Cuando se busca relacionar España con el anime o con Japón, muchas personas piensan que esta conexión es algo reciente y del siglo XXI. La proliferación de locales de comida asiática y la expansión de la estética oriental en diversos ámbitos, como la moda más generalista, son dos de los infinitos indicadores de la extensión de la cultura del país del sol naciente en los diversos ámbitos de la sociedad de numerosos lugares hoy en día. Sin embargo, la realidad es que, al menos en España, Japón lleva ya mucho tiempo ocupando un lugar en el día a día de nuestra sociedad.
Si se le pregunta a una persona adulta sobre las series de dibujos que seguía en su infancia, el escenario más común es que acabe respondiendo un anime, aunque esta persona no sea consciente de que esa serie se encuadre dentro de este. Producciones como Heidi o Marco, las cuales definieron la infancia de generaciones enteras de españoles desde el estreno de ambas en la década de los 70, son un exponente perfecto de animes producidos por estudios japoneses que llegaron a todos los hogares españoles. Sin embargo, debido a la ambientación de ambas series, mucha gente no las llega a percibir como un anime convencional a día de hoy y simplemente relacionan el estilo de dibujo con algo típico de la época. También está el hecho de que, para muchas personas, es inimaginable el hecho de que un estudio japonés se inspire en paisajes europeos o libros tradicionales suizos e italianos para crear historias.

Sin embargo, si recordamos otras producciones, estas inspiraciones europeas para crear historias no se reducen a países de los Alpes. En 1980 se estrenó un anime producido por Nippon Animation con la productora española BRB Internacional, asociada con Televisión Española: Ruy, el pequeño Cid. Una vez más, aunque se trate de una trama tremendamente patria, la encargada de llevar a cabo la realización de este anime fue una empresa japonesa, cuyo estilo de animación seguía la estética de las series populares del momento como Marco y Heidi.
El hecho de que Japón buscase realizar series animadas que exportar a otros países concuerda bastante con la estrategia de externalización de su imagen que siguieron después de los grandes conflictos de la historia moderna. De esta forma, la concepción internacional del país cambiaría poco a poco, pero de forma consistente, y se presentaría al mundo como el origen de productos capaces de proporcionar divertimento a todos los miembros de una familia mediante diferentes medios. Sin embargo, el interés de establecer relaciones internacionales con el país del sol naciente era también mutuo —pues esta nación estaba en plena reconstrucción e inminente esplendor económico—, por lo que muchos países buscaron ganarse el afecto también de sus habitantes.
En el año 2005 se celebró la Exposición Universal de Aichi, en la cual participaron 121 países y cuatro delegaciones internacionales, con una previsión inicial de 15 millones de visitantes —que fue ampliamente superada—. Dentro de los países participantes se encontraba España, por lo que la presión de presentar algo que hiciese destacar al país de entre todos los participantes era elevada. Al hacer balance de la situación, y al llegar a la conclusión de que esta era una gran oportunidad para presentar la riqueza cultural de este, la Sociedad Estatal para Exposiciones Internacionales convocó un concurso abierto que tenía como objetivo subvencionar un producto capaz acercar la cultura y la realidad de España a la sociedad japonesa. El resultado de dicho concurso fue la creación de una película dirigida por Baltasar Pedrosa Clavero y producida por el estudio Filmax Animation: Gisaku.

Esta película, de 78 minutos, fue la primera en Europa en ser realizada bajo la estética del anime japonés, dato que fue de gran importancia en la campaña de marketing de dicha producción. Gracias a su argumento y estética, suponía un producto susceptible de funcionar tanto en la sociedad española como en la japonesa, que mostraba la imagen y escenarios de España de una forma moderna y diferente. Finalmente se presentó oficialmente con doblaje en japonés en el pabellón de la exposición anteriormente mencionada, mientras su estreno oficial tuvo lugar en un festival de cine español en Tokio el 21 de septiembre de 2005. El lanzamiento en nuestro país tuvo lugar más tarde, pues llegó al mercado el 17 de marzo de 2006.
El hecho de que esta producción quede tan relativamente atrás en el tiempo no quita que no haya documentos o material sobre la misma para analizar. Tanto el tráiler como la película entera en español están disponibles en YouTube, al igual que el documental de su making of y varios storyboards. Por otra parte, también se distribuyeron DVDs con la película en todas las lenguas disponibles y también se comercializó un híbrido entre cómic y manga que usaba frames de la película como viñetas para contar la historia.
Gisaku: una aventura animada estereotípica ambientada en un tour por España
Aunque pueda sonar distópico, el planteamiento de esta película sirve totalmente para su finalidad inicial, pues se expone un hecho real que demuestra la antigüedad de la relación entre Japón y España: la primera expedición de la embajada japonesa a nuestro país y al Vaticano. Sin embargo, los motivos para que el protagonista realice este viaje se pervierten un poco en la cinta.

La puerta que une el mundo de los humanos con el de los demonios se ha abierto en Japón en el 1620 y el Rey demonio Gorkan busca su apertura permanente para poder invadir el mundo humano con sus huestes. La única posibilidad de triunfo es usar la llave de Izanagi para sellar el portal y que este no vuelva a abrirse, por lo que un grupo de samuráis le planta cara y Yohei, el último en pie de su escuadrón, logra derrotarlo milagrosamente al despojarle de sus poderes demoníacos y dejarlo aislado en el mundo humano —pues aunque su perro demoníaco, Gisaku, también se ha quedado, este ha mutado a un pequeño cachorrito que le ha cogido cariño al samurái—. En el proceso, la llave de Izanagi queda fragmentada y Yohei decide embarcarse en una expedición de la embajada para, en vez de volver a Japón, quedarse en España y esconder los pedazos de la llave, manteniéndolos así a salvo de Gorkan y sus secuaces. A su vez, Yohei entra en un letargo espiritual y, cuando el portal esté a punto de abrirse de nuevo, podrá recuperar los fragmentos de la llave de sus escondites para poder volver a cerrar el portal definitivamente.
Lo curioso es que este argumento es la excusa perfecta para poder incluir muchos elementos culturales españoles de forma «orgánica». Casualmente, el samurái eligió las catacumbas de un museo para sumirse en su letargo, llenas de obras de arte romanas y arquitectura musulmana. Cuando sale, se sorprende por el estado actual de Sevilla, y Ricky, un niño huérfano con el que se encuentra en esos túneles, le comenta que la ciudad está en esa situación «desde la Exposición Universal de 1992». A continuación, el samurái intenta enfrentarse a lo que él cree que es un dragón, aunque Ricky intenta detenerlo gritándole que se trata de un AVE. Estas son solo pequeñas muestras de que la película no estaba tan centrada en crear una historia interesante o unos personajes profundos, sino un producto que cumpla unos objetivos concretos, como vender la cultura material e inmaterial de España: AVE, sonidos de flamenco, explicaciones sobre la gastronomía española, cortadores de jamón, menciones al conde de Lemos, Cervantes, El Quijote, el hecho de que España es el octavo país industrial del mundo y el segundo consumidor de pescado —solo por detrás de Japón—, la hospitalidad española… Todo esto en apenas los quince minutos iniciales de la película, de los cuales están desarrollados en España los ocho últimos.
Es muy curioso ver, desde una perspectiva española, cómo estos elementos y escenarios que se consideran habituales y cotidianos en nuestro país son presentados como innovadores o sorprendentes para el espectador. Esta publicidad encubierta es uno de los aspectos que, con perspectiva actual, más gracia pueden provocar si alguien se decide a ver la película.
Realización de la película: un vistazo al pasado a través de su making of
Una realidad que podemos aprovechar en la actualidad del hecho de que este filme estuvo subvencionado y supuso un producto cultural tremendamente potente en España es que su proceso de creación está documentado en un «así se hizo», subido a YouTube a disposición de cualquier persona interesada. En él, se comentan ciertos aspectos del desarrollo de una producción audiovisual animada que pueden chocar con el estado actual de la industria y que arrojan algo de luz sobre las particularidades de esta película.
En lo que se refiere al apartado técnico, han pretendido hacer «un híbrido entre la animación tradicional y las técnicas más innovadoras de la época usadas en la animación japonesa». Todos los personajes están animados a mano y con una alternancia de movimientos rápidos y cuadros de impacto fijos en las peleas, mientras que los vehículos se han animado con técnicas 3D. En lo que se refiere a escenarios, han tenido que buscar el equilibrio entre reflejar la realidad arquitectónica de España —tanto sus edificios más cotidianos como insignias arquitectónicas, como la catedral de Santiago de Compostela o el Maremagnum de Barcelona— y un estilo atractivo en el que la acción pueda desarrollarse sin desentonar.

El documental también nos da una visión al pasado de lo que suponía realizar una película de animación en la época. Junto a numerosas hojas de diseños de personaje colgadas en la pared, tanto a color como diferentes perspectivas de detalles, se muestran imágenes de cómo los medios más analógicos, como mesas de luz, papeles superpuestos o fondos detallados para determinadas escenas hechos con acuarelas, se combinaban con elementos y técnicas consideradas por aquel entonces lo último de lo último, con escaneados y coloreados digitales en capas para llegar a conseguir el metraje de esta película, todo realizado en ordenadores muchísimo más grandes que cualquier PC actual y también menos potentes que el portátil actual más ordinario.
Este pequeño viaje al pasado también nos ofrece un breve vistazo al proceso de doblaje más tradicional. Si bien en Futoi Karasu ya os habíamos proporcionado un vistazo a la industria del doblaje actual, en este documental también podemos ver el proceso real de cómo los actores de doblaje compartían sala para realizar algunas escenas, siempre aconsejados por el director de doblaje y supervisados por el director general de la cinta. A su vez, se puede ver en un plano que el impreso del diálogo ya está dividido por takes, en el que además se perciben las anotaciones de los profesionales para ajustar correctamente los diálogos a los planos, el movimiento de las bocas de los personajes y el momento exacto donde dar énfasis al discurso.
Conclusiones: un susurro del pasado
El objetivo de este artículo no es entrar en un análisis detallado de la cinta ni la construcción de personajes, pues sería un poco pedirle peras al olmo. No se puede negar que, si quizás se hubiese presentado un desarrollo de historia más orgánico y un elenco de personajes mejor construidos, esta película podría haber triunfado más en los cines generalistas y no habría caído en el olvido para tanta gente. Su producción tenía una fecha límite, por lo que en 20 meses apenas tuvieron el tiempo necesario para poder convertir esta película en algo más que en un anuncio con peleas de por medio. Es algo tremendamente triste, pues la escasa planificación de las organizaciones involucradas y la poca honestidad en los plazos acabó convirtiendo una oportunidad de hacer un producto de culto con una relevancia importantísima para la animación española en el anuncio de la cultura española más largo que se ha visto nunca. Pero bueno, por lo menos, se llevó una nominación a los Goya a mejor película de animación en 2006.
Gisaku supuso una apuesta. Una apuesta por demostrar que en España podíamos generar un producto que moviese tantas masas como el anime japonés y que difundiese la cultura española tan sutilmente como lo hace este. Sin embargo, la sutilidad fue lo que falló; quizás por su finalidad inicial se prefirió un enfoque mucho más agresivo, lo que acabó tornando esta película en un spot publicitario de 70 minutos, pero el potencial y el talento estaban ahí. Afortunadamente, en la actualidad, la animación española ha sido capaz de reinventarse y adquirir un cariz propio y rompedor que le ha ganado su lugar en las más altas esferas cineastas. Si bien para este fin se tuvo que renunciar parcialmente a la estética anime tan particular que buscaba el director de Gisaku, a día de hoy multitud de artistas españoles triunfan en producciones de este cariz —como el aclamado Abel Góngora, director de, entre otras obras, el opening de DanDaDan y el anime de Scott Pilgrim da el salto—.
Viendo que talento hay, quizás la culpa recaiga más en las administraciones públicas y su conexión meramente superficial con la realidad cultural de su país. Si ya en 2005 se dan estos resultados, casi 20 años después la situación en algunos aspectos sigue dejando mucho que desear. Al encontrarme con el DVD de esta cinta en un anticuario, pude ver que esta producción contaba con doblaje al gallego; a día de hoy, dudo que esta realidad se hubiese materializado, gracias a la gestión cultural y de política lingüística de la Xunta.

De nuevo, y como conclusión, la visualización de esta cinta y su documental es un viaje recomendable si sabes lo que te espera. Su trama, personajes o animación no suponen una experiencia rompedora, sino más bien el pequeño vistazo a las expectativas y medios de la sociedad de aquel entonces. Aunque, por otra parte, la trama de Gisaku deja una línea narrativa a una secuela, así que quién sabe si en un futuro algún estudio se anima a rescatar esta historia para realizar una segunda parte, esta vez sin exigencias de marketing ni plazos imposibles.