Twitter es una red social estupenda para estar al día con las novedades, tanto para el público al que se dirige como para la empresa que trae un producto nuevo. No son pocas las editoriales, compañías de videojuegos, escritores o artistas que utilizan Twitter como escaparate que, además, da pie al boca a boca con mucha facilidad.
Cada cierto tiempo, y con el auge de las editoriales de manga, se podría decir que, prácticamente, cada semana —o cada dos— tenemos nuevas licencias. La gente cita estos tweets emocionados, viendo que por fin han traído su manga favorito o alguno que siempre han querido leer. ¿A quién no le hace ilusión ver que, por fin, traen un manga que les gusta? Hay géneros para aburrir, para absolutamente todo el mundo y, poco a poco, va habiendo más variedad en el mercado. Sin embargo, hay un hecho que se repite constantemente: todo aquello dirigido al público femenino es inmediatamente rechazado, menospreciado e infravalorado. No hay más que meterse en cualquier tweet donde anuncien una nueva licencia de BL —Boys Love— y ver como los comentarios se dividen rápidamente en dos bandos: la gente feliz de que traigan un manga que les gusta y la gente (siempre la misma, os dejo imaginar quién) diciendo que “vaya basura, pensaba que iba a ser *inserte shōnen #8945795793487*, las fujoshis se están cargando el mercado”…
Está claro que el BL, o cualquier género, no es para todo el mundo; como ocurre con todo en la vida, vaya. Pero llama especialmente la atención la cantidad de odio que reciben las obras de demografía femenina, especialmente los BL —dado que, actualmente, su mercado está en auge y las editoriales son conscientes de ello—.
Aun así, si os pasáis por algún directo de las editoriales más grandes cuando anuncian sus nuevas licencias, en muchas ocasiones no se ve ni una sola obra de demografía femenina. Qué curioso que la gente se queje de que no dejan de traer mangas que, con un poco de atención, son casi inexistentes en comparación con aquellos de demografía masculina. ¿Por qué será que molesta que, por una vez, traigan obras dirigidas a mujeres? Por supuesto, dejar claro que, aunque se las considere y llame “demografía femenina” —ya que en Japón se mueven por parámetros demográficos a la hora de catalogar las obras culturales—, no son en absoluto exclusivas para el género femenino. Eso sí, ahora resulta que esto de la “fetichización” solo la hacen las mujeres con los BL, como si el resto de géneros —y muchos enfocados a hombres— no “fetichizaran” a las mujeres, su identidad de género y/o sexual, sus cuerpos o cualquier otro aspecto que logren encontrar. Pero qué malas las fujoshis.
Últimamente parece haberse puesto de moda reivindicar a las mujeres mangakas, recordándole a todo el mundo que muchos de sus animes favoritos fueron escritos por mujeres. Esto no es un intento de restarles su importancia, porque tiene mucho mérito, pero es innegable que muy pocas veces se ponen como ejemplos mangas y/o animes que no sean shōnen. ¿Cuántas veces habéis visto nombrada a Hiromu Arakawa —Fullmetal Alchemist— y no, por poner un ejemplo, a Takano Ichigo —Orange, Yumemiru Taiyou—? ¿Acaso las obras de demografía femenina no tienen la misma valía que un shōnen o un seinen? Con suerte, a veces nombran a Naoko Takeuchi, autora de Sailor Moon, el cual, sin pretensiones de quitarle la importancia a la obra, parece ser el único shōjo que existe. Resulta muy cansado ver cómo se nos borra del panorama porque lo que producimos no está enfocado para el gaze masculino. Que casualidad, sin embargo, que aun con la poca oferta que hay, la demanda es altísima y así se ha demostrado, siendo una demografía con un éxito enorme.
Parece que todo aquello enfocado a las mujeres siempre ha de quedarse atrás, como si no tuviese la misma importancia que lo que está dirigido para hombres. Esto ha sido una verdad, absoluta y universal, desde siempre. Por supuesto, no solo enfocado al manga y al anime, donde se entremezcla la misoginia y el machismo a partes iguales, si no que también se ve en los videojuegos.
En enero, llegó a Occidente el juego joseimuke para móvil Twisted Wonderland, una versión de los villanos de Disney reimaginada y cuyo arte corre a manos de Yana Toboso (Black Butler). El rating del juego es +5, así que como podéis ver, no tiene nada de pornografía, violencia, drogas o cualquier otro content warning que debiera ser mencionado y conocido por el público. Es más, si lo jugáis, veréis que es un juego bastante simpático. Al ser un juego joseimuke —término paraguas para referirse a todo lo dirigido a mujeres que además engloba otro tipo de obras, como pueden ser los otoges, los juegos BL, el manga shōjo…—, una ya se espera lo peor en cuanto a como lo tratarán los medios. Por supuesto, lo peor ocurrió. Crónica de una muerte anunciada, dicho de otro modo.
El medio de noticias Polygon (que cuenta con casi un millón de seguidores en Twitter) denominó a este juego como, citando textualmente: «Disney’s horny mobile game Twisted Wonderland.» J—LIST, otra fuente de noticias y contenido relacionado con el mundo del manga y cuya cuenta maneja cerca de 250k seguidores en Twitter, habló del juego de la siguiente forma: «This is Twisted Wonderland, a #BL anime based on a mobile game popular in Japan.» Y tan anchos.


Hubo otros tweets y noticias donde lo denominaban otome, y aunque eso es tema para otro día, es más comprensible que pueda haber confusión. Sin embargo, hablar de este juego como si fuese un juego horny o BL es, por un lado, desinformar al público de una forma descarada, ya que solo se necesita una búsqueda que no lleva más de cinco minutos para saber que el Twisted Wonderland no es ninguna de las dos cosas. Y por otro lado, es misoginia pura y dura, se vea por donde se vea. ¿Un juego dirigido para mujeres donde hay chicos guapos? Claramente va a ser horny, porque… sí. Y BL también, que eso les gusta a las mujeres. Seguramente, en sus cabezas, todo esto sonaría espectacular. Aun con todo esto, la realidad es la que es: ¿por qué no informarse de algo tan sencillo, teniendo en cuenta que se dirigen a un público numerosísimo? Pues porque es, en este caso, un juego dirigido para mujeres y da igual si la información es errónea, o directamente mentira, ni tampoco pasa nada por no hacer tu trabajo e informarte como es debido, porque es un juego de menor importancia por el público al que está dirigido.
Ocurre también con los juegos otome —juegos cuyo objetivo, además de la resolución de la trama, es el de romancear a los personajes masculinos, los intereses románticos—, por supuesto. No hay día en el que no se vea, ya sea en Twitter o en cualquier otra página de Internet (sin tener que recurrir a pozos como puedan ser 4chan o Forocoches), cómo son ninguneados, restándoles importancia y vistos y tratados como una broma. Eso en el mejor de los casos, por supuesto. Siempre que alguna empresa de localización habla de una nueva licencia siendo un juego otome o quiere saber qué juegos querría el público ver licenciado, no falla la típica persona diciendo que ya hay bastantes obras de esta índole, que deberían traer otros juegos. Muchas veces estos comentarios vienen desde las propias empresas, con un marketing que hace hincapié constantemente en que son juegos “oscuros y con historia”, dejando a un lado y/o en segundo plano el romance, cuando estamos hablando de juegos otome… Es como intentar vender una manzana diciendo que es de todo menos fruta. Parece que, incluso para juegos de demografía femenina, se ha de apelar sí o sí al público masculino y tenerlo contento (como si no lo hubiese estado siempre).
Los otomes son vistos casi como una broma, algo que la gente solo juega «de forma irónica» porque ¡Dios les libre de disfrutar de un juego como cualquier otro! Es algo que es recurrente también como broma el 1 de abril, o April’s Fool Day, para entendernos, porque claramente un juego de romance no puede ser tomado como algo serio y visto con la misma importancia que otros juegos —por si acaso, nótese la ironía—. Siempre es algo que ocultar, algo que decir en voz baja y casi con vergüenza, como si fuese un acto humillante. Se tiende a asumir, además, que son juegos “peores” que otros en cualquier aspecto: historia y narración, dibujo, personajes… Como en todo, hay manzanas podridas y joyas desconocidas. Pero como son juegos de ligarte a chicos la gente no se los toma en serio o los descartan desde el primer momento, perdiéndose historias a las que perfectamente le darían una oportunidad de ser otra la mecánica del juego —o, dicho de otra forma, que no fuese un juego para mujeres—.
También ocurre que este género, aparentemente tan nicho, pasa a ser una palabra genérica con la que se denomina a todo juego con rutas, independientemente de si es un BL, un galge —juego donde el protagonista es un hombre y los intereses románticos son mujeres— o cualquier otro juego. Todo será llamado otome, casi sin ton ni son porque, ¿para qué informarse sobre un término que no está dirigido para ellos? Esto lleva a leer horrores inimaginables, lo que desemboca en una desinformación brutal y acuciante, como pensar que los otomes son el típico harem inverso ecchi —abundan más los otomes que no son R18 que los que sí, y muy rara vez hay rutas poliamorosas— o que son, directamente, eroges, es decir, juegos propiamente eróticos. Esta falta de información, junto con lo manoseado que está el nombre a estas alturas, da lugar casi a un estigma que avergüenza a la jugadora: ¿cómo vas a admitir que juegas a algo así?
Se pueden seguir buscando —y sin tardar demasiado— más ejemplos de misoginia, como la forma en la que se ignoró el éxito de ventas del manga de Pichi Pichi Pitch en España por parte de la mayoría de páginas de manga y anime. Se puede seguir ahondando en las críticas infundadas a los BL; al desprecio nada justificado hacia los juegos otome por parte del público y, en ocasiones, de las propias empresas; a la ausencia de mangas shōjo/josei en muchas editoriales porque piensan que, por traer uno al año, el público femenino ya va a darse con un canto en los dientes. Lo mencionado se refiere a lo que ocurre dentro del mundo del manga y del anime; si se mira más allá, no se tardará en pensar en todas aquellas cosas que se odiaron, y se siguen odiando, solo por tener un fandom mayoritariamente femenino, como ya ocurrió en su día con Crepúsculo, Justin Bieber o, más recientemente, el Kpop.
Esto no es una llamada al público para que, de la noche a la mañana, se interesen por las obras de demografía femenina. Desde luego, para gustos los colores. Pero es innegable que, aunque no guste, hay un odio nada disimulado hacia todo lo que es considerado para mujeres. El por qué es tan sencillo como el respirar: precisamente porque está dirigido a las mujeres. Se buscarán mil excusas para justificarlo, por supuesto: que si las fujoshis “fetichizan” a los hombres gays, que si los juegos otomes son para mujeres incapaces de encontrar pareja, que si los mangas shōjo no van a vender tan bien como un shōnen porque el público masculino prefiere otras cosas… Siempre hay una justificación patatera sin pararse a entender realmente el problema: ¿por qué ese odio visceral a un producto que no está dirigido a ellos? ¿Será, quizás, porque les molesta que por una vez haya cosas también para las mujeres? ¿La necesidad de una aprobación que nos empuja a odiar a las otras mujeres y sus gustos? Sea cual sea la respuesta, hay un camino demasiado largo y agotador por recorrer aún hasta que la demografía femenina pueda ser vista, algún día, con la misma importancia que la masculina.
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