Cuando empiezan las temporadas nuevas de anime hay un ritual entre mi grupo de amigos: apostar cuál será la serie con título oficial más largo. No es extraño que alguno de nosotros apueste por números de dos cifras, pues son estructuras muy habituales en los títulos de ciertos géneros. Sin embargo, ¿se da solamente en productos que vienen de Japón? ¿Desde cuándo pasa esto? ¿Por qué el título del capítulo de un anime ya me destripa todo el episodio? ¿Por qué en productos de Occidente no parece darse este caso? La respuesta es muy sencilla: Japón es un país peculiar con una cultura aún más peculiar y muy diferente a la nuestra.
En primer lugar, dejemos algo claro: la decisión final de qué título usar en la traducción de cualquier producto no recae en la persona encargada de traducirlo. Es cierto que los integrantes del equipo tienen una perspectiva particular y habitualmente acertada, pues son personas que han trabajado con el producto y saben bastante de las lenguas y culturas tanto origen como término de la producción. Además, el equipo de traducción puede elaborar una lista de posibles títulos relacionados con el original para que el equipo de marketing pueda escoger Sin embargo, la decisión final recae en este último. Es algo razonable pues, al fin y al cabo, esas personas son las que saben —de una forma más especializada— cómo funcionan los diferentes mercados y las tendencias de los mismos. Incluso dentro del idioma español sabemos que hay muchas diferencias a la hora de adaptar los nombres de películas o personajes, lo que se justifica precisamente porque, aunque el idioma sea el mismo, la cultura es diferente. Pongamos un ejemplo bastante simple: si bien Gyakuten Saiban funciona bien como título en Japón, su traducción directa —«giro en el juicio»— no serviría demasiado como título de videojuego en países occidentales. Esa es la razón por la cual se decidió adaptar el nombre, fijándose en el contenido y en el objetivo final del título, y optar por nombrar a esa saga en occidente Ace Attorney, un nombre con mucho más gancho y más llamativo.

Por otra parte, en este ejemplo vemos una coincidencia de dos palabras en lengua origen y dos palabras en lengua término y tampoco hay una diferencia abismal en conceptos, solamente un enfoque diferente y quizás un enfoque más descriptivo en la versión japonesa. Otro caso diferente: una de las cintas más famosas del estudio Ghibli la conocemos en España por el nombre de El viaje de Chihiro, mientras que el título japonés ofrece un enfoque más descriptivo —Sen to Chihiro no Kamikakushi, traducido literalmente como «La misteriosa desaparición de Sen y Chihiro»—. A su vez, el título en inglés del filme transmite un aire mucho más enigmático con Spirited Away, concordando con la atmósfera tan fantástica que se respira a lo largo de la cinta. Estas diferencias también se dan a la inversa; pues solamente hay que ver los títulos que tienen los largometrajes de Disney en Japón, en los que por ejemplo Up pasa a ser La casa voladora del abuelo Carl. Más recientemente, producciones gallegas como As Bestas han visto como su título en Japón pasa a ser Utopía y su póster oficial pasó a ofrecer una perspectiva bastante alejada del contenido real del filme —algo de lo que incluso el mismísimo Hideo Kojima se ha dado cuenta—.
Los videojuegos tampoco se libran de este tipo de cambios —más bien, localizaciones— en sus títulos. Si bien la mayoría no se traducen del inglés o las equivalencias son muy directas —por ejemplo, muchos triples A de Nintendo—, en ocasiones sí es bastante recomendable adaptar mínimamente los títulos originalmente en japonés a, por lo menos, un equivalente en inglés más manejable para el público occidental. Ya pusimos el ejemplo de Ace Attorney, pero con otros juegos bastante populares también se realizan este tipo de procesos, como Danganronpa: Trigger Happy Havoc, popularmente conocido como Danganronpa 1, y cuyo título original en japonés es Danganronpa: Kibou no Gakuen to Zetsubou no Koukousei —traduccido literalmente como «Danganronpa: ¡Un instituto esperanzador con estudiantes desesperados!»—.
Entonces, ¿por qué en los títulos de los mangas y animes se conservan denominaciones tan largas cuando llegan a nosotros como consumidores? El tema es que no es que se conserven esos títulos, sino que muchos de estos productos no han sufrido aún el proceso de localización correspondiente cuando los conocemos por primera vez, por lo que ese es el nombre con el que empieza a ganar fama hasta que llama la atención de alguna distribuidora, quien se encargará de darle un título más «orgánico y apropiado» para nuestro mercado —aunque ya todos los aficionados al medio conozcamos esa obra bajo la denominación completa japonesa—. Además, la moda de títulos kilométricos se ha visto potenciada especialmente por el auge de un género concreto de historias: los isekais. Como el número de historias que se encuadran en este género es ingente, en el nombre se intenta añadir los elementos más definitorios de la historia para que destaque entre la inmensidad de oferta. De igual manera, muchas historias de romance optan por tener títulos largos y descriptivos —que en algunos casos parecen la sipnosis y hasta llegan a funcionar como ella— para llamar la atención y que el público le de una oportunidad por lo menos al primer tomo. Así es como llegan a nosotros títulos como No Mat Matrix, It’s You Guys’ Fault I’m Not Popular —en japonés original, Watashi ga Motenai no wa Dou Kangaetemo Omaera ga Warui!—, a la que de hecho es más habitual referirse por la abreviación WataMote, creada a partir de las dos primeras palabras del título en japonés.

Todos estos cambios o variaciones pueden extrañar a cualquiera que tenga un conocimiento superficial del sector y que no sea consciente del proceso de localización que sufre todo producto que llega a un mercado nuevo. Hay numerosas quejas que pueden tener más o menos su fundamento, pero, si bien en cierto modo está justificada nuestra extrañeza como personas de Occidente ante estas decisiones, debemos comprender que las culturas son diferentes y el público espera diferentes estructuras e información en los títulos. Ya desde que los capítulos de Dragon Ball que anunciaban la muerte de Krillin, se puede llegar a la deducción de que al público japonés le gusta saber qué va a pasar y lo que realmente le interesa es la forma en la que eso se cuenta. Esta concepción de las historias se remonta al teatro kabuki o al cine más tradicional, donde podemos encontrar una relación directa entre los planos de miradas o persecuciones infinitas de Kurosawa y los planos de miradas y explosiones de numerosos nekketsus.
En definitiva, se puede llegar a una conclusión que, si bien cae bastante de cajón y es algo que ya se ha repetido en innumerables ocasiones en esta web, aún sigue sin entrar en las cabezas de muchas personas: la cultura del país en el que se elaboró un producto permea en todos sus aspectos y se necesita de la intervención de un profesional para asegurar el correcto funcionamiento del mismo en los diferentes mercados. Aunque algunos medios aleguen que toman prestada esta característica de los títulos japoneses para llamar la atención de la misma forma que estos y además «adaptarse a su audiencia», sus titulares se asemejan más al clickbait básico que está a la orden del día. En cualquier clase de redacción —desde secundaria, incluso— se deja bastante claro que los títulos deben ser, como mínimo, breves, concisos y fáciles de recordar, por lo que está justificado realizar este tipo de adaptaciones y está bien refrescar, de vez en cuando, este hecho.