Erased y la vulnerabilidad humana

“No tengo el valor para involucrarme con otros, y por eso no tengo compañeros”. Esta es una de las frases que nuestro protagonista, Satoru Fujinuma, escribe en una de sus redacciones cuando era un niño de 9 años. Se presenta ante el espectador un personaje que puede parecer apático a simple vista, y, sin embargo, no podría llegar a representar mejor el vacío que muchas veces llegamos a sentir respecto a las relaciones con nuestro entorno más cercano. Porque sí, es posible sentirse solo aunque estés rodeado de gente. Es probable llegar a pasar años al lado de “amigos” sin llegar a realmente a conocer quiénes son. Y si habéis podido sentiros identificados en estas líneas, entonces este artículo es para vosotros.
Este anime de 12 episodios nos ofrece misterio, asesinatos y viajes en el tiempo. Con esos tres elementos cumple bastante bien la función de entretenernos y pasar un buen rato. Aun así, esta obra sabe ir más allá, y nos enseña realidades tales como el maltrato infantil, la importancia de la historia de vida de las personas o la manera en la que nos solemos mostrar con una máscara y cómo llega a debilitar nuestra cercanía hacia los demás. Las personas no muestran sus defectos de buenas a primeras. Eso es lo que se nos ha enseñado. Erased plantea entonces la siguiente pregunta: ¿acaso hemos dado nosotros el primer paso de mostrar nuestras verdades, de mostrar sin tapujos nuestra forma de ser?

A lo largo de los episodios, podemos apreciar las similitudes que comparten el protagonista y el antagonista. Ambos personajes no se muestran tal y como son hacia las personas con las que toman contacto. Se presentan como amigables porque así se supone que hay que comportarse, aunque realmente no poseen ningún interés genuino en las interacciones como tal. Estas semejanzas serán de vital importancia para entender su relación, puesto que, aun partiendo de motivaciones completamente opuestas, serán capaces de comprender al otro, de tal forma que lleguen a experimentar sentimientos que antes no eran capaces ni de nombrar. Ira, sorpresa, arrepentimiento, desazón, éxtasis… una auténtica amalgama de emociones que habían sido suprimidas por tratar de encajar costase lo que costase, derivando en una gris apatía para Satoru y en una locura sin igual en el artífice de los asesinatos que dan comienzo a esta historia.

Hace unos días, nuestro queridísimo y bien amado jefe manifestaba aquí la incongruencia de utilizar narrativas adultas en series de animación donde los protagonistas son mayoritariamente niños. Qué sentido tiene el incluir infantes dentro de la trama si realmente no va a añadir ningún elemento nuevo que no pudiera aportar un adulto normal y corriente. En Erased, por el contrario, dicho componente está claro, siendo éste la nostalgia de la infancia, una época donde la mayor preocupación solía ser coleccionar cromos o ver los dibujos animados a la hora que tocaba. La infancia también es un arma de doble filo, y, como se puede observar, esta etapa que a simple vista puede parecer más sencilla es capaz de marcarnos de por vida y de dictaminar la personalidad futura. La historia necesita que el Satoru adulto vuelva a ser un niño porque sólo así podrá entender que confiar en los demás literalmente salva vidas. Esa época marca un antes y un después en su vida y es necesario que comprenda que sus amigos le van a escuchar, si es que él les deja hacerlo.

Satoru, déjate querer © A-1 Pictures

En esta historia, los personajes secundarios no se quedan atrás. Evolucionan a lo largo de las interacciones que se dan en los viajes del protagonista y podemos observar los cambios en figuras como Kayo Hinazuki, una compañera de clase de Satoru que sufre abusos por parte de su madre. Debido a su situación, Kayo es desconfiada e intenta mantener un perfil bajo, de tal forma que bajo la premisa de ser una persona “fría”, nadie le haga más daño, puesto que suficiente recibe ya en su propia casa. Kayo llega a escribir una redacción titulada «Una ciudad sin mí» —que corresponde al nombre en japonés del anime, Boku Dake ga Inai Machi— para expresar las ganas que tiene de huir de esa situación y dejar de fingir falsamente que está bien, sentimientos que el propio Satoru es capaz de reconocer en sí mismo.

Cuando nuestro protagonista se acerca e intenta entablar amistad con ella, ésta se va abriendo poco a poco hasta que un día se queda a dormir en casa de Satoru. A la mañana siguiente, se encuentra con el desayuno preparado por Sachiko, la madre de Satoru, y rompe a llorar. Hasta ese momento, nadie se había preocupado de darle una comida apropiada y ese gesto implica para ella mucho más que un simple desayuno. Esta comida significa “cuídate, no estás sola” y transmite una calidez maternal que hasta entonces no había podido conocer.

Una imagen vale más que mil palabras © A-1 Pictures

De esta forma, se plantea un cierto paralelismo entre la madre de Kayo, quien sufrió maltratos por parte de su exmarido y acabó pagándolo con su hija por parecerse a su padre, y la madre de Satoru, una persona que, siendo la única responsable de su hijo, es capaz de proveerle con afectos y de constituir un modelo a seguir para Satoru. Esto no quiere decir que una sea mejor que la otra, y que debamos empezar a tirar tomates a la pantalla siempre que aparezca la madre de Kayo en escena —aunque más de una vez se los esté ganando a pulso—. Esta obra trata más bien de mostrar que vivir una realidad parecida —ser madres solteras— no implica que las personas se vayan a comportar de la misma forma. Las circunstancias que atravesaron en el pasado son completamente distintas y no tienen por qué contar con las mismas estrategias de afrontamiento para hacerse cargo de algo tan importante como es criar a un hijo.

Las mujeres que se retratan en el anime no son meros apoyos para el desarrollo de la personalidad del protagonista. Son humanas, cometen errores, rectifican, cambian. Ellas mismas cuentan con su propia voz, y un personaje que representa bastante bien este hecho es Airi Katagiri, una compañera de trabajo de Satoru que decide ayudarle porque quiere creer en él. Su propio padre fue víctima de las mentiras en el pasado, y por esa razón decide arriesgarse por Satoru, de tal manera que la historia no vuelva a repetirse. Airi es una chica que podemos describir como optimista y alegre, pero eso no minimiza el sufrimiento que le provocan el peso de las mentiras. Quiere hacer lo que pueda para cambiar la realidad en la que vive, y por eso elige en quien confía y le ofrece todo lo que puede a pesar de las consecuencias que eso pueda conllevar.

Airi demostrando ser uno de los mejores personajes de la historia © A-1 Pictures

La vulnerabilidad y la confianza van de la mano. Para que alguien elija creer en ti, debes mostrar quién eres. Creer en alguien no es un acto de fe a la ligera. Implica riesgo y compromiso. Por eso Airi utiliza la palabra querer, porque aún sin saber con seguridad qué es verdad o qué es mentira en toda la situación, elige estar del lado de Satoru, ya que ha visto cómo es realmente y pese a sus defectos, decide que merece tener a alguien a su lado. Merece ser escuchado.
Una persona es fuerte cuando es capaz de confiar en los demás y el propio Satoru se da cuenta conforme avanza la historia. Él solo no puede hacer frente a todas las adversidades, pero rodeado de las personas que le quieren es capaz de conseguir aquello que creía imposible. Este anime nos muestra que ser vulnerables nos acerca a las personas que nos importan y nos permite ser nosotros mismos, siendo así dicha vulnerabilidad la verdadera fuente de la fortaleza humana.

Deja un comentario