La tercera acepción del Diccionario de la lengua española define la palabra tesoro de la siguiente manera: «Persona o cosa, o conjunto o suma de cosas, de mucho precio o muy dignas de estimación». Siempre nos lo imaginamos como algo que se vende por un precio alto, como una piedra preciosa, pero una persona puede considerar una foto como una reliquia de valor incalculable, no por su alto precio, sino por el valor sentimental que tiene. A su vez, un tesoro puede cumplir ambos aspectos: puede ser valioso económicamente y a la vez ser apreciado por una o varias personas.
En Japón existen tres objetos que, aunque es probable que tengan valor monetario, seguro que se tienen en alta estima y se conocen en el país como Sanshu no Jingi, los tres tesoros sagrados. Este trío se compone de una espada, un espejo y un magatama y, a su vez, cada uno representa una virtud. El público general no tiene acceso ni tan siquiera a ver los tesoros —de hecho, se desconoce su ubicación, aunque hay especulaciones sobre dónde se encuentra cada uno de ellos—, solamente pueden verlos el emperador y unos pocos sacerdotes elegidos en la ceremonia de coronación, donde se le hace entrega de estos objetos al monarca. Cada uno de estos ítems tiene un origen mitológico detrás, relacionado con los distintos dioses de la mitología japonesa, pero, especialmente, con Amaterasu, diosa del sol y deidad principal. Este hecho no es casualidad, puesto que se dice que el linaje imperial en Japón desciende de esta diosa, por lo que estos tres tesoros se convierten en una representación de la autoridad del emperador. Hay, por tanto, una estrecha relación entre los Sanshu no Jingi, la institución imperial y la construcción de la identidad y el nacionalismo japoneses.

Primero tenemos la espada, que se llama Kusanagi no Tsurugi y simboliza el valor. Cuenta la leyenda que el dios Sunanoo, de camino a la provincia de Izumo se encontró con una familia. Esta le contó a la deidad que un monstruo llamado Yamata no Orochi había devorado a siete de sus ocho hijas e iba persiguiendo a la última, así que le rogaron que los ayudara. Susanoo decidió ir a investigar y se encontró con que Yamata no Orochi era una serpiente de ocho cabezas, sin embargo, no pudo derrotarla. Decidió retirarse y elaborar un plan para poder acabar con la criatura. Al volver donde la familia, el dios les pidió la mano de su última hija, a la que transformó temporalmente en un peine para sentir su presencia al luchar contra Yamata no Orochi. También les rogó que le ayudaran a construir ocho vasijas de sake que pondrían en plataformas individuales, cada una oculta detrás de la puerta. Cuando apareció la serpiente, esta mordió el anzuelo y metió cada una de sus cabezas por las puertas. Aprovechando este momento, el dios le atacó y cortó las ocho cabezas y colas por lo que al fin logró darle muerte. Al cortar la cuarta cola, se encontró con una espada, a la que llamó Murakumo no Tsurugi —que más tarde cambiaría su nombre a Kusanagi no Tsurugi— y se la entregó a la diosa Amaterasu para saldar una deuda que tenía con ella.
Yata no Kagami es el nombre del segundo tesoro, el espejo que representa la sabiduría. Un día, debido a un incidente, Amaterasu decidió encerrarse en una cueva, tapó la entrada a esta con una roca y se negó a salir. Ante esta situación, el resto de dioses se reunieron para intercambiar ideas con el fin de intentar conseguir que saliera de ahí y fue el dios de la inteligencia, Omoikame quién por fin dio con una respuesta. De acuerdo al plan, las deidades colocaron un espejo apuntando hacia la entrada de la cueva. Después de ponerlo, Ama no Uzume, diosa de la danza, comenzó a bailar y poco a poco se creó un ambiente festivo. Este alboroto fue escuchado por Amaterasu que, con curiosidad, decidió echar un vistazo y le preguntó a la deidad que tenía más cerca a qué se debía tal jaleo. Éste le contestó que había una nueva diosa y Amaterasu, intrigada, decidió preguntarle quién era. El dios le señaló el espejo y ella al mirarlo vio su propio reflejo, que nunca había visto, por lo que se sorprendió. Mientras estaba distraída contemplando su apariencia en el espejo, el resto de dioses cerraron la entrada de la cueva y convencieron a Amaterasu para que regresara a su lado.

El último elemento que conforma el Sanshu no Jingi es el Yasakani no Magatama, que encarna la virtud de la benevolencia. Quizás esta joya sea perfectamente reconocible habiendo jugado a la saga Ace Attorney, aunque se puede encontrar representada en más sitios. En caso de no conocerla, el magatama es un abalorio con una forma parecida al signo de la coma, con un agujero en el medio. En un principio, solo la espada y el espejo pertenecían al tesoro imperial, sin embargo, a partir de la era Heian, fue añadido también al conjunto.
La leyenda entonces dice que los tres objetos eran un regalo de les dioses, concretamente de les tres hijes de Izanagi no Mikoto, con Amaterasu aportando el espejo, Susanoo la espada y Tsukuyomi el magatama que fueron entregados a Ninigi no Mikoto, nieto de Amaterasu, que descendió a la tierra para pacificarla por orden de su abuela. Este dios sería a su vez el abuelo del emperador Jinmu, del que se dice que fue el que creo la nación japonesa y fue su primer gobernante.
Como se puede observar, los tesoros imperiales de Japón son otro elemento más utilizado por la familia imperial japonesa para atribuirse no sólo un origen divino, sino que también para colgarse el mérito de la fundación de la nación japonesa. En base a toda esta mitología, se construyó la identidad del país y esto contribuyó a la creación de un nacionalismo propio de la región, con sus características y circunstancias. Se pueden encontrar a lo largo de la historia numerosas familias monárquicas o dirigentes que se declaran o bien como descendientes de les dioses o bien la reencarnación de estes. La veneración ciega a este tipo de gobernantes y/o a una nación han demostrado que generan en numerosas ocasiones unos ideales peligrosos que conllevan un odio a alguien que no es percibido como miembro del grupo al que se cree pertenecer, adoptando actitudes o actuando de determinada manera que no hace sino perjudicar a los colectivos más vulnerables. Aunque la historia detrás de todo nos pueda parecer interesante, no podemos olvidar su función como elemento para promover ideas de posible corte supremacista o nacionalista.
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