Seguramente la mayoría de nosotros tenemos la vaga o no tan vaga sensación de que recurrentemente se representan en mangas y animes unas ambientaciones o settings basados en etapas de la vida como la adolescencia o la juventud temprana. Sí bien es cierto que no podemos hablar con los datos en la mano y posiblemente no haya recuentos o estudios cien por cien fiables al respecto, es indudable que se produce una cantidad considerable de historias con un instituto fondo en la acción. En esta misma web, hablamos hace no mucho de edadismo en la media japonesa. Incluso podríamos relacionar el tema que nos atañe hoy a los problemas mencionados en ese mismo artículo. Sin embargo, sería interesante ver también cuáles son las opiniones dadas por los autores y además ver el enfoque narrativo de estas decisiones.
Las razones más románticas que proponen los creadores en entrevistas son que el periodo de la juventud es uno con una infinita cantidad de oportunidades y un potencial prácticamente igual de grande. Las mismas personas que se han hecho estas preguntas en foros y recovecos de internet han llegado a la misma conclusión. Desde una perspectiva más evocativa y simbólica, sí nos podría satisfacer, puesto que al final todas las etapas de la vida tienden a ser usados como recursos con características recurrentes en las historias. Eso sí, podemos asegurar casi de manera categórica que no todas las historias van a usar la juventud como una pieza clave en lo que quieren contar, en ocasiones estas dinámicas e historias se pueden traducir perfectamente a otro contexto más adulto. ¿Qué necesidad hay entonces de situar estas en institutos? Podríamos decir que a veces se basa puramente en que es mucho más fácil escribir o diseñar una historia en un instituto que en otro setting.

No vamos a hablar de una vagancia inherente a todos los autores que deciden situar sus narrativas en la adolescencia, los motivos pueden ser variados. Pero si queremos contar una historia con personajes variopintos y un número de posibles escenas y tropos a nuestro alcance, la educación secundaria se vuelve nuestra mayor aliada. Solo en otros pocos contextos contextos podrás unir a tantos personajes con motivos y personalidades tan distintas y mantenerlos cohesionados sin que resulte poco orgánico. Como en la vida real, en el instituto los personajes pueden encontrarse fácilmente y además tienen razones para aguantarse los unos a los otros, eso no pasaría, por ejemplo, si queremos crear un romance de polos opuestos y no tienen nada en común, ni siquiera os lugares que frecuentan. Es más, si quisiésemos hacerlo en otro entorno, ya deberíamos trabajar un poco más para crear un nexo de unión que justifique la relación y los encuentros de manera que no traicionase nuestra suspensión de la incredulidad.
En la casi infinita cantidad de recursos sobre cómo contar historias también proliferan este tipo de consejos para los escritores incipientes. No en pocas ocasiones se les recomienda también a estos autores nóveles que comiencen hablando desde su propia experiencia, a veces incluso se aboga por hacer uso unicamente de esta a la hora de crear historias. Debido a que se le atribuye a esta manera de crear la producción de relatos más auténticos y aceptables que nos abrirán las puertas del éxito. Así pues, el periodo de la secundaria no es más que la opción más a mano de estas experiencias comunes para gran parte de la población. No todo el mundo ha asistido a la universidad, mucha menos gente incluso se habrá desenvuelto en ambientes que rocen la ciencia ficción, pero la mayoría sabemos, o al menos creemos saber, cómo funciona un instituto y cómo es la adolescencia—pese a que en muchas ocasiones tendemos a tener unos recuerdos distorsionados. En ocasiones, esta «facilidad» para contar la historia en un ambiente conocido nos lleva a disonancias entre lo que está sucediendo y el supuesto momento vital por el que están pasando los protagonistas. Ejemplos como Sono Bisque Doll o la saga Persona se mencionan con regularidad hablando de personajes que podrían perfectamente estar en otros ambientes y acabar contando la misma historia. Si nos vamos alejado algo más del panorama japonés, también ocurre lo mismo en series españolas como Élite o estadounidenses como Pequeñas Mentirosas o Gossip Girl, para poner en perspectiva que no es un caso aislado de la media nipona ni mucho menos.

Tampoco estaríamos hablando solo de escenarios cuando hablamos de recursos que resultan más sencillos o accesibles a la hora de narrar, ciertos tropos nos allanan mucho el terreno a la hora de escribir. Conectando en el tema de los institutos, si nuestros protagonistas son adolescentes, podemos elegir entre distintas tramas o hilos testados previamente hasta la saciedad y con características que sabemos que ya funcionan bastante bien. Estaríamos hablando de los capítulos de las vacaciones de verano, el día de la competición deportiva, el festival cultural, los exámenes, etc. Todos estos momentos les resultan conocidos no solo a los narradores, pero también a los lectores y consumidores, por lo que el trabajo se facilita más aún. Si, por ejemplo, quisiésemos contar una historia fuera del rango de nuestra experiencia, nos estaríamos arriesgando a ser juzgados por una falta de propiedad a la hora de tratar el tema o incluso haber realizado una mala investigación del mismo. Si el narrador decide introducir un diálogo en inglés y este contiene errores, un lector que sepa leer el idioma va a captarlo y esto de dará una mala impresión sobre el autor, muchas veces pudiendo romper la inmersión de la historia. Por supuesto, no podemos resolver esto animando a que la gente solo cuente historias desde su experiencia o punto de vista, ya que podríamos caer en argumentos simplistas en los que al final la única literatura válida resultaría ser la ficción basada pura y duramente en el mundo que nos rodea y en acontecimientos verídicos que hemos experimentado de primera mano. No hace falta darle muchas vueltas para ver el desastre que esto podría suponer.
Si seguimos con el hilo de conveniencias y tropos que hacen la narración de la trama mucho más sencilla, tenemos también a los personajes ricos. El incluir un personaje o una herencia caprichosa caída del cielo puede no ser para nada relevante en la trama, simplemente una manera fácil de quitarnos de un plumazo los posibles problemas económicos que puedan acontecer a nuestros protagonistas. ¿Queremos que se vayan de viaje a un sitio muy caro? Simplemente el personaje muchimillonario tiene billetes de avión para todo el grupo. Una vez más, no todas las obras tienen que basar sus tramas en representar fielmente las estrecheces económicas de la vida real, pero también puede resultar una manera muy conveniente de evitar temas que de otra manera resultarían incómodos para el autor.
En cierta manera sucede lo mismo con los familiares de los protagonistas. Es otra broma recurrente ver que el personaje adolescente vive solo en un piso alejado de sus padres, estos se murieron, trabajan fuera o simplemente nunca son mencionados de ninguna manera. De esta forma el creador puede introducir líneas narrativas en la trama que serían más difíciles de incorporar si existiese una figura adulta no tan permisiva o que pudiera poner una especie de límites. ¿Cómo va el protagonista a vivir con su crush si aún está a mesa puesta en casa de sus padres? ¿Cómo va a planear una serie de asesinatos si su madre le limpia el cuarto cuando se va al instituto? Y así sucesivamente.

Con esto no se pretende desacreditar a los autores que decidan usar estos recursos, sí que es cierto que pueden resultar elecciones vagas siempre y cuando un análisis más a fondo de la obra nos lo muestre así. Pero si no, simplemente puede resultar una manera de atajar para llegar antes a lo que de verdad queremos contar con nuestra historia. A pesar de que si es cierto que ya que las razones no son tan profundas ni tan significativas, podríamos esperar unos settings algo más adultos o variados de cara a un futuro. Sobre todo a medida que el público de ciertos animes e historias continúa creciendo y ampliándose a nuevos rangos de edad.