómo la disfruta Ootaki. No es algo poco común entre la gente, pero sí en parte peligroso. El manga insiste en cómo es importante disfrutar de tus intereses también compartiéndolos con los demás y disfrutando de tu presente, sin aislarse, porque es posible ser tú mismo y ser feliz a la vez.

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Y es que, realmente, todos hemos sido Ootaki y Yakushimaru en la adolescencia. Algunos nunca llegamos a salir del caparazón hasta que llegamos a la adultez y es entonces cuando mostramos nuestro verdadero yo y disfrutamos libremente de nuestros gustos. Porque sí, abrirnos a los demás y compartir nuestros gustos sin vergüenza nos hace más felices y más completos. Quizás todos nuestros miedos no tenían sentido o, una vez los enfrentas, te das cuenta de que no tenían la importancia que les dábamos.

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Un comentario en “Nostalgia, música y amor en Slow Motion

  1. Este manga significa mucho para mi, me cogió en una época donde todo el mundo me había abandonado y dejado a pudrirme en una completa soledad. Sin embargo, aunque me reconfortó, mi entorno no acompañó. De hecho sigo algo retraído a la hora de conocer gente que disfrute de Enka o Kayōkyoku, las posibilidades son muy bajas en mi entorno.

    Me gusta mucho ver que alguien (Y encima hispanohablante) sigue reconociendo esta serie años después de terminar la publicación. Kanou Rie hizo un trabajo excelente con las ilustraciones y los diseños de personaje.

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