Las oportunidades perdidas de Shingeki no Kyojin. Parte 1: los titanes, monstruos de terror

Shingeki no Kyojin se ha convertido en una de las obras niponas más importantes, al menos en lo tocante a la fama alcanzada, desde la publicación de su primer tomo en el ya lejano 2009, y más especialmente desde su lanzamiento en formato anime en 2013.

A través de sus capítulos, su creador, Hajime Isayama ha desarrollado una intrincada historia que, a partir de un aparente mundo casi post-apocalíptico, evoluciona a una trama político-social en la que elementos como el racismo, militarismo y otros aspectos negativos del ser humano terminan tomando presencia importante. A pesar del clamor popular, hemos de comentar que el desarrollo de estos temas, especialmente en lo referente a su presunto discurso anti-militarista, muchas veces cae en saco roto, o, mejor dicho, se queda a medio camino a la hora de intentar lograr el efecto deseado.

Hay, sin embargo, un elemento en el que la obra destaca principalmente y en el que es evidente que sí se logra la finalidad buscada, aunque sea de forma relativamente efímera, pues solo queda muy presente durante los primeros capítulos del anime. Nos referimos a crear una atmósfera de opresión y terror tan de cine post-apocalíptico que realmente te eriza los pelos y te lleva a la aprensión, a esa sensación de que realmente no hay una solución realista y factible a la situación en la que se encuentra la humanidad. La guinda del pastel la encontramos en el elemento disruptor y espeluznante que se encarna en el primer enemigo y amenaza de la saga, los titanes.

Gente que no vuela, a la cazuela. O a la muela, en este caso. / © Wit Studio

Estas bestias, antes de ser convertidas en mechas de toneladas de carne pilotados por adolescentes, cumplían todas las cualidades para ser elevados como una de las “monstruosidades” definitivas de las obras de terror. Su forma antropomórfica pero deformada, de un claro deje manierista en el que las extremidades se alargan y casi parecen retorcerse sobre si mismas. Mucha gente apunta a las pinturas negras de Goya a la hora de hablar de las influencias de los titanes, y sin querer negar esto os invitamos igualmente a que observéis también las formas que se encuentran, por ejemplo, en la obra de Parmigianino La Madonna dal collo Lungo, especialmente en su cuello y manos alargadas, así como contorsión imposible del cuerpo para que visualizéis a que nos referimos.

Le sumamos a todo esto unas expresiones que casi navegan por el valle inquietante. Sí, sus rostros son humanos, pero con elementos que, aunque solamente observásemos un primer plano, claramente nos indicarían que hay algo que está muy mal ahí. Al visualizarlo vemos un reflejo cercano, pero suficientemente desconcertante, que se ve potenciado por esas expresiones cuasi ausentes, cuando no bobaliconas en algunos casos, que dan como resultado que cuando realizan el único cometido para el que parecen existir en un principio, que es el de comer humanos, casi parezcan niños o incluso bebes expectantes ante sus primeros regalos de navidad, lo que refuerza ese aspecto mórbido y grimoso.

Realmente, si leemos estas características, al principio de la historia los titanes no difieren mucho de los zombis salvo por su tamaño. De hecho, comparten con ellos la característica de llevar a la humanidad a los mismos limites, como lo de acabar encerrados en zonas acotadas. Pero ahí es donde entraba en baza otro de los elementos esenciales en el terror: el desconocimiento de su origen. Mientras que los zombis son o bien muertos reanimados o infectados ­—es decir, aunque no sepamos el “por qué” de que estén ahí sí sabemos el “que” son— los titanes en estos primeros compases son un completo misterio. A pesar de explicarse que llevan existiendo por cientos de años, no se ha logrado descifrar qué son realmente, de donde aparecieron y por qué actúan como tal. Esto juega como un ingrediente esencial para establecer un nexo de, por un lado, comprensión y, por otro, pavor entre los personajes de la obra y los espectadores, ambos se encuentran en el mismo punto de conocimiento frente a esas criaturas.

Como hemos mencionado, sin embargo, esto es efímero. Ese terror post-apocalíptico apenas dura la primera temporada del anime y si bien el misterio de lo que son los titanes se alarga algo más, desde el capítulo seis en el que Eren se transforma por primera vez en uno, pierden por completo toda su característica terrorífica en el sentido de “monstruo de espanto”. Sigue habiendo escenas en los que la humanidad se enfrenta a ellos, pero nunca se recupera esa sensación de insignificancia del hombre frente a ellos.

«¿Querías intriga cruda y misterio cruel? Lo siento, es la Hora de las Tortas» / © Wit Studio

Y es ahí donde radica una de esas primeras oportunidades perdidas. Y que no se malinterprete este texto, no estamos diciendo que SnK se convierta en una mala obra por abandonar el estilo de terror de sus inicios. Quizás huelga decirlo, pero somos conscientes de que a una obra se la juzga por lo que es y no por lo que nos gustaría que hubiese sido. De hecho, no debe verse como algo negativo per se la evolución en la temática, aunque esta caiga en generalidades. También somos conscientes a su vez de que el misterio de los titanes, como el de otros tantos “seres terroríficos”, habría tenido que ser resuelto de todas las maneras. El problema no radica en que veamos la decisión tomada como una resolución pobre, sino que después continua siendo una oportunidad perdida.

Como se ha mencionado, y como seguramente sepáis, la serie avanza en su trama y tópicos hacia presentarnos un escenario de conflicto bélico. En este aspecto, esas cualidades que mencionábamos de los titanes como monstruos de terror sirven para poder presentarlos como una de las armas más mortales. Y esto no solo por su capacidad destructiva, sino por el efecto que juegan en la psique de sus enemigos y presas.

Sin embargo, y entrando ya casi en terreno de spoilers para finalizar, al final del día funcionan como poco más que bombas atómicas que se lanzan sobre un objetivo y arrasan con amigos y enemigos, la impresión que causan en la psique de los que se enfrentan a ellos apenas es explorada algo más de lo que se muestra en los primeros compases de la obra. Tampoco se nos sumerge en la cuestión de la ética de su uso más allá de “nos dan más ventaja”. Ni siquiera cuando conocemos el cómo se crean los mismos se explora en profundidad la vileza del acto y las implicaciones que ello conlleva. Es una obra que, recordemos, intenta convertirse en un alegato anti-belicista… si bien el por qué fracasa en esto último tendrá que esperar al siguiente artículo de esta serie.

Deja un comentario