Las últimas décadas nos han traído, entre muchas otras cosas en las que por suerte hemos conseguido avanzar como sociedad, una ampliación del concepto de familia; a día de hoy sabemos y aceptamos que una familia puede ser una pareja heterosexual y sus hijos, dos madres o dos padres y sus hijos, también hay familias monoparentales, así como relaciones poliamorosas con varios integrantes y, por supuesto, no podemos olvidarnos de las parejas sin hijos, pero que tienen animales que cuidan y tratan como si fuesen sus vástagos.
Por mucho que a ciertos sectores conservadores y al facherío general les moleste, es un hecho que en pleno 2022 existen diversos modelos de familia que coexisten sin que haya desaparecido la familia tradicional —es decir, pareja heterosexual con uno o varios hijos—; la existencia de todos estos nuevos modelos de familia, por tanto, no atenta de ninguna manera contra la familia tradicional. ¿Por qué entonces hay gente que se opone a ellos? Porque piensan que todo lo que se salga de la familia tradicional, del modelo de familia por excelencia, el que hemos tenido y sostenido durante siglos, es falso, no son familias reales. Una mujer o un hombre solos no pueden criar a un hijo, dos padres o dos madres no pueden educar bien a los niños porque «siempre les faltará la figura paterna o materna» (seguro que estas palabras os suenan demasiado, ¿verdad?). Pero la realidad nos demuestra que esto no es así. Sabemos que hay hijos de familias homo y monoparentales perfectamente educados en valores y en el respeto hacia los demás y que, por otro lado, no hay pocos casos de hijos de parejas heterosexuales con problemas por la educación que han recibido en casa. Como se suele decir, en todas partes se cuecen habas; no por nacer en determinado modelo de familia significa que vayamos a salir mejor o peor educados por defecto como si eso no dependiese de muchos factores.

Pero, dándole la vuelta a la tortilla, ¿qué pasaría si se presentara una familia que aparentemente sigue el modelo tradicional, pero que es falsa? Pues precisamente esta es la premisa de Spy x Family, uno de los animes más populares de cuantos se emitieron en la pasada temporada de primavera, y con razón. Spy x Family está ambientado en un país ficticio, pero no cuesta nada entender que en realidad representa a la Alemania dividida durante la Guerra Fría. Twilight es un espía al que le encomiendan una peculiar misión: tiene que infiltrarse en un prestigioso colegio muy exclusivo, pero para ello necesita formar una familia para matricular a un hijo en el colegio. Es así como adopta a Anya, una niña huérfana que oculta un impresionante secreto: es capaz de leer los pensamientos de la gente que la rodea. Posteriormente, Loid (ese es el nombre que usa Twilight para su misión) conoce a Yor y ambos deciden fingir que son un matrimonio y padres de Anya, aunque la historia oficial es que Anya es hija de una esposa anterior de Loid.
Por supuesto, Yor también oculta un secreto, y es que es asesina profesional a sueldo. Es así como se convierten en los Forger (que suponemos que procede del inglés forge, ‘falsificar’, en un movimiento muy astuto por parte del autor). La gracia de la serie está en que todos los miembros de la familia ocultan su verdadera identidad al resto. Solo Anya, por supuesto, sabe las identidades de sus padres, pues puede leer sus pensamientos. Loid Forger a ojos de Yor es simplemente un psiquiatra muy responsable y trabajador y Yor es una funcionaria de la administración.

Esta situación delirante derivará en chascarrillos y momentos muy divertidos y en otros muy tiernos, sobre todo por lo que respecta a Anya. Pero aparte de tratarse de una familia falsa que aparece idílica y unida a ojos de los demás, hay otra forma en que Spy x Family desafía los valores de la familia tradicional.
Se trata de la inversión de los papeles de la pareja en las tareas del hogar. Sabemos que, tradicionalmente, han sido las mujeres quienes se han ocupado de las tareas domésticas y de la crianza de los hijos. Hoy día, por supuesto, sabemos que esta concepción es profundamente machista y misógina y lo ideal es que los integrantes de la familia se repartan equitativamente las labores del hogar. Pero en Spy x Family pasa una cosa curiosa, y es que es Loid el que lleva a cabo estas tareas porque es al que se le dan bien. Básicamente aparece como lo que vendría a ser un partidazo; en cambio, Yor es especialmente incapaz de cocinar (y en numerosas ocasiones se siente culpable por eso). Yor es, además, la que más sufre la presión social para formar una familia por parte de sus compañeras de trabajo. Cuando aparece por primera vez, se comenta que tiene casi 30 años y sigue soltera, lo cual es un despropósito para la sociedad, a pesar de que realmente se puede considerar que es una mujer con éxito en la vida: tiene dos trabajos (funcionaria y asesina) y además es capaz de llevar una doble vida sin que la descubran, es fuerte y está entrenada para destacar en la lucha cuerpo a cuerpo.
Spy x Family se constituye de esta manera en una evidente crítica al modelo de familia tradicional con roles patriarcales, en el que el hombre se ve como el fuerte y trabajador y la mujer es la sumisa que se queda cuidando de la casa y los niños. Esto, además, es mucho más chocante y rompedor por tratarse de una serie japonesa, país en el que se valoran mucho más estos valores de la familia tradicional, y en el que la mujer debe casarse joven o, si no, no se considerará que ha tenido éxito en la vida. Seguro que se os vienen a la cabeza cientos de ejemplos de animes, mangas o videojuegos en que a una mujer de veintitantos años se la trata de fracasada aunque tenga trabajo estable, pueda permitirse vivir sola y esté rodeada de amigos y gente que la quiere. No es algo que la autora de este artículo se esté inventando; aunque esto también se dé en nuestra sociedad europea occidental, no es tan evidente ni tan acentuado como en Japón, y creo que precisamente por ese motivo Spy x Family es aún más rompedora.

Pero el mensaje final que nos deja la serie es, si se nos permite decirlo, aún mejor. Y es que lo que subyace detrás de la comedia, detrás de la acción de las escenas de espías y tras el aspecto y el comportamiento adorable de Anya es mucho más bonito y esperanzador que todo lo superficial: es que el amor puede surgir incluso dentro de las familias menos convencionales. Nadie dudaría de que Loid y Yor son buenos padres, de que Anya se preocupa por sus progenitores adoptivos, de que, más allá de los intereses personales de cada uno, están unidos. La conclusión es que la familia no la componen necesariamente aquellas personas a las que estamos unidos biológicamente: la verdadera familia es la que elegimos nosotros, es la gente con la que forjamos vínculos basados en el respeto, el cariño y la empatía. Es por eso que no debe sorprendernos ni un ápice que una familia postiza, de pega, como lo son los Forger, sea mucho más auténtica que algunas de las familias que tanto apelan a la tradición.