Ash Ketchum: elogio a un mito

Corrían los momentos finales de 1999. La adaptación animada de One Piece acababa de ver la luz, los videojuegos del momento eran Final Fantasy VIII, Age of Empires II y las primeras entregas tanto de Silent Hill como de Super Smash Bros y en las radios de medio mundo sonaban Smash Mouth, Ricky Martin y Rage Against the Machine. Aún no habían llegado los estampados con tribales y los pantalones de tiro bajo, pero las camisas de franela daban sus últimos coletazos ante los amenazantes albores de un nuevo milenio. Por entonces, la franquicia de Pokémon comenzaba a asentarse en el mercado videojueguil y, si bien apuntaba maneras, tanto en las listas de ventas de los títulos de la Game Boy de Nintendo como en la popularidad entre los más jóvenes, aún le quedaba más de un escalón por delante para convertirse en el coloso del entretenimiento que es hoy en día. Pokémon Rojo y Azul llegarían a los hogares españoles en noviembre, tres años después de su estreno en tierras niponas. Poco después, en la víspera de las Navidades, la serie de animación, adaptada por OLM y producida por TV Tokyo, comenzaba su emisión en nuestras pantallas gracias al canal Telecinco, con la importante tarea de llevar al mayor número posible de televisores peninsulares a las adorables y combatientes criaturas de la franquicia y repercutir con ello de forma positiva en las ventas del videojuego.

La diferencia inicial más notable del anime con los videojuegos era la inclusión de un protagonista canónico, con nombre propio y personalidad definida, en lugar del avatar mudo que protagonizaba los primeros y al cual podíamos bautizar con nuestro nombre o, directamente, el término favorito que se nos ocurriera —pese a que, con el tiempo, esa figura humanoide de píxeles recibió el nombre de Red—. Ash Ketchum, oriundo de Pueblo Paleta, en la Región de Kanto, era un joven de 10 años, que vivía con su madre y cuyo mayor sueño era convertirse en un auténtico maestro pokemon. En uno de los mejores. Un día, obtenía un Pikachu de manos del profesor Oak y comenzaría entonces un viaje a través del mundo, en el que capturaría docenas de pokémones y se enfrentaría a algunos de los entrenadores más hábiles y consagrados. Durante 23 largos años, siete temporadas y algo más de 1200 episodios, niños y no tan niños de todos los rincones del mundo han podido seguir las aventuras de Ash, Pikachu y sus diversos acompañantes. Hasta ahora. Recientemente, internet se hacía eco de la noticia: Ash dejará de protagonizar el anime de Pokémon y cederá su foco a nuevos personajes y tramas argumentales.

Ash siempre fue un mito, incluso antes de vencer. John Stockton y Karl Malone no necesitaron ganar la NBA para serlo / ©OLM

Desde sus inicios y durante casi todo lo que llevamos de siglo XXI, a Ash le acompañó una constante cantinela, especialmente por la parte de los seguidores del anime que lo eran también de los juegos. El joven de Pueblo Paleta era la Gran Mentira de los entrenadores pokemon. Comparado con el flamante Red, que en Heart Gold y Soul Silver te esperaba en el Monte Plateado con un equipo que superaba ampliamente el nivel 80, capaz de partirte la espalda a gusto, y que en Pokémon: los orígenes derrotaba al Alto Mando en su primer intento, no parecía ser capaz de aguantar el tipo, más allá de llevar una gorra ocasionalmente más estética. Nunca ganaba torneos, salvo campeonatos de segunda división como el de las Islas Naranja, conseguía gran parte de sus medallas de gimnasio gracias a condiciones extradeportivas o a revanchas contra líderes que previamente le habían derrotado de manera mayor o menormente insultante y, una vez llegaba a una nueva región, se deshacía de su equipo pokemon para comenzar de cero con su Pikachu, algo muy poco estratégico. Una y otra vez. Pero la noticia del retiro audiovisual de Ash llega justo después de la mayor de sus gestas. Su victoria en el Torneo de los Ocho Maestros. Las ATP Finals de los lagartos alados escupefuegos, la Copa Mundial de Clubes de la FIFA de los ratones eléctricos amarillos, los Playoffs de la NBA de los animales que en vez de ladrar, maullar o mugir son capaces de pronunciar su propio nombre. La competición pokemon más exigente y dura, que reunía a los mejores entrenadores para coronar a uno de ellos como indiscutible campeón del mundo. Ash había hecho méritos de sobra para su selección tras su victoria en el Frente Batalla, su injusto subcampeonato en Kalos y, sobre todo, su coronación como primer vencedor de la Liga de Alola. Tras dejar atrás una ronda clasificatoria infernal, nuestro protagonista se veía las caras en cuartos de final con Máximo, campeón de Hoenn, se enfrentaba a la temida Cynthia y su Garchomp en semifinales y, en la final, se plantaba ante el entonces invicto Lionel, en una última batalla para el recuerdo. Venció a todos ellos con estrategia, poder y juego limpio y levantó por fin el trofeo que le coronaba como aquello que llevaba 1200 capítulos soñando con ser. Una despedida por la puerta grande.

El camino nunca fue fácil. Un niño de poco más de una década de edad que viajaba por el mundo, a veces solo, a veces mal acompañado —que nadie en su trío caminante con Misty y Brock terminase con secuelas irreversibles, tanto físicas como psicológicas, es poco menos que un milagro— y se enfrentaba de manera continuada a mil y un peligros, ya fuesen pokémones salvajes extremadamente peligrosos, conspiraciones diversas de alcance internacional o los tejemanejes y atentados del tan molesto como entrañable Team Rocket. Por si fuese poco, el poder de Pikachu, aparentemente su compañero más fiable, aumentaba y decrecía como las aguas del Guadiana según lo necesitasen las conveniencias de guion. Tan pronto podía plantar cara a más de un pokemon legendario como ser derrotado por un Caterpie lipotímico que necesitase una victoria emotiva en su arco de redención y superación personal. Pero Ash, luchador nato y amante de los retos, no lo relegaba de su puesto de combatiente decisivo, salvo cuando puntualmente le vio de verdad las orejas al lobo en la final de Kalos y terminó por apostar por un Greninja tan poderoso que se dice en redes que sólo las órdenes desde el equipo de producción para cambiar un guion que inicialmente iba por derroteros más halagüeños pudieron llevarle a la derrota. Por si fuese poco, para evocar el sentimiento de descubrimiento y crecimiento personal que los demás chavales podían experimentar al iniciar su andadura en una nueva región y, además, presentarse a los gimnasios correspondientes en igualdad de condiciones que ellos, Ash jubilaba a su equipo veterano cada vez que se presentaba a la clasificación de una nueva liga en un nuevo territorio y empezaba de cero, manteniendo sólo en el plantel a su querido y chispeante ratón favorito. Además, así libraba a sus compañeros peludos o escamosos de verse obligados a una vida constante de esfuerzo, dolor y enfrentamientos. Entrenador de manías, mantuvo siempre los colores típicos de su vestuario pese a sus razonables y necesarias actualizaciones de outfit y conservó hasta el final su costumbre de ajustarse la gorra cuando las cosas se ponían serias. Mano amable con sus pokémones, mano dura con sus rivales. Siempre sin rendirse, siempre esforzándose al máximo, en la procura de un sueño inalcanzable para tantos.

El Cristiano Ronaldo de las peleas especistas, pero sin acusaciones criminales pendientes / ©OLM

Lo cierto es que Ash nunca podría haber ganado en las primeras temporadas de la serie. No era un personaje creado para ello. Desde sus inicios, el anime de Pokémon ha estado supeditado a los lanzamientos de sus generaciones de videojuegos y, por ello, siempre ha servido como un material promocional más de los mismos o un elemento satélite, al igual que su juego de cartas coleccionables o incluso sus serializaciones en formato manga. Se decía que la animación no podría seguir adelante si Ash se alzaba con la victoria, debido a que no habría tenido sentido por su parte marcharse a competir en otras regiones recién coronado como campeón. Y así fueron pasando los años. Pero los tiempos cambian. Producciones paralelas como Crónicas Pokémon, la ya citada Pokémon: los orígenes u otras más recientes como Generaciones o Alas del Crepúsculo demostraron a The Pokémon Company que las adaptaciones audiovisuales sobre la franquicia podían triunfar independientemente de que el binomio protagonista habitual continuase o no en pantalla. Y por eso esta vez, a diferencia de en Kalos, sí le han dejado ganar. Y no cualquier título, no ha sido una copa regional más. Primero vino Alola, pero luego el mundo. La gran victoria entre las victorias, por delante de todos aquellos que, hasta entonces, se habían llevado la gloria. A partir de ahora, nuevos protagonistas y nuevas criaturas tomarán el relevo durante este 2023, en una nueva y futura tanda de capítulos que nos llevará a Paldea, la región en la que tiene lugar Pokémon Escarlata y Púrpura, el más reciente título de la saga para Nintendo Switch.

Es una despedida difícil. Más difícil incluso que el ascendente y tortuoso camino del propio Ash hacia las mieles del éxito. 1999 queda muy lejos y cuando algo nos acompaña el tiempo suficiente, incluso aunque sea una obra de ficción, nos cuesta demasiado hacernos a la idea de que absolutamente todo lo que tiene un inicio debe tener un final. Ocurrió con Friends y con la aparentemente interminable Expediente X. Está ocurriendo a medias con Dragon Ball, pese a los intentos constantes de Toei Animation de negarse a dejar descansar por fin a Goku. Ocurrirá con Los Simpson, One Piece y con Jojo’s Bizarre Adventure. Ash Ketchum, con sus casi eternos diez años, nos ha acompañado desde una época en la que podíamos ponernos en su piel, al compartir su edad, hasta un momento presente en el que podríamos ser su desaparecido padre. Atrás quedan más de 1200 capítulos, caminatas a través de campos, bosques y montañas, cientos de combates contra entrenadores pokemon y un sinnúmero de momentos de cariño y amistad entre nuestro protagonista y sus animalescos compañeros. Es un sentimiento extraño, agridulce, por mucho que no sea más que un personaje de ficción, el saber que se retira de la pequeña pantalla con todos los honores, tras la victoria que siempre soñó pero, al mismo tiempo y tras tantos años, ya no volveremos a escuchar más su «Pikachu, te elijo a ti«.

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