La autoparodia y el exceso en Bastard!!

1986 no solo fue el año de Eddie Munson, sino también del heavy metal. Para los menos “adeptos” al género esto se debe a que fue en esos doce meses en los que se publicaron muchas de las obras culmen del género, como el recientemente revitalizado Master Of Puppets, el Reign in Blood, Crimson Glory… entre muchísimos otros. Tampoco queremos daros la chapa cual metalpaco de bar comentado como por entonces Helloween lo petaban en directo, sobre todo porque Helloween no llegaron a estrenar disco ese año. No es de extrañar pues que a la resaca de ese festivo año le siguiese la aparición de una serie de obras culturales influenciadas por la imaginería y actitudes asociadas al movimiento musical más duro de por entonces, como es el caso del manga-anime del que hoy os venimos a graznar, Bastard!!

 Creado en sus tiempos libres por el mangaka Kazushi Hagiwara, el cual se había dedicado hasta ese momento al hentai y a trabajar de asistente para el ya fallecido Izumi Matsumoto —autor de Kimagure Orange Road, la cual se encontraba en publicación el año de inicio de la obra que nos ocupa—, Bastard!! fue una oda excesiva al heavy metal y la fantasía oscura europea de las obras de Michel Moorcock y de conceptos de los que tanto bebería después Warhammer, así como del estilo artístico de publicaciones como Metal Hurlement o de la propia película de 1981 Heavy Metal. Contó con una adaptación anime a inicios de los años noventa y recientemente Netflix ha decidido re-adaptar, siendo esta última representación de la obra la que enfocaremos en el presente artículo.

Separados al nacer / ©Shueisha y ©Columbia Pictures

Bastard!! no se anda con miramientos, ni pretende ser una obra profunda como otras publicaciones hermanas como puedan ser Berserk —no es que la presencia de Gara con su espada negra a las ordenes de un grillao de pelo blanco sea una referencia muy sutil—, suno que parece ser consciente de lo irreverentemente absurdo, excesivo y auto paródico que es el heavy metal en sí, enarbolando esa idiosincrasia y elevándola a su máximo exponente. Estamos ante una obra en la que todos los personajes, ubicaciones y hechizos hacen referencia a bandas, canciones o integrantes del género, con nombres tan rimbombantes y estúpidos como Reino de Metalicarnia. Hay que decir en este aspecto que Hagiwara captaba a la perfección no solo los tejemanejes creativos del género musical, sino también los delirios cuasi febriles que aparecerían en los cuadernos de cualquier adolescente de hormonas efervescentes flipado con Blind Guardian y Dragones y Mazmorras. También es consciente de cómo se introdujo el género de la espada y hechicería occidental en Japón y de los vínculos de algunos de aquellos primeros autores y publicaciones con el subgénero ecchi, que se hace presente a lo largo de la serie.

Pero no solo la exposición exponencial excesiva es lo único que subyace en esta obra. Entre tanta fantasía onanista existe una crítica, bañada de metahumor, a las actitudes propias del género y, sobre todo, a las limitaciones de estilo a las que se ven abogadas las obras japonesas —no pocas veces vais a escuchar en la propia obra el comentario de “córtate, que estas en un manga shonen»—, aprovechando toda esta crítica para coger los propios tropos del género y presentarlos como algo negativo, si bien aquí es donde nace el mayor problema que se le podría argumentar a la serie.

¿Tiene algo en contra de los macho-man ochenteros? / ©Liden Films

Tanto la fantasía occidental como el heavy metal han adolecido, y por suerte cada vez menos, de una sexualización objetivizante de la mujer. Eso es algo que, por desgracia, también se hace presente en esta descomedida historia. Y si bien es cierto que estas actitudes se dan por parte del villano —sí, Dark Schneider es un villano, los protas también pueden ser los malos—, y son mostradas con cierta critica a las mismas, no es menos cierto que se recrea demasiado en ella. No os cofundáis, no es que haya que estar en contra de la presencia de escenas eróticas y/o lascivas de por sí, pero si estas se dan a costa de la mujer y su dignidad, más cuando incluyen violaciones de su privacidad corporal y sexual y se acaba dejando un poso de disfrute de las mismas, no podemos verlo sino como algo repugnante.

La crítica, especialmente desde la auto parodia, siempre ha sido una elaboración literaria complicada, debido en ocasiones a la repetición y reafirmación de tropos cuando no son bien llevados, como es el caso que mencionamos. Si bien ese problema advertible de escritura y resolución no obvian el resto de virtudes de la serie, sí la empañan y terminan haciendo difícil realizar una recomendación honesta de la misma, más allá de que os aventuréis por vuestras propias garras, cuervitos.

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