Avatar del jugador contra personaje independiente

Seguramente empecéis a leer este artículo pensando que el título es un tanto raro; no os culpo porque, definitivamente, lo es. Y es que me apetecía hablar de un tema que no veo que se debata tanto y que a mí al menos me resulta interesante: se trata de la diferencia de percepción de los protagonistas de videojuegos que actúan como un avatar del jugador (un self insert, por así decirlo, en el mundo del juego) contra los personajes con nombre y personalidad propios, pero que son manejados por nosotros cuando jugamos. Para mí ambos tipos de personaje que plagan los juegos que disfrutamos tienen ventajas e inconvenientes que pasaré a enumerar en este artículo, y también hablaré de un problema (por denominarlo de alguna forma) que yo personalmente tengo con los avatares del jugador.

En primer lugar, creo que habría que dejar claro a qué me refiero con estas dos categorías: yo entiendo por avatar del jugador todo aquel personaje en blanco al que podemos nombrar y personalizar a nuestro gusto; normalmente nos dejarán elegir el género del personaje incluso. Ejemplos muy evidentes de esto serían los protagonistas de Pokémon. Por el contrario, el otro tipo de personaje tiene ya nombre y personalidad establecidos y raras veces podremos personalizarlo (salvo quizás ponerle alguna skin o cambiarle el peinado). Hay cientos de ejemplos de esto, valga para el caso cualquier protagonista de videojuego con nombre y apellidos: los de Resident Evil, sin ir más lejos, Geralt en The Witcher… Hay una tercera categoría de personajes que están en la frontera entre ambos: podemos ponerles el nombre que queramos, pero generalmente no son tan personalizables y a veces tienen atisbos de personalidad propia; por ejemplo, los protagonistas de muchos JRPG, como Shin Megami Tensei o Persona, entrarían en este tercer grupo.

Los protagonistas de Pokémon Escarlata y Pokémon Púrpura, las próximas entregas de la saga. © The Pokémon Company – Gamefreak

Lo primero que, sin duda, captará nuestra atención es que, como ya hemos introducido brevemente antes, los avatares del jugador poseen más personalización. Depende, por supuesto, del nivel de detalle del creador de personajes del juego en cuestión, pero por lo general podremos intentar crear un avatar a nuestra imagen y semejanza (o al menos lo más parecido posible) o bien derrochar creatividad y crear un personaje como más nos guste. A cambio, la balanza se equilibra contando estos avatares con mucha menos personalidad por tratarse de lienzos en blanco. El jugador puede imprimir cierta personalidad en su personaje a través de elecciones o ciertas acciones, pero normalmente la cosa no llega mucho más allá. En cambio, en los personajes que vemos «en tercera persona» (y que no son representaciones del jugador en el propio juego), lo estético se sacrifica un poco más a cambio de más personalidad. Todo esto que estoy diciendo, por supuesto, admite numerosos matices, puesto que hay casos que no encajan exactamente en lo que estoy desarrollando; a vosotros, queridos lectores, seguramente se os ocurra más de uno. Yo estoy generalizando en este artículo y por ello os pido que no me lapidéis si alguna de estas excepciones se os viene a la mente.

Ahora bien, una vez explicada esta diferencia fundamental, creo que es importante hacerse la pregunta: ¿Qué tipo de personaje es mejor? Pues la respuesta ya depende de cada persona, y yo os daré la mía: me gusta personalizar a mi personaje, por supuesto, pero a nivel narrativo siempre preferiré un personaje con su propia personalidad e historia más que verme yo reflejada en un avatar que me representa. Cuando el protagonista es un avatar del jugador, suelo tender a fijarme en otros personajes protagonistas o secundarios, y creo que este puede ser el caso de mucha gente.

También me gustaría hablar de cómo las redes sociales e Internet cambian la percepción sobre un personaje muchas veces. En ocasiones me pregunto por qué un personaje tiene tanto fandom porque no me parece que esté especialmente bien escrito o sea destacable, y mucha gente me responde que le gusta simplemente porque hay fanarts y mucho contenido fan muy guay del personaje en cuestión. Se me viene a la mente ahora mismo Byleth, por ejemplo, y cómo la Byleth chica ha eclipsado totalmente a su versión masculina gracias a las ships y fanarts, porque por lo demás el personaje es el mismo y su papel en la historia también. Y a mí, todo hay que decirlo, como suele ocurrirme con este tipo de protagonista, no me parece especialmente interesante, porque ya digo que suelo sentir poca simpatía y conexión con este tipo de personaje, quizás porque lo veo como una proyección mía y me cuesta empatizar… conmigo misma, claro.

Una imagen de mi warrior of light de Final Fantasy XIV. © Square Enix

Sin embargo, me gustaría mencionar una excepción para mí notable: se trata del warrior of light de Final Fantasy XIV, que a pesar de ser un avatar y ser mudo, tiene un papel más activo en la historia y se implica emocionalmente con los demás personajes, por lo que es mucho más fácil desarrollar simpatía por él, como ha sido mi caso. Me parece, además, el mejor ejemplo que se me ocurre de crear un avatar del jugador en el que sea posible reflejarse y, al mismo tiempo, distanciarse lo suficiente como para llegar a tener afecto por él.

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