Durante el siglo XX, el arte estaba en constante evolución, los estándares academicistas que regían como las obras debían ser en composición, color, iluminación, etc, llevaban ya tiempo perdiendo la batalla en pos de la libertad expresiva y técnica. Vanguardismo puro, el ir más allá de la norma. Muchas corrientes nacieron en esta rebelión contra el «esto es así»: Cubismo, dadaísmo, surrealismo… todos estos movimientos nacieron como una respuesta agresiva al status quo. Estamos en 1945, en Japón, el país acaba de salir de una guerra de consecuencias desastrosas para la moral de sus habitantes, la industria del entretenimiento necesita crear un método de escapismo asequible para el ciudadano de a pie. Es aquí cuando entra en escena Osamu Tezuka con su La nueva isla del tesoro, un conjunto de viñetas y efectos sonoros que vendió de 400.000 a 800.000 ejemplares. Dos años más tarde, el Astroboy de Tezuka aparecería en la primera revista exclusivamente dedicada al género, la Manga Shōnen, publicación que solo tuvo un año de vida, pero ya era demasiado tarde, la industria moderna del manga y anime tenía sus cimientos establecidos.
Tras un duro tiempo en el que los autores de manga estuvieron dispersos sin rumbo por la pérdida de popularidad del manga contra los teatros de papel ambulantes, encontraron un nicho más dirigido a adultos en el sistema de bibliotecas, y es en 1964 cuando aparece la primera pista que nos guía hacia el tema de este artículo, la fundación por Katsuichi Nagai y Sanpei Shirato de la proclamada como underground revista Garo. De publicación mensual, Garo puede ser considerada el nacimiento de la vanguardia en el manga, de corte más alternativo y experimental —llegando a extremos como no pagar a sus mangakas a cambio de darles total libertad creativa, cabe destacar— que buscaba un público más alejado de lo común, tratando temas como la lucha de clases y conectando con la juventud, la tercera edad y la clase trabajadora. Es durante la publicación de esta revista que surge finalmente el movimiento que le da titular a este artículo, el heta-uma.

El heta-uma nace durante la década de los 70 en la Garo y su nombre viene a significar «malo pero bueno«. Es un movimiento cuya fundación es no buscar un aspecto pulido que siga las convenciones de lo que el manga popular marque, los principios académicos del arte se dejan de lado buscando un valor más estéticamente expresivo y diferente —exactamente el mismo modo de pensar que empujo la creación de las vanguardias occidentales—. Una de las caras del heta-uma, Teruhiko «King Terry» Yumura, escribió el libro Ketteihan Hetauma Daizenshū como manifiesto y guía de su estilo y en una carta a los lectores del mismo, afirmaba que «dibujar es divertido, la gente que espera convertirse en profesionales estudia técnicas especiales y acaban volviéndose mejores al dibujar, pero según progresan con su técnica pierden su espíritu, que es la cosa más importante al ilustrar. Esto no es bueno, dibujar técnicamente bien por sí solo no significa nada» como declaración de intenciones de su arte y del movimiento del que formó parte.
La forma establecida por Yumura de ver las cosas en el estilo conectó con varios artistas de la misma revista como Yoshikazu Ebisu, conocido por su Salarymen in Hell; Takashi Nemoto, con sus más controversiales obras coleccionadas en la antología Monster Men Bureiko Lullaby; Imiri Shakabashira, con Hako no Otoko o Hataraku Kappa —quien, además, es muy vocal en defender el arte como un modo de expresar el trauma histórico de sus autores y critica que el consumismo intente hacer que se olvide—. Aquí en España el más publicado del movimiento hoy en día es Suehiro Maruo gracias a ediciones de Glénat, con adaptaciones al manga de historias de Edogawa Rampo como La Extraña Historia de la Isla Panorama o La Oruga. Todos estos artistas, tras la disolución de la misma revista, buscarían nuevos modos de plasmar su arte y pensamientos, siguiendo con manga u exposiciones o con otras revistas, como Bikkuri House o Takarajima, o desembocando en otros movimientos como el simulacionismo en Tokio y el superflat.

Este artículo llega en casi una perfecta sincronía con el estreno de la segunda temporada de Pop Team Epic y si visteis en su momento la primera, recordaréis unas partes de comedia breves, caracterizadas por la extravagante animación y los diseños alterados de Pipimi y Popuko, las llamadas «Bob Epic Team» como alteración absurda del título de la serie. Estas partes están cargadas del heta-uma en un valor visual, mientras que toda la serie en sí cargaba el estilo contra lo establecido del medio: con absurdismo, consciencia de lo popular y crítica a lo mismo de la industria. No se puede acabar este artículo sin mencionar al dúo responsable de Bob Epic Team que hoy en día ha dominado este absurdo estilo artístico a la animación de series, videoclips o videojuegos. El equipo formado por Toru Adachi y Shunsuke Itakura: AC-Bu.
Tras aprobar los exámenes de ingreso para la escuela de arte, Adachi e Itakura empezaron a hacer dibujos malos por voluntad propia, pero a medida que avanzaban e iban viendo la reacción de sus amigos, empezaron a poner más esfuerzo a estos dibujos e incluso animaciones sin dejar de lado lo que los hacía verse «malos». Tras años de perfilar su estilo y combinarlo constantemente entre los 2, cuando fueron contactados por Kamikaze Dōga, estos les pidieron hacer lo que quisieran —recordando a esta libertad de publicación sin restricción de la Garo—. Pero su influencia como creadores audiovisuales se extiende a cualquier cosa que requiera visualmente de su fuerte estilo, como los videojuegos, citando como ejemplo el reciente No More Heroes 3, en el que un determinado personaje sigue en sus escenas animadas el estilo AC-Bu.

«Arte malo pero bueno» es un tema repetido en varios movimientos artísticos como el dadaísmo o el punk, que nacieron como críticas al consumismo que estaba devorando su medio y abrieron las puertas a que miles de artistas, que en un principio no se hubieran visto capaces, encontraran un hueco en la escena para contar lo que tuviesen que contar, ya fuese sentimental, cómico o crítico, con toda libertad creativa. En una escena establecida por sus rígidas normas llega esta explosión de nuevos medios y visuales. Definir que engloba este estilo hoy en día es complicado, porque no hay una señal de neón indicándolo como tal. Quizás alguien podría argumentar que el manga de Mob Psycho 100 es heta-uma, y se le podría dar la razón, porque la falta de atractivo es un atractivo en sí, y más si le sumas el valor de lo que algo quiere contar. Es por esto que la influencia de este movimiento nacido por una banda de artistas que no buscaban sino expresar sus ideas ha permeado hasta hoy en el arte popular de Japón.