El cosplay, esa afición donde las personas se visten de forma similar a sus personajes de ficción favoritos, es cada vez más conocido. Ese fenómeno que comenzaba en las Comiket japonesas durante los años 70 ha conseguido traspasar fronteras y hoy es prácticamente imposible no encontrarse a un buen número de cosplayers durante las convenciones. Desde aquellos amateurs que han decidido ser su personaje favorito por un día, hasta aquellos profesionales que se han hecho famosos en redes sociales y participan como invitados especiales en este tipo de eventos; se puede considerar que los cosplayers forman un bastión importante dentro de los fandoms.
Puede parecer que un hobby cuyo objetivo final es lograr el máximo parecido con un personaje de ficción no tiene mayor misterio. Las mayores inconveniencias que pueden tener los cosplayers son el olvido de algún accesorio o una peluca mal peinada ¿verdad? Sin embargo, para la mangaka Yui Sakuma no todo es tan sencillo dentro del cosplay y nos lo muestra mediante su obra Complex Age.
Complex Age trata el día a día de la cosplayer Nagisa Kataura y retrata qué significa para ella el cosplay. Al principio, podemos observar cómo nuestra perfeccionista heroína se queda noches en vela para retocar su cosplay de Ururu—protagonista del anime favorito de Nagisa, Magic Hood Ururu—y se toma tan en serio el personaje que es capaz de imitarla al dedillo. Por esa razón, se toma bastante mal que haya cosplayers a su alrededor que no sean capaces de llegar a sus mismos estándares y así se lo hace saber, aunque nadie le haya pedido su opinión.

En ese momento se puede comprobar que para nuestra protagonista el cosplay es una medida de su valía, y al ser una cosplayer tan conocida y con tanto ojo para el detalle, realmente no hay nadie que le pueda llegar a hacer competencia. Esto cambia con Aya, una cosplayer mucho más joven que ella cuyos rasgos faciales son más parecidos a los de Ururu. Nagisa es testigo de cómo su propio mundo se desmorona ante la presencia de esta cosplayer que comete bastantes fallos de principiante. Aya resta importancia a estos detalles porque lo que más valora es pasárselo bien junto a Nagisa. La envidia que pudiera llegar a sentir se convierte en ganas de enseñar a Aya a ser mejor cosplayer y comienza así a flexibilizar su visión respecto a su hobby.
La historia se podría quedar así, pero Yui Sakuma explora a través de Nagisa y sus amigas las dificultades por las que pasan las mujeres cosplayers al igual que la supuesta carrera contrarreloj que se da en este mundillo una vez sobrepasas cierta edad. Ya de por sí es complicado recrear a un personaje de anime en la vida real; si sumamos también el bodyshaming al que se enfrentan en especial las mujeres con cuerpos no normativos, obtendremos el combo ideal para desanimar a cualquiera que quiera hacer un cosplay.

En la imagen anterior, podemos ver cómo un antiguo compañero de clase de Nagisa se burla de la figura de la cosplayer Hayama. A esta mujer le gusta encarnar personajes femeninas que se podrían categorizar como girlboss, ya que de esa forma puede expresar otra faceta de su personalidad que suele esconder porque no encaja con su vida cotidiana. Como le reitera a Nagisa, cuando hace un cosplay es cuando realmente se siente mujer. Puede probar distintos estilos y peinados que ni se plantearía ya que con su personalidad tranquila no es lo que se suele esperar de ella. Si bien esta afición le ayuda a encontrarse a sí misma; también es una fuente de sufrimiento para Hayama. Y es que tanto en Complex Age como en la vida real, los cosplayers están expuestos a la escudriñante mirada del público, ya sea vía online u offline, lo que muchas veces puede llegar a comprometer su privacidad.
Se suele dar por hecho que a los cosplayers no les va a importar las fotografías que se tomen de ellos durante las convenciones y así se suele obviar su consentimiento de manera constante. Esta forma de actuar puede traer consecuencias indeseadas, como críticas innecesarias o el acoso y derribo por parte de círculos sociales que visualizan el cosplay como una subcultura extraña que no merece reconocimiento alguno. Debido a ese tipo de actitudes, los cosplayers no sólo se enfrentan a comentarios despectivos respecto a su vestimenta o a su figura corporal, sino a faltas de respeto dirigidas a su forma de divertirse en su tiempo libre.
Ya en su día tratamos el tema de la edad límite que parece que se ha impuesto para determinadas aficiones. El cosplay no iba a salvarse de la quema y, por mucho que sea un hobby como otros, cuando las personas llegan a la treintena parece que no tienen permitido disfrutarlo. De hecho, según el glosario de términos que incluye la propia mangaka al final de sus volúmenes—supervisado por la revista Cosplay Mode—en el año 2014 los cosplayers que superaban la franja de edad de los 30 años eran apenas el catorce por ciento del total. Y es que, como nos muestra Yui Sakuma en su obra, las largas horas de trabajo junto a los prejuicios que pueden tener tus amigos y tu familia pueden hacer que el cosplay se convierta en un auténtico calvario.

Nuestra protagonista se encuentra pronto en la disyuntiva de dejar el cosplay por la presión familiar o continuar sabiendo que hay gente que tiene potencial para superarla, como Aya. A medida que avanza el manga, se descubre junto a Nagisa distintas formas de vivir el cosplay y los hobbies en general, desde abandonarlo para dedicarse a la familia como hizo su propia madre, vivirlo de forma indirecta mediante la fotografía como hace su mejor amiga o dedicándose a organizar eventos como Hayama. Nagisa perfila así su relación con el cosplay para que le ayude a crecer como persona, sin dejar de lado la pasión que sintió la primera vez que hizo sus propias vestimentas.
Complex Age no es una obra creada para denunciar el “lado oscuro del cosplay”. Es un manga creado para poner de manifiesto las distintas perspectivas que hay alrededor de este mundillo. Al final, el cosplay no deja de ser un hobby, y, como tal, el propósito que tiene es el de divertirse y nada más. Para cada persona puede suponer una cosa distinta: otra forma de conocer gente, una experiencia nueva, un reto… pero lo que verdaderamente importa es que, si alguna vez te dedicas a hacer un cosplay, no te olvides de pasártelo bien por el camino, como nos enseñan Nagisa y compañía.