El refranero popular ya nos lo dice, y es que no hay mayor ciego que el que no quiere ver. Pero esto no es un hecho aislado en los círculos de fanáticos del anime, pues durante años el movimiento feminista y el LGBT ha estado luchando contra los mismos argumentos cíclicos y desfasados en pos de mejorar una imagen pública mermada por artificios tan sutilmente desarrollados —nótese aquí el sarcasmo— como una imagen de dos enchufes seguida de una frase similar a «Así no funciona, ¿no? Pues el ser humano tampoco». Ahora, dejando de lado los extensos conocimientos sobre sexualidad del señor que creó la imagen con Paint en un ordenador de hace quince años y que pensó que había logrado revolucionar la institución del matrimonio, esto es extrapolable a la mayoría de ambientes que vamos a pisar a lo largo de nuestra vida. No vamos a comenzar diciendo que el diálogo es una herramienta fútil, pero nos gustaría adentrarnos un poco más.
Corre el año 1995 y las televisiones niponas se ven sacudidas por el gigante cultural también conocido como Neon Genesis Evangelion. Los robots y la simbología cristiana inundan las pequeñas pantallas y los cerebros de miles de personas, la masculinidad de un adolescente de catorce años es cuestionada a lo ancho y largo del país y lo seguirá siendo muchos años después. Pero el público tendría pronto un tema candente más por el que discutir realizando un trabajo sisífico y eso no sería ni más ni menos que la existencia de Kaworu Nagisa y su relación, íntima o no, con Shinji Ikari. Tal impacto causó en la sociedad global, ya nos vamos expandiendo, que no solo seguimos recibiendo claras alusiones a su personaje, sino que es altamente probable que a lo largo de nuestro crecimiento como seres humanos sociales en la red nos hayamos cruzado con debates entre estatuas inamovibles sobre la validez de lo que vemos en pantalla como sentimientos verdaderos. Ríos de tinta virtual han corrido sobre las diversas pesquisas y momentos que apoyaban la versión de que Kaworu estaba realmente enamorado de Shinji. Por nombrar algunas, sin realizar una exhaustiva búsqueda previa, ya que han quedado marcadas en nuestra conciencia colectiva, tenemos los anillos de compromiso basados en la pareja, todo el contenido de Evangelion: 3.0 You Can (Not) Redo, su ruta en aquellos juegos de Evangelion que posiblemente nadie haya jugado de manera seria y numerosos artes oficiales.

Sin embargo, nada de esto parece importar más allá de los círculos que sí se identifican con ellos o aquellas personas que aceptan esta lectura. Oficialmente no hemos recibido más que pistas en guías oficiales, que siguen sin ser un producto generalizable porque al final es un sucedáneo, o incluso en comentarios de la gente relacionada a la serie. Así pues, se abren las preguntas óptimas para demostrar si una ship es canonizable: ¿Se han declarado? ¿Se han besado? ¿Aseguran tener una relación de pareja? Bajo esos términos, valoremos si KawoShin podría ser una pareja canon. ¿Se han declarado? Técnicamente Kaworu le dijo a Shinji que quizás había nacido para conocerle, pero ya que es un quizás y solo lo dijo Kaworu, desestimémosla. ¿Se han besado? Sí, en el manga, pero era una acción bondadosa de Kaworu para que Shinji no hiperventilase, por lo cual otra al hoyo. ¿Aseguran ser pareja? Difícilmente valorable, nunca lo han dicho explícitamente en pantalla y con todas las sílabas: pa-re-ja. Y, ¿quién sabe si no era un mero acto de compañerismo? ¿Debe ser todo un pretexto para añadir un subtexto homosexual? Evitemos emitir juicio por ahora y pasemos al siguiente ejemplo.
Adelantándonos unos años, sin necesariamente dar a entender que no sucediese más o menos veces, ni que no pasase antes ni después. Ahora estamos en 2016, otro increíble fenómeno sacudirá los cimientos de la industria del anime. No solo disparará —presuntamente— el turismo en la Ciudad Condal y desatará el incidente que hará incurrir a MAPPA en un malgasto de sus fondos y una presunta explotación laboral y de los derechos de los trabajadores, sino que dará lugar a uno de los eventos más importantes para el formato blue-ray, que lo compre más gente de la que posée lectores del mismo. Nuestros lectores más sazonados habrán ya averiguado que estamos hablando de Yuri on Ice!!, el indudable fenómeno del anime spokon que consiguió que incluso los mismos deportistas se involucrasen completamente durante su emisión. En la consciencia popular aún siguen presentes los capítulos de la serie y el seísmo cultural que ocasionó en redes sociales como Tumblr y Twitter, no podemos decir lo mismo de MAPPA. Aquí no solo encontramos pesquisas similares a las de Evangelion, sino que posiblemente las sobrepasemos. Dependiendo de qué círculos controlemos más o menos, la visión general se dividió en tres opiniones marcadas: la gente que defendía que en años no habíamos tenido una representación igual en un anime no-BL, la gente que valoró que esto no les resultaba suficiente y que era el mínimo y la parte que optó por el festival de la misoginia y la homofobia. El primer grupo consideraba que ver a dos personajes masculinos claramente demostrando afecto en pantalla, besándose e incluso comprometiéndose delante de la Sagrada Familia era suficiente para definir a esos dos hombres como pareja de forma romántica e incluso como compañeros de vida. El segundo grupo, por su parte, cree que un beso no directamente enseñado en pantalla puede no serlo y, además, que si los personajes no lo dicen, no están siendo abiertamente LGTB. Del tercer grupo solo podemos decir que estaría en contra de absolutamente todo lo que tenga velada apariencia de gustarle a las mujeres o a las personas queer. Como hemos visto antes, Evangelion no logró vencer las acusaciones de buenos amigos, pero al parecer YoI!!, incluso con las más directas alusiones, tampoco lo ha conseguido. Antes de emitir veredicto, vamos a ver un ejemplo más.

Ya nos vamos acercando a la fecha actual, nos situamos a finales de 2022, la saga Gundam recibe su segundo mayor seísmo fan producido por mujeres y gente LGTB en toda su historia. Tomino ya defendió en su día como la saga logró crecer debido a todas las mujeres que le dieron a una oportunidad a la serie y la hicieron crecer debido al contenido fan, principalmente BL y dedicado a los personajes masculinos. Pero años después y con dos temporadas que ya demostraban cómo sus protagonistas se encontraban en una situación típica del director Kunihiko Ikuhara, Bandai Namco Filmworks decidió sentar ciertas bases diciendo que Suletta y Miorine no eran más que «lo que los lectores consideren interpretar». Esto nos deja solo una conclusión en mente, y es que, aún tras haber visto claramente a dos personajes prometerse en pantalla y llevar anillos de boda al final de su anime, nada de esto es suficiente para que se les pueda considerar válidos en cuanto a su identidad romántica y sexual.

Solo hemos tocado tres de los ejemplos más significativos de las últimas décadas, sin embargo posiblemente podamos encontrar muchos más micro y macro agresiones contra la identidad LGTB de personajes o contextos claramente nacidos de una irregularidad de lo que se considera como lo «normal» o «común». Así pues, a «nadie» le importa lo mucho o poco contenido LGTB que tenga una pareja o personaje, ni lo válido o poco válido que este sea a ojos del público general. Ni siquiera a este público general le interesa lo más mínimo. Las identidades LGTB, al menos por ahora, siempre van a estar ligadas a una validez o falta de esta impuesta por individuos, grupos y corporaciones que van a actuar como juez y parte en lo que podamos o no denominar como queer. Estas imposiciones nacen desde una fobia y un odio, desde la discriminación y la imposición de tener que estar continuamente probando y legitimando algo cuando se sale de la norma. Así que el problema no recae tanto en un «no se han besado explícitamente en pantalla», sino más en un «no quiero que esto esté en mi pantalla». Volvemos a la frase con la que comenzó este mismo artículo y es que no hay mayor ciego que el que no quiere ver. Con esto no queremos demostrar que las cosas que estén ahí deban interpretarse solo de una forma, sino más bien como una llamada al descanso del diálogo con gente o empresas que están en contra de los derechos más fundamentales de la identidad de las personas. Por mucho que nos rasguemos las vestiduras y que los creadores y fanes luchen por demostrar que esta o aquella pareja es canon, siempre habrá un grupo más o menos amplio de gente negándolo, en ocasiones nacido de un rechazo a que ese contenido exista, más que por el hecho de que no lo interpreten como tal. Desde dentro del mismo colectivo menos esta alineación, las mismas personajes LGBT sienten que deben en todo momento validar y demostrar que su identidad es real, poniendo en la misma tesitura a los personajes o a todo el contenido que consumen. Por lo tanto, nada se vuelve nunca suficiente para probarlo de forma empírica.
Con este artículo solo queremos dar a entender que no tiene sentido basar nuestras propias opiniones y conceptos sobre una obra en cómo grupos que siempre estarán en nuestra contra como colectivo LGBT la lleguen a valorar. Ni siquiera la opinión de los autores y creadores logra ser canonizante frente a la visión del lector y la opinión de Bandai Namco no tienen ningún tipo de poder sobre nuestra interpretación personal y cómo hemos asimilado e interpretado esa pieza. Por supuesto que algún tipo de influencia tendrá en su creación o desarrollo, pero una vez que deja las manos de su creador y pasa a ser algo para el mundo, nada dicta cómo debemos o no tratarlo. Si una serie ha resultado ser una pieza importante en el desarrollo o en la adquisición de una identidad por parte de los fanes, eso es lo que le otorga peso, no si el creador piensa o no que su personaje pueda o no pueda ser gay. Por lo tanto, no debemos supeditar nuestra propia valoración a lo que opine gente que lo único que quieren es no ver contenido LGBT porque los hace sentir incómodos o incluso violentos, sino siempre nos veremos dándonos de cabezazos contra muros inamovibles y frustrándonos en el intento.
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