Si existe un evento inextinguible en la historia de Japón, ese es el de los deplorables bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Lo que quizás desde Occidente sepamos menos es, que dicho suceso también tuvo su impacto en la manera de desarrollar el mundo del manga tal como lo conocemos.
Tal como apuntan Ferenc Szasz e Issei Takechi en su artículo de 2007 Atomic Heroes and Atomic Monsters: American and Japanese Cartoonists Confront the Onset of the Nuclear Age, 1945 – 80, el inicio se da, irónicamente, con la publicación de diversos cómics estadounidenses en los que se intentaba configurar una visión optimista e idealizada del futuro de la energía nuclear. Como podéis suponer, para un pueblo que había experimentado en sus carnes los efectos más atroces de dichas fuerzas, no era caldo de buen gusto observar cómo se celebraba con afable jolgorio la entrada de la humanidad en la era atómica. Sin embargo, debido a la fuerte censura que mantenía EEUU sobre el Japón de la posguerra, pocas expresiones artísticas, o políticas, verdaderamente libres en lo ideológico se pudieron manifestar por parte del pueblo nipón.
Tendríamos que esperar hasta mediados de los años 50, con dichas leyes de censura más relajadas, para ver las primeras expresiones e ideas japonesas sobre la era atómica, dando el carpetazo de salida Tezuka Osamu con Tetsuwan Atomu, o como lo conocemos en Occidente, Astro Boy.

En esta primera obra lo que podemos observar es como el pueblo japonés desea unas disculpas por el uso de las bombas atómicas sobre la población civil —disculpas que a junio de 2023 aún no se han realizado—, ejemplificado esto en como los villanos de las diversas historietas sí se disculpan con Astro Boy. La creación de Tezuka se considera definitoria a la hora de hablar del desarrollo meramente artístico del manga, mezclando elementos orientales con aspectos de la animación occidental, especialmente la desarrollada por Disney, donde cabría destacar el uso de los “big eyes” que tan característicos son ahora del género.
Con todo, Tetsuwan Atomu no muestra un discurso muy diferente con respecto a la energía atómica al de los comics americanos de la época, y el posterior genero de cine conocido como Hibakusha, que trataba sobre las personas que habían sufrido los bombardeos, directamente perdería el mensaje de culpar de los mismos a los estadounidenses. Esa labor recaería en la obra de Keiji Nazawaka.
Nawazaka fue un superviviente de la explosión de Hiroshima y perdió a toda su familia por los efectos de la bomba atómica, y es el enfado ante la representación que se daba de las víctimas de los mismos lo que le llevaría a plasmar su propias vivencias y visión sobre el tema.
La primera de sus obras en abordar la cuestión es Kuroi Ame ni Utare, en la que no duda en comparar a los estadounidenses con los nazis —técnicamente, en un dialogo que se da entre un americano y un japonés, este último lo acusa de ser aún más brutales que los nazis—. Sin embargo, su obra culmen sobre el tema seria la cuasi-autobiográfica Hadashi No Gen, en la que se aborda no solo el tema de los bombardeos y sus efectos, con toda la crudeza de los mismos, sino como la sociedad japonesa reacciona y vive tras ellos con la ya mencionada censura, y ese sentimiento de no dejar de ser víctimas, pero pese a ello no poder culpar al verdugo.

La importancia de esta obra, según Takechi y Szasz, se debe a que ve la luz en un momento en el que la sociedad japonesa necesitaba de métodos para hacer frente a lo sucedido, y la crudeza y realismo fue el catalizador que llevo a que el manga no quedase encasillado en el imaginario colectivo nipón como obras infantiles, como pasa desgraciadamente con la animación en Occidente, sino como una expresión artística abarcable a todas las edades.
Los bombardeos atómicos de los años 40 son de sobra conocidos, pero seguramente parte de nuestro público desconozca que, en el año 1954, Japón sufriría un “tercer ataque” nuclear, sufriendo en sus aguas la explosión de una bomba de hidrogeno.
Este evento sería el catalizados para la creación del genero de los monstruos radiactivos, y la aparición del más famoso de todos ellos, Gojira. La invención de Ishiro Honda, antes de transformarse en una obra de entretenimiento sobre bichos gigantes dándose mamporros, era una muestra del temor de un pueblo que ha vivido lo más cercano a un apocalipsis en sus suelos, que no puede protestar por ello y que debe seguir callando mientras es utilizado como conejillo de indias. Fue por ello que quiso plasmar dicho incidente de 1954 y los peligros destructivos de la energía atómica y su uso militar.

Goijira influencia debido a su narrativa, es realmente destacable el papel que juega en la elaboración del genero de los mechas a través del Kaiju Eiga, si bien con los años su mensaje anti-bélico se ha pervertido en pos del entretenimiento.
Como hemos mencionado en otros artículos, el manga y anime nos sirven, en tanto que son expresiones artísticas y filosóficas, como fuentes historiográficas, ya sea porque representan las ideas sociales que confluyen en un momento como es el caso de Astro Boy, o porque son auténticos testimonios históricos como la obra de Nakazawa. De la misma forma que las sombras que quedaron grabadas en piedra tras los bombarderos, el manga y anime pueden ser un recordatorio más de los procesos históricos y de recordar para no repetir los errores del pasado.
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