Mangas infinitos: el arma de doble filo de la Jump

La prolongación innecesaria de las series de manga y anime ha sido una práctica común en la industria —a menudo impulsada por el éxito comercial y las presiones editoriales—, un fenómeno que ha existido desde hace décadas. Durante mucho tiempo, el hecho de querer alargar la vida de las gallinas que ponen huevos de oro ha sido algo innato, especialmente en las serializaciones de la revista de manga más leída de Japón: la Shonen Jump, donde se estuvo publicando la mítica Dragon Ball y posteriormente los famosos “Big Three” del shonen.

En este aspecto, la obra magna de Akira Toriyama plantó un precedente al ser el primer manganime en alcanzar unos niveles desorbitados de popularidad a nivel internacional. Era el pollo más grande que Shueisha había conseguido hasta entonces y a nadie le importaba otra cosa que mantenerlo con vida mientras siguiera dando beneficios —y es por eso que, treinta años después de la finalización del manga original, aún continúa con vida—. 

Por suerte, la naturaleza abierta de Dragon Ball permitía al autor ir adaptándose a medida que avanzaba la trama y, pese a que él había planeado ponerle punto y final tras la saga de Freezer, debido a la presión de los fans y de los editores, consiguió crear dos grandes arcos posteriores con varios personajes que a día de hoy siguen siendo icónicos. De hecho, verás muy pocos seguidores de la serie que critiquen las etapas finales de la serie original. Pero para la etapa de Boo, los protagonista habían rozado unos niveles absurdos de poder y no tenía más sentido alargarlo. Pese a ello, Toei Animation se animó a hacerlo con Dragon Ball GT y posteriormente con Dragon Ball Super.

Una de las razones por la que este caso salió más o menos bien es porque Dragon Ball no tenía un plan de historia muy bien definido a largo plazo y esto le permitía a Toriyama más margen de maniobra y de improvisación. Es verdad que sabemos al principio de la historia que Bulma quiere conseguir siete bolas que le van a conceder el deseo de encontrar un novio guapo y Goku se ve arrastrado a esta aventura porque una de estas bolas era el tesoro de su abuelo, pero a partir de aquí la serie va dando tumbos por lugares en los que el humor es un factor clave —incluso en el primer torneo de artes marciales—.  Da la impresión de que Toriyama solo quería divertirse como cuando estaba dibujando Dr. Slump. Junto al éxito comercial y las presiones editoriales, este inicio sin un plan de historia —que se iba desarrollando a medida que avanzaba la trama—, no fue más que el inicio de una prolongación que, depende como se mire, acabó saliendo bien.

Algunos de los mangas que lo sucedieron no tuvieron la misma suerte. Yu Yu Hakusho, de Yoshihiro Togashi, empezó de una manera similar, como una serie de humor y acción a medias. En este caso, la historia partía desde un protagonista que muere al intentar salvar a un niño, que se hubiera salvado de todas formas. En los primeros capítulos del manga, con una estructura más episódica, ¿quién iba a decir que Yusuke acabaría combatiendo contra demonios en el infierno? Lo importante es que Yoshihiro Togashi introdujo en su obra a Toguro, uno de los antagonistas más interesantes de la época y cuya derrota podría haber sido el clímax perfecto para su serie. Es más, en unas páginas de los últimos capítulos del torneo oscuro ya se puede empezar a notar a un Togashi un poco más descuidado en el apartado artístico —algo que se multiplicaría en Hunter x Hunter— y algunas páginas parecen hechas a desgana, puede que por cansancio o por falta de tiempo. Pero si los mangakas casi no tienen permitido descansar ahora mucho menos en los años 90, así que le tocó seguir improvisando un par de arcos más para acabar concluyendo una obra que ya se estaba deshinchando y cuyo propósito se había desviado casi por completo del original.

El dibujo de las últimas páginas de la saga del torneo de Yu Yu Hakusho se empieza a ver más descuidado. / © Shueisha

Shaman King es otro manga de la Shonen Jump que, a diferencia del caso anterior, tuvo un final abrupto —dejando tramas sin resolver— debido a problemas de salud del autor —aunque nunca se ha confirmado oficialmente, puede que fuera debido a las condiciones de estrés extremo y a los plazos de entrega excesivamente ajustados para los mangakas—. Debido a esta insatisfacción y al deseo de Hiroyuki Takei de darle un final más completo a su historia, Shaman King regresó en 2009 con una nueva versión en la que se presentaba un final extendido con el que se proponía dar el cierre que la obra se merecía. Son pocos los casos como estos en los que el autor se encuentra con la opción de poder reescribir la historia para darle el final que le hubiera gustado, aunque sea debido a las consecuencias de las condiciones bajo las que trabajan. Llevar una historia propia por los derroteros que a uno le gustaría no es tarea fácil cuando tus editores solo piensan en la popularidad de lo que estás escribiendo y el dinero que pueda generar.

Bleach fue otro de los grandes perjudicados de la Jump y fue devorado por su propio éxito. No se sabe hasta donde quería llevar Tite Kubo la historia cuando Rukia conoce a Ichigo, pero está claro que el arco de la Sociedad de Almas presenta un elenco enorme de personajes con diseños e interacciones inolvidables. Lo que pasó después de eso, y con lo que muchos seguidores de la serie están de acuerdo, es que el autor ya había gastado sus mejores balas en los arcos anteriores. Los lectores perdieron pronto el interés, lo que llevó a una disminución en la audiencia y en las ventas.

Con Naruto fue algo similar. Tiene unos momentos incríbles que el autor sabía que tenían que colocar en algún punto de la historia, pese a que después del salto temporal se tomara su tiempo para llegar a ellos. Como Naruto seguía y seguía en la ola, los editores obligaron a forzar la máquina a Kishimoto y esto dio como resultado una guerra interminable y sin sentido cuyas batallas parece que las iba improvisando sobre la marcha, sin pensar mucho en como iban a influir a la trama principal. La calidad de la historia y el desarrollo de personajes se estaba resintiendo, lo que resultó en una experiencia menos satisfactoria para los lectores.

Tu manga favorito podría tener miles de capítulos ¿pero te atreverías a asumir el coste? / © Shueisha

Esto solo son los ejemplos más conocidos. Pero hay otros mangas en la misma revista que mientras estaban en publicación era imposible de prever si terminarían algún día, como Kochikame o Gintama. Y de otras editoriales tenemos Detective Conan, Yona, Ashita no Joe, Kingdom¿Cuántos de estos se seguirán publicando porque al autor realmente le apetece y cuántos por las presiones de la industria?

Es un hecho que —como en muchos negocios— en la industria del manga se ha priorizado el dinero por encima no solo de la calidad de sus obras, sino del bienestar de los autores. Pero parece ser que poco a poco estas cosas van cambiando. Han pasado entre diez y treinta años de los casos mencionados. Actualmente, Eichiro Oda ya descansa cada dos o tres semanas. Las nuevas series bomba que se han hecho populares los últimos años no se alargan más de tres decenas —recordemos que los “big three” superan las siete decenas— de tomos: Kimetsu no Yaiba finalizó con 24, Jujutsu Kaisen lleva 23 y se comenta que está entrando en su arco final, Fujimoto dejó claro la estructura que quería que tuviera Chaisawman y se está tomando con calma su segunda parte.

Parece ser que las experiencias de series anteriores han llevado a un cambio hacia una planificación más cuidadosa y una atención a la calidad en la creación de nuevos mangas populares. Pero esto no quiere decir que los mangakas ya gocen de las mejores condiciones

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